23 de enero de 2022

Condicionantes para “The Great Reset”: la pandemia como factor impulsor de la acción colectiva

 

Como cada año, al llegar el mes de enero, desde su poderosa atalaya del diario Financial Times (FT), y con el alcance y la potencia de su prestigiosa firma, Martin Wolf lanza su homilía económica. Desde las montañas de Suiza o a través de conexiones telemáticas, los líderes que participan en el World Economic Forum moldean los perfiles del sistema económico y social que ha de imperar en las próximas décadas.

En esta ocasión, el editor económico jefe del FT arranca su análisis subrayando las dos crisis que aquejan al mundo occidental: un colapso en la confianza en nuestro sistema político, y una amenaza medioambiental a escala planetaria[1]. En su opinión, la primera requiere la renovación de un propósito nacional común; la segunda no sólo eso, también un propósito global compartido. Esto último es algo que no está alcance de las empresas, sino que entra dentro del ámbito de la política efectiva.

En un informe del Centre for the Future of Democracy de Cambridge, The Great Reset, en el que él mismo ha participado, se concluye que la pandemia ha fortalecido la confianza en los gobiernos y dañado apreciablemente la credibilidad de los populistas. Sin embargo, no se ha incrementado, hasta ahora, el apoyo a la democracia.

Como gran tema, apunta el de dónde encajan las empresas en este panorama. La sociedad, señala, en sus distintos niveles (local, nacional y global) debe crear el marco dentro del que puedan actuar. Esto rige para todas las dimensiones: legislación laboral, seguridad social, política regional, regulación financiera, política de competencia, política de innovación, apoyo a la investigación fundamental, respuestas a emergencias, medioambiente, etc.

De alguno de los trabajos incluidos en el referido informe se concluye que ha surgido un sistema oportunista de extracción de rentas que crea riesgos no asegurables para la mayoría y vastas recompensas para unos pocos. Considera que “Crucialmente, esto destruye la ingenua idea de que es posible separar el papel de las empresas maximizadoras de beneficios del concerniente a la política al establecer las ‘reglas del juego’, como recomendaba Milton Friedman… Los resultados son una forma de capitalismo que, a pesar de su indubitada superioridad económica frente a sistemas alternativos, crea una distribución altamente desigual de recompensas y traslada riesgos ingestionables sobre la gente ordinaria. El resultado ha sido la política actual de ansiedad e indignación”.

Y sostiene la conocida tesis de que, en este contexto, “la pandemia ha creado una oportunidad para una política de competencia y propósito compartido”, complementada con la defensa de “un caso para una reforma sustancial de nuestra forma de capitalismo, aunque preservando su esencia de innovación y competencia… la principal cuestión… es la relación entre la empresa, la sociedad y la política”. A este respecto, plantea una relación de preguntas a los dirigentes empresariales, entre las que destaca, como más importante, la siguiente: “Por encima de todo, ¿qué estoy haciendo para fortalecer los sistemas políticos de los que depende la exitosa acción colectiva?”.

Ahí radica la lección esencial derivada de la pandemia: lo que puede lograrse si las habilidades de la empresa privada se unen con los recursos públicos para alcanzar objetivos urgentes. La declaración de principios es clara y rotunda: “Los líderes empresariales son personas racionales a cargo de instituciones importantes. Deben apreciar la necesidad de reforzar nuestra capacidad de adoptar decisiones colectivas de manera sensata”.

La lucidez, la perspectiva y la proyección de las reflexiones de M. Wolf son, en su línea habitual, admirables. No obstante, no deja de llamar la atención el contraste que se percibe entre el rigor de sus planteamientos con el aparente soslayo del tratamiento de algunas cuestiones no triviales. Así, la tajante atribución de racionalidad, como una connotación natural, al estatus de liderazgo empresarial -al margen de obviar completamente la influencia de los esquemas concretos de gobierno corporativo- no se compadece totalmente con algunos comportamientos efectivos que no destacan precisamente por esa cualidad. De otro lado, la solución de los problemas colectivos se encomienda automáticamente, sin análisis previo, al ámbito público, donde, cabe entender, se alcanzan siempre soluciones óptimas y exitosas.




[1] Vid. M. Wolf, “Business leaders have to play a better political role”, Financial Times, 18-1-2022.


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