Cualquier programa educativo se proyecta sobre una realidad cambiante, como cambiantes son los perfiles y las necesidades de los destinatarios de las acciones formativas. Si esto es un rasgo intrínseco en todos los ámbitos del conocimiento, lo es de manera acentuada en conexión con las materias económicas y financieras, sujetas a movimientos y cambios incesantes. Si bien es cierto que hay conceptos básicos que permanecen inmutables en su esencia, la realidad económica y financiera está inmersa en un proceso de transformación permanente, acentuado en los últimos años, bajo el impulso de tendencias estructurales y del impacto de acontecimientos imprevistos, lo que exige que los programas de educación financiera sean objeto de una revisión continua. A ello se une la necesidad de contrastar la validez de los enfoques didácticos, y de calibrar la capacidad de los distintos canales y de los instrumentos utilizados para su impartición.
El diseño
de programas de educación financiera eficaces se enfrenta a un amplio conjunto
de condicionantes y retos del entorno que no pueden pasar desapercibidos. A
continuación se recogen algunos aspectos significativos que, en nuestra
opinión, deben tenerse presentes en dicha tarea:
i.
A nuestro entender, el diseño de una propuesta
formativa en este ámbito debe partir de una visión holística del proceso de
toma de decisiones financieras, a fin de apreciar e incidir en el papel de la
educación financiera. El foco debe ponerse en la toma de decisiones: qué
elementos son necesarios para que una persona pueda adoptar sus decisiones
financieras de una manera consciente, sistemática y coherente.
ii.
Como referencia, cobran una gran utilidad los
cuadros de competencias elaborados por la OCDE para los diferentes colectivos
según edad y circunstancias. Sobre dicho marco se proyectan las nuevas
tendencias.
iii.
Proceso de digitalización:
a.
Éste afecta de manera especial al sistema financiero,
con una profunda transformación tanto en la vertiente de la oferta como en la de
demanda de servicios financieros, y en la forma de relación entre los
proveedores de tales servicios y los clientes. Al mismo tiempo, han hecho acto
de aparición nuevos operadores especializados (Fintechs) que ofrecen servicios financieros específicos a través de
canales telemáticos. De igual modo, las Bigtechs
aprovechan su enorme potencial de penetración para ofrecer servicios
financieros, bien exclusivamente o en alianza con operadores especializados.
Los desarrollos han sido particularmente intensos en el terreno de los medios
de pago, en el que la entrada en vigor de nuevas normas (vgr., PSD2) habilita
la provisión de nuevos servicios y espolea la competencia empresarial.
b.
La digitalización lleva aparejados, no
obstante, algunos problemas. La exclusión de facto de personas integrantes de
algunos colectivos poblacionales es un hecho. También lo es el aumento de los ciberriesgos para las entidades
financieras, como igualmente la mayor exposición de los clientes a actuaciones
fraudulentas cada vez más sofisticadas y perniciosas. El desarrollo de
competencias sobre finanzas digitales, en definitiva, ha adquirido una
importancia de primer orden.
c.
La digitalización, además de aflorar nuevos
contenidos formativos a tener en cuenta, aporta distintas alternativas para su
elaboración y transmisión.
iv.
Otros desarrollos ligados a los avances
tecnológicos deben ser igualmente objeto de consideración, tales como los big data, la analítica avanzada, el machine learning o la inteligencia
artificial.
v.
A lo largo de los últimos años han irrumpido,
en algunos casos reviviendo viejos planteamientos, diversos paradigmas de gran
relevancia:
a.
en el plano económico, con la consolidación de
nuevas formas de actividad económica real (economía colaborativa, economía
informal, economía circular…) o las adaptaciones a nuevas tendencias (cambio tecnológico
teletrabajo, envejecimiento poblacional…);
b.
en el plano financiero (tipos de interés
negativos, finanzas sostenibles, salud financiera…);
c.
en el plano fiscal (marco para la tributación
internacional de las sociedades, nuevas opciones fiscales…);
d.
en el plano de los mercados de capitales
(aparición de nuevos vehículos e instrumentos de inversión, modos de
operatoria…);
e.
en el plano monetario (criptomonedas, monedas
digitales de los bancos centrales, revisión del papel de los bancos centrales…).
f.
en el plano doctrinal (teoría monetaria
moderna, Plan Chicago…).
vi.
La educación financiera como disciplina
fronteriza: este carácter se ha acentuado, de manera que la “flor de la
educación financiera” tiene que amoldarse para acoger “nuevos pétalos”. Aparte de los tradicionales, el de la
Psicología financiera cobra cada vez más prestancia, así como el de la
Estadística. Igualmente, el del Análisis económico, sobre la base de que la
consideración de las implicaciones financieras de una decisión ha de pasar previamente
por el tamiz del prisma económico. Tratar de evitar sesgos conductuales en la
adopción de decisiones financieras es una faceta primordial, que ha de partir
de la corrección de la situación generalizada de sobreconfianza acerca de los
propios conocimientos financieros.
vii.
Vinculado con lo anterior, el nivel de cultura
financiera juega un papel de primer orden en la percepción social de los
problemas económicos y, en este sentido, en la extensión de distintas
narrativas económicas.
viii.
Ante la importancia económica y social del
emprendimiento, los programas de educación financiera deben contemplar el
desarrollo de acciones específicas centradas en ese ámbito.
ix.
El respeto a los preceptos del Código de
Buenas Prácticas promovido por el Banco de España y la CNMV ha de ser una
referencia permanente, máxime cuando, como es el caso del proyecto Edufinet, tales
preceptos forman parte de su ADN constitutivo.
x.
La evaluación de la eficacia de los programas,
a fin de calibrar el verdadero impacto de las actuaciones debe ser una
prioridad. La formación de los formadores es un requisito fundamental en este
sentido. Según un estudio del Global
Financial Literacy Excellence Center, dicha formación tiene una gran
importancia, además, para aumentar la motivación y la confianza entre los
profesores.
xi.
Atendiendo a la orientación última de la
educación financiera según los estándares internacionales, debe tenerse
presente el objetivo final de la mejora del bienestar de las personas. Resulta,
pues, necesario incorporar esta dimensión, si bien de manera diferenciada. Todo
empieza con la toma de conciencia de los problemas que se afrontan y de las
necesidades financiera que surgen. A esto sigue la contextualización, la
aplicación de conocimientos y competencias para la toma de decisiones,
complementados con actitudes personales, finalmente traducidas en
comportamientos concretos. La capacidad para valorar las consecuencias de la
asunción de deudas juega un papel esencial en relación con la finalidad
apuntada.
xii.
Ligado con lo anterior, la aproximación a la
posición del sector público en relación con la provisión de bienes y servicios,
y el otorgamiento de prestaciones sociales constituye, dadas sus evidentes
repercusiones en las finanzas personales, un componente indispensable en los
programas de educación financiera.
xiii.
Ante la multiplicación de iniciativas de
educación financiera, sería conveniente promover la configuración de redes a
fin de aprovechar sinergias y ventajas
tanto para los proveedores de recursos como para los usuarios.
xiv.
La potenciación de los elementos de
interactividad es una línea básica en aras de lograr la implicación de los
usuarios de los programas y de la mayor eficacia de éstos.
xv.
A este respecto, la dotación de una mayor
recurrencia, o incluso presencia estructural, de la educación financiera podría
ser un factor determinante. Ese rasgo sería plenamente coherente con el enfoque
de la planificación financiera que debe informar el proceso de adopción de
decisiones.
xvi.
Dada la importancia contrastada del papel que
ejercen los padres sobre el nivel de cultura financiera de sus hijos, son en la
práctica agentes esenciales en la transmisión de los conocimientos financieros.
Por ello, su participación en programas de educación financiera tiene
repercusiones directas e indirectas.
Aunque el
recuento anterior no haya sido exhaustivo, ni se ha pretendido que lo sea, la
diversidad de los requerimientos y la magnitud de los retos que se esbozan
configuran unas tareas y exigencias que bien podrían calificarse como
abrumadoras. Puede que realmente lo sean, pero no en menor medida son también
apasionantes para cualquier persona motivada por la participación en la
formación dentro un campo tan relevante para la sociedad, y que desee
involucrarse en alguna de las múltiples facetas que integran el proceso
productivo de la educación financiera. Para esas personas, especialmente para
los docentes vocacionales altruistas, es de aplicación el paradigma expuesto en
el III Congreso de Educación Financiera de Edufinet, celebrado en noviembre de
2020: L24LT: Lifetime Learning for Lifetime Teaching.
(Nota preparada
para la reunión anual del Equipo de Trabajo de Edufinet, de 1 de julio de 2021)