En la obra
“Interés privado y acción pública” (1982), lleva a cabo Albert O. Hirschman un
análisis de la confrontación entre expectativas y realidades. En ella sostiene
que, normalmente, las expectativas se ven decepcionadas por las realidades. Se
centra en este tipo de casos, y desecha el opuesto, “porque parece ocurrir muy
raramente, por comparación con el primero”. Añade luego una consideración
bastante interesante: “Este sesgo de nuestra investigación encuentra cierta
justificación en un sesgo similar del lenguaje: al parecer no existe en ningún
idioma una palabra singular que sea el antónimo de la decepción; debemos
utilizar, en consecuencia, alguna construcción tal como ‘sorpresa agradable’”.
La apuesta lingüística
se antoja, desde luego, un tanto arriesgada, al tiempo que bastante intrigante,
como para emprender una búsqueda extensiva, aunque sea con una expectativa
escasamente prometedora a tenor de la aseveración efectuada.