DeFi. A este
reciente acrónimo, cada vez más extendido, puede faltarle una tilde, para ajustarse
al vocablo francés, pero eso no impide que el significado que simboliza
represente un desafío, un desafío en toda regla, al sistema financiero
convencional. Tal vez no de hoy para mañana, pero las finanzas descentralizadas
(decentralised finance, DeFi) han surgido como una forma de realizar transacciones
financieras al margen de los esquemas tradicionales. Una forma de realizar
operaciones que, aparentemente, podría llevar al desván, cuando no a derribar,
toda la arquitectura en la que se ha sustentado el sistema económico durante
muchas décadas. Se trata de un modus operandi íntegramente dependiente
del factor tecnológico, factible gracias a los extraordinarios avances registrados,
que han habilitado el terreno para lo que también es una concepción filosófica
de raíces libertarias que busca la implantación de un sistema financiero independiente
del poder de una autoridad central.
La noción de “contratos
inteligentes” (“smart contracts”), incorporados en un sistema de “blockchain”, y
que pueden ejecutarse automáticamente, constituye el pilar del nuevo esquema. A
través de dichos contratos, basados en códigos de fuente abierta, pueden
efectuarse operaciones de depósitos, pagos, préstamos, e inversiones. En el
universo DeFi, las funciones financieras son desempeñadas por protocolos
completamente automáticos gestionados por comunidades descentralizadas, en vez
de por compañías con una organización centralizada.
El nuevo sistema
presenta algunas ventajas frente a las finanzas tradicionales, como el menor
coste y la instantaneidad de los pagos. También, mediante la vinculación
irreversible de una garantía a un préstamo, el riesgo de impago puede ser
eliminado[1].
Como apunta The
Economist, “el problema es que toda esta sofisticada ingeniería financiera aún
no tiene una economía ‘real’ a la que servir… [pero] esto podría cambiar en 2022”[2]. Este
año recién nacido puede ver cómo las blockchains sirven de apoyo a
muchas aplicaciones más allá del dinero y las finanzas[3]. Los NFTs
(“non-fungible tokens”), ya en uso, servirán de base para una nueva ola de
servicios web3[4].
Las nuevas
fuerzas son verdaderamente disruptivas y abrumadoras. Pero, por mucho que nos
deslumbren, no podemos dejar de tomar conciencia de la existencia de algunas
zonas donde todavía no ha llegado la luz, ni de advertir algunas curiosas
paradojas, en particular la siguiente: ¿cómo es posible que, en un proceso
radical de desintermediación total de las funciones financieras, aparezcan
nuevos intermediarios?
En este contexto,
Izabella Kaminska trae a colación la conocida proposición de Grossman-Stiglitz,
que viene a reflejar la existencia de un conflicto fundamental entre la
eficiencia con la que los mercados difunden información y los incentivos para
adquirir ésta[5].
Con vistas al análisis de DeFi, puede ser de considerable interés reflexionar en
torno a las implicaciones de dicha proposición.
[1] Vid. The
Economist, “Decentralised finance is booming, but it has yet to find its
purpose”, 8-11-2021.
[2] Op. cit.
[3] Vid. “There’s
more to crypto than currency and financial applications”, 8-11-2021.
[4] Vd. A.
Zareei Bogoya, “¿Sabes qué es un NFT y cómo funciona?”, EdufiBlog, 15-10-2021.
[5] Vid. “DeFi
paradoxes”, Financial Times, 21-7-2021.