Los impuestos son
un elemento muy versátil. Suelen dar mucho juego, en los más variados campos. A
lo largo de la historia también han sido factores desencadenantes de conflictos
sociales y políticos, e, incluso, de guerras. Sin embargo, pueden ser también
un instrumento para infligir un castigo a una de las partes contendientes en un
conflicto bélico, de mayor eficacia que determinadas sanciones económicas, que,
en ocasiones, pueden tener efectos contraproducentes.
Las sanciones son
más efectivas y creíbles si imponen grandes costes sobre el objetivo
pretendido, al tiempo que conllevan repercusiones, para quienes las imponen,
que sean escasas o, aún mejor, positivas. Es lo que recuerda Ricardo Hausmann,
quien, en su lugar, propone aplicar impuestos punitivos sobre el petróleo y el
gas de Rusia.
Aunque, en una primera
aproximación, podría dar la impresión de que un impuesto de esa naturaleza
aumentaría el precio de la energía, y haría aun más insostenible el gasto
energético de los consumidores occidentales, sostiene que no este el caso, apelando
a los fundamentos de la teoría de la incidencia económica de los impuestos[1].
Como se expone en
diferentes entradas de este blog[2], cuando
se aplica un impuesto en un mercado de bienes o de factores, la distribución de
la carga tributaria entre oferentes y demandantes depende las magnitudes de las
respectivas elasticidades respecto al precio. Así, cuanto más elástica es la
demanda, mayor parte de la carga es soportada por los productores, dado que los
consumidores disponen de más opciones. Y cuanto más inelástica es la oferta, de
nuevo, una mayor parte de la carga recaerá sobre los productores, puesto que
tienen menos opciones.
Según Hausmann,
esa es la situación que Occidente afronta respecto a la energía procedente de
Rusia, donde el coste de producción de un barril de petróleo (excluyendo
impuestos y el coste del capital) es de $5,67. Aunque el precio del barril se
encuentra ahora por encima de $100, incluso si el precio de un barril cayera a
$6, interesaría a los productores mantener, al menos a corto plazo, sus ventas.
Un impuesto global
punitivo sobre el petróleo ruso, por ejemplo, de $90, o del 90%, por barril de
petróleo, podría permitir, según los cálculos del catedrático de Harvard y
exministro de planificación de Venezuela, extraer y transferir al resto del
mundo unos $300.000 millones anuales de la economía rusa, equivalentes a un 20%
de su PIB en 2021.