14 de abril de 2022

El esfuerzo para la adquisición de una vivienda

 

La posibilidad de acceder a una vivienda propia, una vez llegada la edad de emancipación, es un problema que parece firmemente arraigado, de forma estructural, en la sociedad española. Ahora bien, si atendemos al alto porcentaje de familias que son propietarias de su primera vivienda, en comparación con otros países, podría decirse que, al menos aparentemente, España ha dispuesto de un sistema bastante efectivo. Sin embargo, los cambios económicos, las consecuencias de la crisis económica, la situación del mercado de trabajo, y el declive de la política de vivienda social han venido a agravar el problema y a agrandar la magnitud del desafío.

Aun constatando estos últimos, resulta de interés conocer cómo han ido evolucionando los indicadores que reflejan la mayor o menor accesibilidad a la vivienda. Es lo que se pretende hacer en este artículo tomando tres referencias temporales, las de finales de los siguientes años: a) 2008, cuando todavía no se había registrado materialmente el desplome del mercado inmobiliario; b) 2012, bajo los efectos de la terrible Gran Recesión; y c) 2021, aún afectados, aunque ya no en su fase álgida, por la crisis económica ocasionada por la pandemia del coronavirus. El número de viviendas iniciadas, como media mensual, en cada uno de los referidos años es bastante revelador: 22.000, 3.680 y 9.026, respectivamente.

Dos medidas habituales de esfuerzo por la compra de una vivienda son: por un lado, el número de años resultante del cociente entre el precio de una vivienda y la renta anual neta de un hogar; por otro, lo que representa la carga financiera anual (amortización más intereses) de un préstamo hipotecario sobre dicha renta anual neta.

Tales indicadores de esfuerzo dependen, en la práctica, de un amplio número de factores, entre ellos los siguientes: precio de la vivienda, importe del préstamo hipotecario, plazo y tipo de interés de éste, renta familiar neta, zona geográfica… A título ilustrativo, tomamos un caso concreto, el de una vivienda libre de 90 m2, cuyo precio ha evolucionado, según estadísticas oficiales, de esta forma (euros): 181.620 (2008), 137.790 (2012) y 152.460 (2021). El precio equivalía a 6,3 veces la renta familiar neta media de 2008, en tanto que la proporción ha disminuido hasta 5 en los años siguientes. La cuantía de la renta se ha movido entre 28.000 y 30.000 euros.

El descenso de los tipos de interés de los préstamos hipotecarios, a lo largo del período considerado, ha sido muy notorio: 5,83%, 2,93% y 1,56% (anual). De esta manera, la carga financiera de un préstamo, a 25 años, equivalente al 80% del precio de adquisición, ha disminuido también muy considerablemente: de superar los 11.000 euros anuales en 2008, pasó a situarse en 6.200 en 2012, y en 5.900 en 2021. El peso de dicha carga financiera sobre la renta familiar neta ha seguido una dinámica descendente: 38%-22%-19%.

Ahora bien, no hay que perder de vista que la anterior medida de esfuerzo teórico para la adquisición de vivienda no tiene en cuenta que el comprador ha de cubrir la parte del precio no financiada por el préstamo hipotecario, así como el importe del IVA y el de otros gastos. Si incluimos dicho coste mediante una financiación al mismo plazo, aunque a un tipo de interés superior, el indicador de esfuerzo se eleva claramente: 52%-34%-31%. Asimismo, habría que tener en cuenta el efecto de la supresión de la deducción fiscal estatal por vivienda a partir de 2013.

Con una metodología algo diferente, la OCDE ofrece información del indicador basado en el cociente entre la carga financiera hipotecaria y la renta familiar disponible, para el año 2019. Las cifras oscilan entre el 7% (Suecia) y el 25% (Luxemburgo). El dato para España (17%) es muy similar al de Alemania e Italia.

Debido al juego de los factores descritos, el esfuerzo teórico para acceder a una vivienda ha disminuido apreciablemente en el curso de los últimos años. Sin embargo, la dificultad estriba en que los jóvenes puedan incorporarse al mercado de trabajo en puestos estables y con unos salarios del nivel requerido para afrontar holgadamente una transacción tan relevante como la compra de la primera vivienda. Tampoco puede ignorarse que, en España, como en el resto de los países desarrollados, la magnitud del esfuerzo es bastante superior en las familias situadas en los estratos de renta más bajos.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



Entradas más vistas del Blog