3 de julio de 2021

El disfrute del arte como renta intangible: escena en un puerto desconocido

 

Aprovechando que ningún inspector tributario suele visitar este rincón extraviado, puedo permitirme la licencia de reconocer haber disfrutado de una renta no declarada. Ahora bien, en mi descargo he de esgrimir: i) que no había reparado expresamente en esa circunstancia; ii) que se trata de una renta estrictamente no monetaria, de difícil y altamente subjetiva valoración; y iii) que esa apreciación viene a reflejar la divergencia entre el criterio adoptado por la normativa tributaria y el criterio económico. En cualquier caso, si aquélla llegara a incorporar dentro del hecho imponible del impuesto sobre la renta las utilidades del disfrute de una obra de arte en el lugar de trabajo, podría argüirse que, en buena medida, la contribución del arte, visual o sonora, es, en algunos casos, un factor necesario para poder desarrollar una actividad laboral. Poder detener la mirada en un lienzo apreciado, mientras se realiza alguna tarea o se piensa cómo abordarla, es un factor importante en el desempeño individual. Con el tiempo se convierten en colaboradores silenciosos y en elementos imprescindibles de nuestro hábitat cotidiano.

El artista plasmó espléndidamente la escena. La imagen parece que se congela, pero al mismo tiempo transmite vitalidad; el mar está en calma, pero el galeón siembra inquietud, que no afecta a los personajes, ni a los comerciantes ni a los operarios. Las nubes se agrandan y llegan a ocultar el horizonte, y a nosotros el nombre del puerto donde todo acontece.

El paso del tiempo fue cambiando los perfiles del óleo, que, en el fondo, nunca deja de comportarse como un ser vivo. Sólo la meticulosidad de los trabajos de restauración pudo hacerle retornar a su apariencia originaria, deshaciendo el largo siglo vivido.

Para reencontrar la ubicación del puerto será preciso, sin embargo, recurrir a una investigación especial que se presume laboriosa. Se tenga o no éxito en ella, no se verá mermada la admiración hacia el autor del lienzo, el pintor Nicolás Ramos, como tampoco el agradecimiento hacia quienes me han permitido deleitarme durante años con esa magnífica obra, que forma parte del patrimonio artístico de la Fundación Unicaja.




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