La evolución de
la economía de un país depende del comportamiento diario de millones de
personas que, constantemente, toman decisiones. Los modelos económicos
tradicionales consideran a los individuos como agentes racionales que pretenden
maximizar su propia utilidad. La aplicación de tales modelos permite, en
determinadas circunstancias, obtener importantes conclusiones para explicar y
predecir las conductas económicas individuales.
Sin embargo, la
realidad suele ser bastante más compleja, en una sociedad donde hay continuas y
múltiples interacciones, y las creencias y percepciones juegan un papel de
primer orden como condicionantes de dichas conductas. Así, por ejemplo, si en
un país, en las primeras etapas del ciclo educativo, se transmite a los alumnos
que un empresario es un explotador sin escrúpulos que sólo busca su propio
beneficio, es probable que la figura del emprendedor no encuentre una posición
social demasiado favorable para el surgimiento de empresarios schumpeterianos.
Las denominadas
narrativas económicas ocupan un lugar central en el proceso de toma de
decisiones, y, al igual que los virus, pueden expandirse a enorme velocidad. Cuando
se transmiten con gran facilidad, pueden ser un factor crucial en la generación
de fluctuaciones económicas. La incorporación de estas narrativas al análisis
económico es el planteamiento que efectúa Robert J. Shiller, Premio Nobel de
Economía 2013, en su obra “Economía Narrativa”, publicada antes de la pandemia,
y que ha aparecido en España con el título “Narrativas económicas” (Ed. Deusto,
2021) y un subtítulo que no se corresponden estrictamente con los originales.
En el libro nos
encontramos un extenso y diverso recorrido por una serie de casos históricos
que ilustran el auge de señaladas narrativas económicas. Para Shiller, la del
Bitcoin se mantiene como el caso supremo de las que han alcanzado un carácter
viral, y cree que su historia es en parte una burbuja y en parte un misterio. También
la conocida curva de Laffer (que muestra una relación en forma de “U” invertida
entre la recaudación tributaria y el tipo de gravamen del impuesto sobre la
renta) alcanzó en su día gran relevancia. Hay otras narrativas económicas
perennes (pánicos bancarios frente a confianza, frugalidad frente a consumo
ostensible, automatización y destrucción de empleo, auge y caída del sector
inmobiliario…) que son objeto de un pormenorizado análisis histórico.
Shiller aboga por
abordar el contagio de los relatos que calan en la sociedad, como explicación o
justificación de un acontecimiento, en el estudio de la economía: “El análisis
de las narrativas económicas, entendido como el estudio de la propagación viral
de creencias y relatos que afectan al comportamiento de los agentes económicos,
puede mejorar nuestra capacidad de anticipar y gestionar sucesos económicos
futuros”. Para ello es necesario fomentar la investigación colaborativa entre
economistas y expertos de otras disciplinas.
El autor nos
recuerda que las noticias falsas han estado presentes a lo largo de la
historia, por lo que parecen inseparables de la condición humana. Los bulos no
se sustentan en la situación real de las fuerzas económicas fundamentales, pero
pueden afectar grandemente al rumbo de los resultados económicos. Incluso
aunque no provengan de un falseamiento expreso de la realidad, algunas falacias
instaladas en la mentalidad general pueden acabar teniendo graves
consecuencias. Recordemos, por ejemplo, la idea extendida durante tanto tiempo,
en España y en otros países, de que el precio de la vivienda no podía bajar en
términos nominales.
Shiller destaca
siete rasgos comunes a los que debemos prestar atención para una mejor
comprensión de las narrativas económicas: 1) las epidemias pueden ser rápidas o
lentas, grandes o pequeñas; 2) aunque no se hable permanentemente de ellas,
algunas narrativas económicas tienen efectos latentes muy importantes; 3) las
constelaciones narrativas tienen más impacto que una narrativa aislada; 4) el
impacto puede ser cíclico o intermitente en el tiempo; 5) la verdad no es
suficiente para detener las narrativas falsas; 6) el contagio de las narrativas
depende de las posibilidades de su reiteración; y 7) las narrativas económicas
prosperan cuando apelan a cuestiones como el interés humano, la identidad y el
patriotismo.
(Artículo
publicado en el diario “Sur”)