27 de marzo de 2022

El déficit público estructural en España

 

Puede que muchos ciudadanos no tengan conciencia, pero el concepto de déficit público estructural dio un salto cualitativo muy importante en el año 2011, a raíz de la reforma exprés de la Constitución española llevada a cabo en dicho año. Desde entonces, viene protagonizando la “regla de oro” de las finanzas públicas en el ámbito de la Unión Monetaria Europea.

Aunque sujeta a dificultades y controversias de orden metodológico, se trata de una herramienta conceptual de gran utilidad para examinar la situación y la sostenibilidad de las finanzas públicas. Una forma sencilla de aproximarnos a dicha noción (genéricamente, a la de saldo presupuestario estructural) puede ser a través de la pregunta planteada en el gráfico adjunto. Ante tres situaciones hipotéticas en distintos momentos, ¿dónde cabe entender que es más preocupante un déficit público equivalente, por ejemplo, a un 5% del PIB: en A, B o C?

Las tres situaciones difieren en cuanto a la fase del ciclo económico a la que corresponde cada una: en A, se da una coyuntura económica negativa, la producción está por debajo de la producción potencial del país (output gap negativo); en B ocurre todo lo contrario, e incluso la economía crece por encima de su potencial (output gap positivo); en C puede decirse que el impacto de la coyuntura económica es nulo, toda vez que la producción efectiva se corresponde con la potencial (output gap nulo).

Evidentemente, el signo de la coyuntura económica influye claramente en la situación de las finanzas públicas: en situaciones como la A, habrá un impacto adverso, ya que se dispararán los programas de gasto de carácter prestacional y caerá la recaudación impositiva como consecuencia de la menor actividad; situaciones como B serían las más favorables para las cuentas públicas, debido a que las prestaciones públicas por desempleo y otras estarán en mínimos, y la recaudación impositiva será muy elevada; por último, en situaciones como la C, las cuentas públicas no se verían afectadas, ni positiva ni negativamente, por la coyuntura. De este modo, el saldo presupuestario del sector público nos estaría mostrando su verdadera cara, sin la influencia de efectos coyunturales. Debido a esto, el concepto de saldo presupuestario estructural consiste en el saldo que se daría en una situación como la C, con un output gap nulo.

De las tres situaciones consideradas, un déficit de la misma cuantía sería más preocupante en un caso como el B: ante el mejor panorama posible para las finanzas públicas, se generaría un déficit. En una situación como la A, el mismo déficit sería menos preocupante, puesto que, sin necesidad de adoptar ninguna medida, de manera automática, cuando mejore la coyuntura económica lo harán también las finanzas públicas.

La cuantía del déficit presupuestario estructural nos indica que ese importe no se va a reducir de manera automática. Para corregirlo será necesario adoptar medidas para disminuir los gastos y/o aumentar los ingresos públicos.

En su último informe sobre la economía española, el Fondo Monetario Internacional estima un déficit público estructural del orden del 4% del PIB. Esa cifra nos coloca ante el espejo, que nos devuelve un mensaje no del todo halagüeño: el agujero estructural de las cuentas pública roza los 50.000 millones de euro anuales en el marco de los programas de gastos e ingresos públicos vigentes.






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