De
la obra “El economista camuflado”, de Tim Harford, traducida a 30 idiomas, se
han vendido más de 1,5 millones de copias en todo el mundo. Harford es también
el autor de una columna semanal, con ese nombre, en el diario Financial Times. Desde hace años, viene
desplegando su abundante arsenal de fundamentos económicos para exponer,
plantear y analizar numerosas cuestiones y problemas económicos. La aplicación
de la perspectiva económica está omnipresente en sus textos, de manera
explícita, por lo que la referida denominación no puede ser más engañosa.
En su último libro, “10 reglas para
comprender el mundo” (Conecta, 2021), ante un panorama tan adverso, confuso e
incierto como el que vivimos, se muestra, según se indica en el subtítulo de la
edición española, “Cómo los números pueden explicar (y mejorar) lo que sucede”.
No obstante, según el título original, se trata, más bien, de “Diez reglas para
pensar de manera diferente acerca de los números”.
Vivimos una época en la que las cifras
estadísticas son sumamente importantes, como determinantes o condicionantes en
múltiples facetas, tales como: percepción de la realidad, reacción y posicionamiento
ante los acontecimientos, decisiones de trabajo, ahorro, consumo, endeudamiento
o inversión, estrategias empresariales, o medidas de política económica
adoptadas. Aspectos tan relevantes como la distribución de la renta y la
riqueza, el reparto de la carga impositiva, el impacto del cambio climático, la
adecuación de las pensiones públicas, el rendimiento de los deportistas
profesionales, la incidencia de las enfermedades, o la efectividad de las
vacunas, no pueden interpretarse coherentemente si no se dispone de datos
fiables y objetivos, y si éstos no se utilizan correctamente.
Las estadísticas constituyen un sustrato imprescindible
de la sociedad. Sin una buena base estadística y sin una interpretación
adecuada de los datos difícilmente puede existir una sociedad informada, sólida
y cohesionada. La buena información estadística constituye un bien colectivo de
primer orden. A escala individual, estar en condiciones de identificar, acotar,
modular, contextualizar, destilar y procesar los datos numéricos es esencial
para la generación de opiniones fundamentadas, y la toma de decisiones
racionales y responsables.
Para quien comparta el anterior
planteamiento, puede ser de gran ayuda el libro de Harford, quien adopta una
visión antagónica a la su antecesor en la divulgación estadística Darrell Huff,
que, en 1954, publicó “Cómo mentir con estadísticas”. La obsesión del
economista británico es mostrarnos que las estadísticas no deben utilizarse
como un truco, sino como un instrumento valioso, como lo son las diez reglas,
basadas en los principios del sentido común, que nos propone:
1ª. Tratar de controlar nuestras
emociones cuando estamos ante una nueva información.
2ª. Combinar de manera equilibrada la
“vista de pájaro”, basada en las estadísticas, con la “vista de gusano”,
asociada a la experiencia personal, bajo la fórmula del “pensamiento lento”.
3ª. Adoptar cautelas para comprender el
hecho principal y más obvio, lo que se mide o se cuenta, y la definición
empleada.
4ª. Tomar distancia y buscar información
que aporte contexto, a fin de intentar comprender la tendencia.
5ª. Indagar las condiciones y los
supuestos de los resultados que se difunden de las investigaciones sobre
distintas cuestiones.
6ª. Vigilar los errores y los sesgos de
las muestras, para tener claro quién o qué falta en los datos, y cómo, en tal
caso, se ven condicionadas las conclusiones.
7ª. Exigir transparencia respecto a los
datos utilizados y a los métodos para su procesamiento, y no presuponer que
correlación implica causalidad.
8ª. No dar por sentada la bondad de las
bases estadísticas utilizadas, aunque sean oficiales.
9ª. No dejarse llevar por manipulaciones
estadísticas enmarcadas en presentaciones atrayentes o que desvían la atención
del problema fundamental.
10ª. Mantener la mente abierta,
preguntándonos en qué podemos estar equivocados y estar dispuestos a cambiar si
han cambiado los hechos.
Harford remata su decálogo con una regla
de oro, la de ser curiosos: “Si queremos comprender el mundo, debemos hacer
preguntas: preguntas auténticas, con la mente abierta. Y una vez que empecemos
a preguntar, quizá nos parezca deliciosamente difícil parar”.
(Artículo publicado en el diario “Sur”)