Como cada año, al
llegar el mes de enero, desde su poderosa atalaya del diario Financial Times
(FT), y con el alcance y la potencia de su prestigiosa firma, Martin Wolf lanza
su homilía económica. Desde las montañas de Suiza o a través de conexiones telemáticas,
los líderes que participan en el World Economic Forum moldean los
perfiles del sistema económico y social que ha de imperar en las próximas
décadas.
En esta ocasión,
el editor económico jefe del FT arranca su análisis subrayando las dos crisis
que aquejan al mundo occidental: un colapso en la confianza en nuestro sistema
político, y una amenaza medioambiental a escala planetaria[1]. En su
opinión, la primera requiere la renovación de un propósito nacional común; la
segunda no sólo eso, también un propósito global compartido. Esto último es
algo que no está alcance de las empresas, sino que entra dentro del ámbito de
la política efectiva.
En un informe del
Centre for the Future of Democracy de Cambridge, The Great Reset,
en el que él mismo ha participado, se concluye que la pandemia ha fortalecido
la confianza en los gobiernos y dañado apreciablemente la credibilidad de los
populistas. Sin embargo, no se ha incrementado, hasta ahora, el apoyo a la
democracia.
Como gran tema,
apunta el de dónde encajan las empresas en este panorama. La sociedad, señala,
en sus distintos niveles (local, nacional y global) debe crear el marco dentro
del que puedan actuar. Esto rige para todas las dimensiones: legislación
laboral, seguridad social, política regional, regulación financiera, política
de competencia, política de innovación, apoyo a la investigación fundamental,
respuestas a emergencias, medioambiente, etc.
De alguno de los
trabajos incluidos en el referido informe se concluye que ha surgido un sistema
oportunista de extracción de rentas que crea riesgos no asegurables para la
mayoría y vastas recompensas para unos pocos. Considera que “Crucialmente, esto
destruye la ingenua idea de que es posible separar el papel de las empresas
maximizadoras de beneficios del concerniente a la política al establecer las
‘reglas del juego’, como recomendaba Milton Friedman… Los resultados son una
forma de capitalismo que, a pesar de su indubitada superioridad económica
frente a sistemas alternativos, crea una distribución altamente desigual de
recompensas y traslada riesgos ingestionables sobre la gente ordinaria. El
resultado ha sido la política actual de ansiedad e indignación”.
Y sostiene la conocida
tesis de que, en este contexto, “la pandemia ha creado una oportunidad para una
política de competencia y propósito compartido”, complementada con la defensa
de “un caso para una reforma sustancial de nuestra forma de capitalismo, aunque
preservando su esencia de innovación y competencia… la principal cuestión… es
la relación entre la empresa, la sociedad y la política”. A este respecto,
plantea una relación de preguntas a los dirigentes empresariales, entre las que
destaca, como más importante, la siguiente: “Por encima de todo, ¿qué estoy
haciendo para fortalecer los sistemas políticos de los que depende la exitosa
acción colectiva?”.
Ahí radica la
lección esencial derivada de la pandemia: lo que puede lograrse si las
habilidades de la empresa privada se unen con los recursos públicos para
alcanzar objetivos urgentes. La declaración de principios es clara y rotunda:
“Los líderes empresariales son personas racionales a cargo de instituciones
importantes. Deben apreciar la necesidad de reforzar nuestra capacidad de
adoptar decisiones colectivas de manera sensata”.
La lucidez, la
perspectiva y la proyección de las reflexiones de M. Wolf son, en su línea
habitual, admirables. No obstante, no deja de llamar la atención el contraste
que se percibe entre el rigor de sus planteamientos con el aparente soslayo del
tratamiento de algunas cuestiones no triviales. Así, la tajante atribución de racionalidad,
como una connotación natural, al estatus de liderazgo empresarial -al margen de
obviar completamente la influencia de los esquemas concretos de gobierno
corporativo- no se compadece totalmente con algunos comportamientos efectivos que
no destacan precisamente por esa cualidad. De otro lado, la solución de los
problemas colectivos se encomienda automáticamente, sin análisis previo, al ámbito
público, donde, cabe entender, se alcanzan siempre soluciones óptimas y
exitosas.
[1] Vid. M.
Wolf, “Business leaders have to play a better political role”, Financial Times,
18-1-2022.