Circunstancialmente,
están llegando estos días a mis manos ciertos documentos de una época ya lejana
que viví en torno al Club Baloncesto Málaga. Unos son públicos, otros
reservados y otros, quizás demasiados, llenos de connotaciones personales.
Hoy ha acontecido
un evento triste en todo club deportivo, como es la marcha anticipada del
primer entrenador. Fotis Katsikaris abandona el club de Los Guindos antes de
tiempo, frustrando así el ciclo deportivo que anhelaba la marea verde. No
he tenido la oportunidad de conocerle personalmente, pero, indirectamente,
tenía de él buenas referencias tanto profesionales como personales. Lo siento
de veras por él, y, uniéndome a lo expresado en el comunicado oficial de la
entidad deportiva, le deseo lo mejor en el futuro. También en buena medida me
hago cargo de la situación vivida por quienes han adoptado la decisión de
rescisión contractual. Una decisión de este tipo nunca es agradable, por supuesto,
para el profesional afectado, pero tampoco para los gestores. Puedo dar buena
fe de ello. A lo largo de más de veinte años de vinculación a ese estamento del
Unicaja Baloncesto he vivido diversos episodios, con distinto grado de amargura
y dramatismo. La historia del Club se ha forjado en no pocos momentos a partir
de encuentros y desencuentros.
Si la decisión de
ruptura es la más problemática, no puede decirse que la subsiguiente, la de selección
del sustituto, esté exonerada de aristas, ni que sea en absoluto fácil, dado que
inciden muchos factores y se abren grandes incertidumbres. Ante una tesitura
similar, mucho tiempo atrás, planteé, simplemente como posible referencia, un
listado de atributos deseables para el puesto de entrenador del Unicaja. Al
tratarse de una iniciativa puramente personal, sin refrendo formal alguno, la
rescato ahora del baúl de los recuerdos. Hay otros muchos aspectos sobre la
intrahistoria del tránsito de los entrenadores que, por tener otro carácter y
estar asociados a personas concretas, dejo ocultos en la recámara, a buen
recaudo.