17 de enero de 2022

¿Tiene futuro la familia como organización social?: El vaticinio de Engels

 

La mayoría de los miembros de mi generación, que llegamos al mundo en una época ya muy antigua, en las postrimerías de los años cincuenta, la organización social, según nos inculcaban en la escuela y observábamos a nuestro alrededor, descansaba en un elemento nuclear, la familia. Además, dentro de los estándares al uso, había escaso margen. El modelo tradicional de familia respondía a unos cánones bastante estrictos. Años después, influyentes movimientos sociales vinieron a cuestionar rabiosamente los viejos esquemas, tenidos por arcaicos y subyugadores. Poderosas corrientes doctrinales defensoras de la libertad sexual y de la supresión de los yugos matrimoniales amenazaban los cimientos de las estructuras vigentes, aunque su incidencia en algunas cohortes tuviera en gran medida un carácter coyuntural o transitorio.

Al propio tiempo, los discursos marxistas, que ejercían una gran influencia en círculos intelectuales, ponían el foco en la familia como una de las instituciones causantes de la explotación capitalista. Escrita por Friedrich Engels en la primavera del año 1884, “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” era uno de los bastiones para la extensión de la ideología comunista. Su influencia ha sido enorme, a pesar de haber sido escrita en tan sólo dos meses.

Tuve conocimiento directo de dicha obra a través de un intelectual comunista que impartía seminarios centrados en ella, ayudado por sus amplios conocimientos de Antropología y Filosofía. Para quienes, hacía pocos años, habíamos estudiado el papel del terceto “familia-municipio-sindicato” como pilar de la organización del Estado franquista, aquellas doctas disertaciones parecían las de un apóstol que transmitía la verdad revelada. Era sorprendente la capacidad del enfoque marxista para dar una explicación convincente de todo. Recuerdo que otro dirigente de la misma organización proclamaba que, mediante su aplicación, era fácil encontrar una respuesta a la existencia o no de vida fuera del planeta Tierra. Lamentablemente, no asistí a ningún seminario sobre tan interesante materia.

El texto de Engels contiene una feroz crítica de la denominada sociedad heteropatriarcal: “La familia moderna se funda en la esclavitud doméstica franca más o menos disimulada de la mujer, y la sociedad moderna es una masa cuyas moléculas son las familias individuales… El hombre es en la familia el burgués; la mujer representa en ella al proletariado”. He aquí un ejemplo de cómo puede aplicarse la poderosa herramienta analítica marxiana, reivindicada como un eficaz instrumento para estudiar los problemas y retos de una sociedad tan compleja como la actual. Incluso quienes se separan de la ideología comunista, y hasta llegan a admitir que su aplicación práctica no ha sido tan exitosa como cabría imaginar, apelan a su potente (y flexible) armazón teórico.

Engels vaticinaba que “Entonces [cuando la mujer tenga, según la ley, derechos absolutamente iguales que el hombre] se verá que la manumisión de la mujer exige, como condición primera, la reincorporación de todo el sexo femenino a la industria social, lo que a su vez requiere que se suprima la familia individual como unidad económica de la sociedad”[1].

Hoy día, al menos en los países democráticos, se ha avanzado enormemente en la equiparación entre los derechos de las personas, y no existe ningún modelo de organización personal al que haya que ajustarse, ni por ley ni por imperativo social. Aun así, los vínculos familiares o de afectividad siguen ejerciendo una enorme influencia tanto en las formas de convivencia como en el plano económico. Salvo algunos casos, no ha habido un retorno a formas organizativas primigenias, como las descritas por Lewis H. Morgan en el estudio en el que se centra la célebre obra de Engels. En dicho estudio (sin entrar a considerar cómo cabría calificar hoy ese tipo de correspondencias sólo inter- y no también intra-grupales) se concluye que “existió un estado primitivo en el cual imperaba en el seno de la tribu el comercio sexual promiscuo, de modo que cada mujer pertenecía igualmente a todos los hombres y cada hombre a todas las mujeres” [2].

Actualmente nos encontramos en una fase de intensos cambios económicos, tecnológicos, demográficos, sociológicos, y políticos que, de una u otra manera, afectarán a las formas de organización económica y social.

¿Qué tendencias prevalecerán? ¿Se acercarán a la visión engelsiana, que pronosticaba que, cuando apareciesen las generaciones postcapitalistas, “[las mujeres] enviarán al cuerno todo lo que nosotros pensamos que deberían hacer. Se dictarán a sí mismas su propia conducta, y, en consonancia, crearán una opinión pública para juzgar la conducta de cada uno. ¡Y todo estará hecho!”[3].

¿Se rebatirá la tesis de Fukuyama? Según éste, la sociabilidad humana natural se erige sobre dos fenómenos: la selección de la piel (nepotismo) y el altruismo recíproco. Los seres humanos son animales sociales por naturaleza, pero su sociabilidad natural toma la forma de altruismo hacia los familiares y allegados[4].

Si, acaso, cabe evocar de nuevo a Morgan, quien decía que “Si en un porvenir lejano, la familia monogámica no llegase a satisfacer las exigencias de la sociedad, es imposible predecir de qué naturaleza sería la que le sucediese”[5].



[1] F. Engels, “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, Alianza editorial, 2013, págs. 144-145.

[2] Vid. Engels, op. cit., pág. 83.

[3] Vid. Engels, op. cit., pág. 158.

[4] Vid. J. M. Domínguez Martínez, “La decadencia del orden político según Fukuyama", eXtoikos, nº 18, 2016, pág. 51.

[5] Vid. Engels, op cit., pág. 159.


Entradas más vistas del Blog