El Producto
Interior Bruto (PIB) sigue siendo, en la práctica, la magnitud macroeconómica hegemónica.
El PIB mide el valor monetario de los bienes y servicios que se producen (dentro
de un determinado territorio, en un intervalo de tiempo) menos el valor de aquellos
bienes y servicios que se utilizan en su producción. Es lógico que así sea,
para evitar una doble contabilización. Así, en el caso de un coche, lo
relevante es el valor total final. No tendría sentido sumar por separado el
precio final y el de cada uno de los elementos que lo integran. Lo que importa
en última instancia es la suma del valor añadido por cada empresa a lo que
adquiere de las demás.
Para poder
cuantificar el PIB de un país, hace falta poder conocer las cantidades de
bienes y servicios producidos y los precios correspondientes a cada uno de
ellos. Eso explica que existan grandes dificultades para incluir en el PIB el
valor de una serie de actividades que, por realizarse fuera del mecanismo del
mercado (como el trabajo doméstico propio o los servicios públicos), no
disponen de un precio explícito de referencia. Otra limitación del PIB obedece
a que recoge el valor de las inversiones realizadas en cada ejercicio, pero no
detrae la depreciación, el desgaste sufrido por los bienes de capital existentes.
Así, un indicador mejor sería el del Producto Interior Neto (PIN), en el que se
descuenta el montante de las referidas depreciaciones.
Los obstáculos
para la correcta medición del PIB se agravan si tenemos en cuenta que la
producción de bienes y servicios genera una serie de consecuencias negativas
para el medioambiente que, al no estar sujetas a un precio, pasan
desapercibidas. Y carece de lógica que la magnitud esencial por la que se
evalúa el comportamiento económico de las naciones permanezca ajena a tales repercusiones.
Desde hace
años, vienen planteándose alternativas para corregir la situación.
Recientemente, William D. Nordhaus, Premio Nobel en 2018, por sus
contribuciones a la Economía del medioambiente, viene abogando por la
implantación de la Contabilidad Nacional Verde (“The Spirit of Green”,
Princeton University Press, 2021). Parte de aclarar una confusión bastante
extendida, ligada a la afirmación de que el Producto Interior Bruto es, en
realidad, la “Contaminación Interior Bruta”. No es así. El problema surge porque
no se computa la contaminación ni ningún otro efecto externo ocasionado por la
actividad productiva.
El
“Producto Verde” se concibe como una medida de la producción nacional en la
que, además de incluir importantes actividades desarrolladas fuera del mercado,
se corregirían los impactos sobre la economía derivados de efectos externos
(externalidades) como la contaminación. ¿Cómo hacer esto en la práctica?, se
pregunta Nordhaus. La respuesta está en la aplicación del enfoque propuesto en
1976 por Martin Weitzman: ampliar las cuentas económicas nacionales estándares
-que cubren las transacciones de mercado- para incorporar las actividades o
procesos no de mercado.
De esta
manera, el Producto Verde sería igual al Producto normal más la cantidad de
contaminación multiplicada por el precio de ésta. Dado que los efectos
perjudiciales tienen un precio negativo, puesto que son “males” en vez de
“bienes”, tendríamos una minoración de la producción nacional, en vez de una
adición. Necesitamos, pues, información sobre la cantidad de contaminación y
sobre el coste atribuible a cada unidad.
La
utilización del enfoque anterior tendría consecuencias tanto para la cuantía
absoluta de la producción como para su evolución a lo largo del tiempo. A
igualdad de otros componentes, el cómputo de actividades con precio negativo
llevaría a una disminución de la producción efectiva. La tasa de crecimiento de
ésta dependerá del ritmo de variación de las actividades contaminantes respecto
al de las otras actividades. Para el caso de Estados Unidos, las estimaciones
disponibles apuntan en el sentido de que el Producto Verde sería inferior, al
menos en un 10%, respecto al oficial. Sin embargo, para el último medio siglo,
su tasa de crecimiento sería superior a la de la producción no corregida.
(Artículo
publicado en el diario “Sur”)