El sistema
financiero es capaz de concebir los productos financieros más sofisticados. En
sus imponentes edificios se celebran reuniones que mueven los hilos de la
economía, a través de decisiones adoptadas por ejecutivos hieráticos que
incorporan en sus códigos genéticos la sabiduría de las finanzas acumulada a
través de sucesivas generaciones de banqueros mayestáticos. La mayoría de ellos
han estudiado en las mejores universidades del mundo y en las escuelas de
negocio más reputadas. Es un sector donde el peso de las líneas sucesorias rivaliza
con la meritocracia. El poderío económico permite captar talento y los grados
de especialización más elevados. A lo largo de la historia, el sector se ha
acostumbrado a vivir, ocasionalmente, momentos de pánico y de penuria, pero
siempre ha procurado mantener su prestancia, aun en horas bajas. Lo que ocurre
dentro de los salones y los despachos probablemente esconde otras muchas
connotaciones y detalles que no trascienden al conocimiento público.
A pesar de todo,
el sector financiero acoge también episodios que alcanzan fácilmente la
categoría de culebrones. Tanto es así que hasta el estilo, la elegancia y la
donosura que caracterizan a algunos de los banqueros más distinguidos se
pierden ante el imparable empuje de las pasiones. Éstas son de distintas
fragancias, pero hay un tipo, de amplio espectro, diríase casi universal, que,
cuando salta el trigger, nunca falla. No hay manera de detenerla. Al fin
y al cabo, el dinero siempre ha sido una fuerza muy poderosa. Cuando está en
juego, hay quienes pierden las formas, la compostura, y todo lo que haga falta.
El affaire
Banco Santander-Andrea Orcel constituye un caso de estudio muy significativo y
peculiar. Cuando, como es mi caso, se desconocen los entresijos, es conveniente
ser prudentes y no precipitarse a emitir juicios aventurados. Además, es tan
larga la secuencia e intrincado el proceso que es preciso embarcarse en una
fase de recopilación de información e investigación para poder tener todas las
claves. Es mucho el material -sentencias judiciales incluidas- que aguarda su
turno, que, como tantas otras veces, quizás nunca llegue.
Aun con tales
cautelas, se dan en este expediente algunos signos externos tan visibles que
cuesta trabajo resistir la tentación de pronunciarse al respecto. El ejecutivo
italiano, considerado una estrella de la banca de inversión, tras su paso por
UBS, consiguió que un juzgado de Madrid le reconociese el derecho a percibir
una indemnización, con motivo del desistimiento de su contratación por el Banco
de origen cántabro, por el módico importe de €68 millones. No obstante,
posteriormente, la instancia judicial ha rebajado dicho importe un 24,1%, esto
es, en €16,4 millones.
Sin duda, el
estudio de este fascinante caso tiene un considerable morbo culebronero,
pero presenta mucho más interés en diversos planos (laboral, motivacional,
psicológico, económico, de equidad retributiva, regulatorio, supervisor, de gobernanza…).
Requiere, para su adecuado tratamiento, de una lógica dedicación, ahora no
factible. Sin embargo, el asunto me ha recordado el suscitado hace ya bastantes
años en relación con la retribución del presidente de un banco suizo.
Javier Santana
Jurado, economista que colaboró esporádicamente con el Instituto Econospérides,
de quien no tengo noticias desde hace tiempo, escribió un artículo con el
título “¿Aceptaría usted una rebaja de su sueldo en un 90%?”.
El artículo
trataba del caso de un banquero cuya retribución se vio reducida en un 90%.
Tremendo recorte, desde luego. No obstante, en el artículo se apuntaba un
pequeño matiz. El monto inicial estaba en torno a €1,6 millones. El documento
fue publicado en la página web del Instituto Econospérides, en la sección de
“Temas de interés”. Sin embargo, no he logrado localizarlo. A diferencia de
otros documentos, no he podido acceder a él, ya que su ubicación ha sido
suplantada. La fortuna no parece sonreírle, en el plano editorial, a este
autor. En su día, nos comentó que un diario regional le rechazó la publicación
de un artículo de opinión sobre la caja única de Andalucía, que, finalmente,
fue publicado en la misma página de Econospérides. A diferencia del otro,
extrañamente, ese sí está accesible.