23 de diciembre de 2021

Contabilidad Nacional Verde

 

El Producto Interior Bruto (PIB) sigue siendo, en la práctica, la magnitud macroeconómica hegemónica. El PIB mide el valor monetario de los bienes y servicios que se producen (dentro de un determinado territorio, en un intervalo de tiempo) menos el valor de aquellos bienes y servicios que se utilizan en su producción. Es lógico que así sea, para evitar una doble contabilización. Así, en el caso de un coche, lo relevante es el valor total final. No tendría sentido sumar por separado el precio final y el de cada uno de los elementos que lo integran. Lo que importa en última instancia es la suma del valor añadido por cada empresa a lo que adquiere de las demás.

Para poder cuantificar el PIB de un país, hace falta poder conocer las cantidades de bienes y servicios producidos y los precios correspondientes a cada uno de ellos. Eso explica que existan grandes dificultades para incluir en el PIB el valor de una serie de actividades que, por realizarse fuera del mecanismo del mercado (como el trabajo doméstico propio o los servicios públicos), no disponen de un precio explícito de referencia. Otra limitación del PIB obedece a que recoge el valor de las inversiones realizadas en cada ejercicio, pero no detrae la depreciación, el desgaste sufrido por los bienes de capital existentes. Así, un indicador mejor sería el del Producto Interior Neto (PIN), en el que se descuenta el montante de las referidas depreciaciones.

Los obstáculos para la correcta medición del PIB se agravan si tenemos en cuenta que la producción de bienes y servicios genera una serie de consecuencias negativas para el medioambiente que, al no estar sujetas a un precio, pasan desapercibidas. Y carece de lógica que la magnitud esencial por la que se evalúa el comportamiento económico de las naciones permanezca ajena a tales repercusiones.

Desde hace años, vienen planteándose alternativas para corregir la situación. Recientemente, William D. Nordhaus, Premio Nobel en 2018, por sus contribuciones a la Economía del medioambiente, viene abogando por la implantación de la Contabilidad Nacional Verde (“The Spirit of Green”, Princeton University Press, 2021). Parte de aclarar una confusión bastante extendida, ligada a la afirmación de que el Producto Interior Bruto es, en realidad, la “Contaminación Interior Bruta”. No es así. El problema surge porque no se computa la contaminación ni ningún otro efecto externo ocasionado por la actividad productiva.

El “Producto Verde” se concibe como una medida de la producción nacional en la que, además de incluir importantes actividades desarrolladas fuera del mercado, se corregirían los impactos sobre la economía derivados de efectos externos (externalidades) como la contaminación. ¿Cómo hacer esto en la práctica?, se pregunta Nordhaus. La respuesta está en la aplicación del enfoque propuesto en 1976 por Martin Weitzman: ampliar las cuentas económicas nacionales estándares -que cubren las transacciones de mercado- para incorporar las actividades o procesos no de mercado.

De esta manera, el Producto Verde sería igual al Producto normal más la cantidad de contaminación multiplicada por el precio de ésta. Dado que los efectos perjudiciales tienen un precio negativo, puesto que son “males” en vez de “bienes”, tendríamos una minoración de la producción nacional, en vez de una adición. Necesitamos, pues, información sobre la cantidad de contaminación y sobre el coste atribuible a cada unidad.

La utilización del enfoque anterior tendría consecuencias tanto para la cuantía absoluta de la producción como para su evolución a lo largo del tiempo. A igualdad de otros componentes, el cómputo de actividades con precio negativo llevaría a una disminución de la producción efectiva. La tasa de crecimiento de ésta dependerá del ritmo de variación de las actividades contaminantes respecto al de las otras actividades. Para el caso de Estados Unidos, las estimaciones disponibles apuntan en el sentido de que el Producto Verde sería inferior, al menos en un 10%, respecto al oficial. Sin embargo, para el último medio siglo, su tasa de crecimiento sería superior a la de la producción no corregida.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



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