23 de agosto de 2021

Los cuatro pilares del conocimiento económico

 

La edición de la obra “The four pillars of economic understanding”, escrita por Peter J. Boettke, profesor de Economía y Filosofía de la George Mason University, es bastante penosa[1]. Lo es en cuanto a maquetación, diseño y aspectos formales, como el abundante número de citas que no aparecen en la sección bibliográfica. Deja también bastante que desear respecto a la sistematización de los contenidos.

Sin embargo, todo ello no le resta interés como aportación al enfoque metodológico de la docencia de la Economía, ni como síntesis de las contribuciones de relevantes figuras del pensamiento económico que han quedado soslayadas ante el curso tomado por las corrientes dominantes en dicho campo.

El autor lleva a cabo una apasionada defensa del liberalismo económico, fundamentada en señaladas aportaciones doctrinales y en la experiencia histórica de países que se han regido por diversos modelos económicos y políticos. Y lo hace tomando como referencia los que considera son los cuatro pilares de la educación económica: verdad y luz; belleza y asombro; esperanza; y compasión:

Verdad y luz: La Economía comienza con un reconocimiento de la escasez, lo que obliga a tener que realizar continuamente elecciones. Según Boettke, “el aprendizaje de la Economía es, en considerable medida, el aprendizaje de todas las implicaciones de la escasez, y así la persistente y consistente aplicación del razonamiento del coste de oportunidad a todos los asuntos humanos… La Economía aporta luz y verdad a la oscuridad, y penetra la niebla para dar sentido a todos los empeños humanos…”.

Belleza y asombro: Pensemos simplemente en todos los bienes y servicios que tenemos a nuestro alcance, sin que respondan a un sistema reglado de distribución de funciones. Recuerda Boettke que Hayek utilizaba la palabra “maravilla” para “sacudir a sus colegas profesionales de la complacencia sobre la belleza y el asombro de la compleja coordinación de una economía de libre mercado”[2].

Esperanza: “La Economía nos enseña la esperanza en la mejora de la mejora de la condición humana”, cómo, a través de la expansión del comercio, los refinamientos en la división del trabajo, las innovaciones tecnológicas, y la adopción de reglas del juego económico que promueven estos desarrollos, la humanidad ha logrado escapar de su destino malthusiano y, con ello, miles de millones de personas han podido mejorar sus condiciones de vida.

Compasión: Por último, Boettke considera que “la enseñanza de la Economía debe subrayar cómo el progreso económico no resulta en ganancias sólo para los ricos, sino que también mejora a los menos favorecidos de su anterior situación precaria a través del avance material”.

En definitiva, la obra comentada constituye una valiosa referencia para todas aquellas personas interesadas en promover la enseñanza del conocimiento económico a partir de una base consistente, pegada a la realidad cotidiana, con una mente abierta y libre de prejuicios y dogmas. Las teorías juegan un papel muy importante, pero deben pasar un filtro ineludible, el de los hechos. Si una teoría se muestra incapaz de explicar la realidad, lo que procede, en primera instancia, es reconsiderar su validez, no la de los hechos objetivos.

“La Economía como instrumento de crítica social… es un método racional para valorar políticas alternativas e incluso sistemas económicos. La estricta adhesión a la libertad como valor en el análisis implica que el economista toma los fines del proponente como dados, y limita su análisis crítico a la efectividad del medio elegido por el proponente para el logro de los fines declarados por éste para la política o el sistema”, proclama Boettke, poniendo de relieve, implícitamente, el papel del enfoque normativo de la Economía.





[1] American Institute for Economic Research, 2020.

[2] Hace algún tiempo, el filósofo Ernesto Villanueva me expresaba cómo le maravillaba pensar todo lo que era necesario para que él pudiera tener un lápiz encima de su mesa. Creía que era un verdadero milagro. Yo, también. Le comenté que, hace más de medio siglo, Leonard Read había escrito un texto justamente sobre todas las actividades necesarias para producir un lápiz (“I, pencil”). Le dije que trataría de escribir una nota al respecto, que sigue pendiente.

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