20 de febrero de 2022

La consagración de los “empujoncitos”

 

Una de las aportaciones más destacadas de Richard Thaler (Premio Nobel de Economía 2017) es el análisis del papel de los denominados “empujoncitos” o “acicates” (“nudges”) en la promoción de determinados comportamientos individuales. Thaler puso de manifiesto la importancia del contexto de la toma de decisiones y cómo la incorporación de estímulos o elementos de referencia puede tener una gran influencia en las elecciones adoptadas.

A veces se trata de algo tan simple como asegurar que la información básica está disponible de manera clara y efectiva. En el caso de los productos financieros, es de utilidad que exista una categorización por niveles de riesgo y que se conozcan indicadores clave, bien calculados, sobre la rentabilidad o el coste efectivos. En otras ocasiones, las elecciones se ven “facilitadas” mediante un procedimiento “ventajista” consistente en plantear “opciones por defecto”, en el sentido de que si, pasado un plazo, el individuo no manifiesta otra cosa, asume la opción presentada. Es una de las fórmulas utilizadas para fomentar las aportaciones a los planes de pensiones de empleo.

También en el campo de la seguridad vial la utilización de “nudges” puede tener relevancia. Así, ante el riesgo, para la integridad de los peatones, de las maniobras de cambios de dirección por los conductores de automóviles, la realización de pequeñas modificaciones en la trayectoria, mediante elementos físicos, puede tener un impacto notable. Mientras que las pautas derivadas del conocimiento pueden ser obviadas en momentos de estrés, los condicionantes de origen físico dan a los conductores una retroalimentación sensorial inmediata.

En algunos países, las intervenciones basadas en “acicates” se han expandido rápidamente desde la esfera de los estudios académicos a aplicaciones a gran escala por parte de unidades gubernamentales especializadas. Los estudios disponibles apuntan que el impacto medio de los “acicates” es bastante grande. Se constata un efecto de más un 30% de incremento respecto al comportamiento de los grupos de control, a los que no se aplican los estímulos.

La pandemia del coronavirus, además de todo el padecimiento causado, ha significado un enorme experimento natural en numerosos apartados concernientes a los ámbitos gubernamental, empresarial, social, familiar e individual. Durante el prolongado período de incidencia de la enfermedad, sucesivamente ampliado, mediante un procedimiento de prueba y error, se han llevado a la práctica diversas estrategias basadas en “acicates”. La experiencia es muy variada según geografías, pero, como señala Ravi Gurumurthy, primer ejecutivo de Nesta, agencia de innovación del Reino Unido, que ha absorbido la denominada “The Nudge Unit”, “a escala mundial, la experiencia de afrontar la Covid ha demostrado que, cuando se aplican adecuadamente, los conocimientos conductuales pueden funcionar… Cuando la ciencia del comportamiento fue incorporada como parte de la respuesta a la pandemia, los resultados fueron positivos”.

La creación del modelo mental acerca de la transmisión del virus ha jugado un papel importante, así como la valoración de la tolerancia de los ciudadanos al mantenimiento de restricciones. La aplicación del principio de hacer que sea más fácil seguir las pautas más adecuadas desde un punto de vista sanitario, rediseñando el entorno físico, ha tenido efectos positivos en países como Corea del Sur. Por otro lado, se ha puesto de relieve el poder de las normas sociales. Algunas pautas se extienden o se mantienen por el deseo de adaptarnos a lo que otras personas perciben como algo típico o deseable.

Con carácter general, el diseño de los servicios y el uso del análisis de datos para perfilar medidas de estímulo eficaces pueden ser de gran utilidad con vistas al logro de objetivos de interés social, tales como la protección del medioambiente, el cuidado de la salud o la previsión de riesgos. Las políticas de “acicates”, adecuadamente diseñadas, pueden ser alternativas más simples, eficaces y baratas que otras basadas en intervenciones públicas convencionales articuladas en programas de gastos e impuestos. No obstante, conviene establecer una clara diferenciación entre los conocimientos del comportamiento y los “acicates”. No hay garantía de que los primeros lleven necesariamente, en la práctica, a unos buenos mecanismos inductores. En España, ha habido alguna controversia respecto a la traducción de “nudge”, pero nuestro idioma diferencia entre empujocinto, empujón y empujonazo.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



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