Hace ya
bastante tiempo que compré el libro de Nassim Nicholas Taleb “Skin in the game.
Hidden asymmetries in daily life” (Random House, 2018). Después de haber leído
el sugerente “Cisne negro”, es normal que se disparen las expectativas respecto
de todo lo que pueda salir de la pluma de ese disruptivo escritor. No obstante,
aquellas se enfrían bastante tras abordar “El lecho de Procusto”, uno de los
libros más decepcionantes que recuerdo.
De todas formas, no haberme adentrado hasta ahora en “Skin in the game”
no se debe a ese efecto sino al olvido entre un montón de lecturas frustradas.
También quizás al hecho de haber tenido conocimiento der diversas reseñas
verbales -necesariamente simplificadoras- sobre sus supuestos mensajes
centrales.
Y, por qué
no, puede que igualmente al creer que su esencia está ya contenida en el propio
título. Tras haber asimilado ya como algo estructural la presencia de elementos
como el “clawback” en los sistemas de remuneración variable, y la
implementación de diversas políticas y reglamentos que regulan las conductas
dentro del desempeño profesional, con inclusión de un amplio elenco de
infracciones y sanciones, uno vislumbra una suerte de coordenadas mentales. No
obstante, el propio Taleb (págs. 4-5) señala que podría haber elegido otro
título más expresivo para su libro, pero no lo hizo, ya que “no le gusta leer
libros que [le] informan de lo obvio”. Afirma que le “gusta verse sorprendido”.
Y bien que él
consigue sorprender al lector que ingenuamente se acerque a esta extraña obra.
Aparentemente, la noción que quiere transmitir acerca de “jugarse el pellejo”
se refiere simplemente a que quien lleve a cabo una acción o efectúe una
recomendación no sólo participe en las ganancias, sino que también se vea
afectado por los daños que pueda causar. Pero, en realidad, arrastra al lector
a un juego caprichoso y sumamente enrevesado, casi desquiciador. Tanto que, en
una primera impresión, uno está tentado a creer que la composición es fruto de
un carácter errático incontenible. No se sabe si premeditada o espontáneamente.
El espectro
de temas abordados es extraordinariamente diverso y atípico. De manera
sorpresiva, nos encontramos, por ejemplo, con un furibundo ataque a la
construcción teórica del gran preboste Piketty en su obra “El capital en el
siglo XXI” (págs. 133-135). Y, curiosa, y extrañamente, al igual que en esta
última obra, nos topamos con la casi inevitable remisión a la cláusula de la
“excepción que confirma la regla” (pág. 35).
Es
verdaderamente llamativo cómo intelectuales de esta altura -no digamos un
especialista en Estadística como el autor de “El cisne negro”- se aferran a tan
extendida falacia. En esta ocasión para fundamentar que el éxito de los Dumas
en organizar un escuadrón de escritores “fantasmas” para engordar sus
producciones literarias es una excepción que confirma la regla de que “la
producción [literaria] no es expansible”.