La
renta básica universal viene ganando enteros en los programas de los partidos
políticos, al tiempo que la propuesta va calando cada vez más como un derecho
integrante del nuevo contrato social. No faltan, sin embargo, quienes se oponen
a dicho planteamiento, ya sea por razones económicas o de tipo ético. La
cultura del derecho frente a la cultura del esfuerzo. Ambas mantienen viva su
disputa.
También
en este apartado se proyecta el criterio de los economistas respecto a la
noción de renta, que, como es sobradamente conocido, no se sigue en la
práctica. Un protagonismo especial dentro del análisis económico corresponde al
tratamiento del ocio no forzado.
En
un interesante artículo, Merryn Somerset Webb hace un análisis acerca de las
posibles lecciones que, para la renta básica universal, pueden extraerse de la
experiencia de las medidas de sostenimiento de la renta adoptadas durante la
crisis de la Covid-19[1].
De
entrada, ofrece un ejemplo altamente ilustrativo y que, de una manera sencilla,
sintetiza algunos argumentos estándares del análisis económico:
"Supongamos que estás desempleado y alguien te ofrece $15 por hora para trabajar
40 horas a la semana… en McDonald's en Estados Unidos. Esto te daría $600 a la
semana. No es una fortuna. Tampoco algo horrible. Así, si todo lo demás
permanece igual, si estuvieras en la necesidad de trabajar, probablemente
aceptarías el puesto. ¿Pero qué ocurriría si alguien distinto te estuviera
ofreciendo un poco más de $600 a la semana si no lo aceptaras? Quizás $650 -por
permanecer en casa. Mi apuesta es que podrías pensártelo dos veces".
Según
Webb, una situación similar podría estar en parte detrás del problema
encontrado actualmente por las empresas estadounidenses para contratar a
personal. A raíz de las ayudas públicas concedidas en el contexto de la
pandemia, ha podido darse la circunstancia de que "la renta del empleo
esperada sea menos que las transferencias públicas y el valor del tiempo
libre".
Igualmente
en opinión de la autora, "todo esto podría parecer obvio. Pero es un
problema para quienes creen en una renta universal básica… La premisa básica
[de ésta] es que si se puede disponer del dinero para dar a todo el mundo una
renta incondicional, no sujeta a recursos, para cubrir todas sus necesidades
básicas, los perceptores pasarán a ser más felices, más sanos, más productivos
y -crucialmente- menos proclives a estar desempleados. Es una idea estupenda.
Pero más allá de la muy obvia cuestión del coste, surge un problema: ha habido
muchos pequeños experimentos, ninguno de
los cuales ha producido evidencia de que funcione".
No
obstante, ante la extensión de la aplicación de este tipo de esquemas, sin duda
habrá más oportunidades de contrastar sus ventajas e inconvenientes.
Muy
probablemente, la percepción de cada uno de nosotros acerca del papel de los
impuestos, las transferencias y los servicios públicos se vea bastante
condicionada por la senda que haya tenido nuestra trayectoria personal o
profesional. Hoy pensamos una cosa, pero no sé qué habríamos pensado si, con 20
años de edad, alguien nos hubiese dicho que nos garantizaba una renta anual
mínima de 43.000 euros anuales. Es lo que ha prometido el gobierno escocés si
consigue la independencia. Quizás no tanto respecto a los defensores "ex
post", pero sí respecto a los "ex ante", a la cultura del
esfuerzo le saldría un considerable rival.
[1]
“Why pandemic benefits spell trouble for universal basic income”, Financial
Times, 28 de mayo de 2021.