29 de junio de 2021

El CO2 y el calentamiento global: dudas desconcertantes

 

La toma de conciencia respecto a la magnitud de los riesgos relacionados con el clima y a la necesidad de adoptar un conjunto de medidas para hacerles frente se ha extendido e intensificado en el curso de los últimos años. A pesar de ello, no han desaparecido algunas posiciones minoritarias marcadas por un considerable grado de escepticismo, con base en argumentos más o menos controvertidos, como tampoco otras más extremas catalogadas normalmente como "negacionistas".

Teniendo en cuenta que, al parecer, aún hoy día existen "terraplanistas" convencidos -visión que, contrariamente a algunas creencias extendidas, ya se había superado en la época de Colón-, apenas puede sorprender que haya posturas discrepantes de las visiones respaldadas por la corriente principal de la comunidad científica. 

Más desconcertante es, sin embargo, encontrarse con manifestaciones de estudiosos aparentemente respaldados por un bagaje técnico no despreciable que manejan argumentos no tan fácil ni directamente desechables como las burdas oposiciones frontales a todo lo que tenga alguna connotación de cambio climático.

Tal es el caso del diagnóstico que efectúa Pascal Richet (Expansión, 26-6-2021). Este científico, miembro del Institut de Physique du Globe de París, apunta una serie de cuestiones que al menos suscitan alguna reflexión. La limitación de los períodos de tiempo incorporados en los modelos climáticos por ordenador es una de ellas. Otra, potencialmente de enorme importancia, es la aseveración de que la evidencia paleoclimática muestra que los períodos de altos niveles de CO2 no preceden a los períodos de altas temperaturas, sino que son posteriores y sistemáticamente más largos.

De hecho, no sólo los economistas, por la imposibilidad de realizar experimentos (reales y a escala macroeconómica) en el laboratorio, tienen dificultades para el contraste empírico de sus teorías. El transcurso de unas décadas puede ser bastante para la vida normal de una persona, pero para los ciclos geológicos resulta sólo un instante.

Lejos de ser meros juicios de valor, se trata de proposiciones que debieran ser sometidas al filtro del método científico, con arreglo a los estándares habituales. Con independencia de que las implicaciones de tales proposiciones se adecuen o no a nuestras percepciones, no parece que sea muy científico desecharlas categóricamente sin entrar a evaluarlas y, mucho menos, excomulgar a quienes osen proclamarlas. Sin embargo, a tenor de lo indicado en el artículo referido, eso es justamente lo que ha ocurrido en este caso: "Como he podido experimentar, el rasgo más inquietante del debate sobre el clima es el deseo de descalificar de entrada al adversario arrastrándolo a otros campos no relacionados con el problema, en lugar de ofrecerle comentarios críticos a los que podría responder científicamente. Sorprendentemente, el libre debate en que se ha basado el progreso científico en la Historia ha sido sustituido por acciones propias del totalitarismo…". Desde luego, si esto fuera así -lo que sería, en su caso, un hecho contrastable-, no podría afirmarse que se estuviese adoptando una actitud demasiado científica.

Las dudas sobre la acreditación del cambio climático se antojan desconcertantes, como también lo son las que conciernen a la esfera metodológica, pero éstas se convierten en inquietantes cuando queda en entredicho la posibilidad de desafiar, aunque sea de manera inverosímil, el estado del conocimiento. ¿Qué habría sido del progreso científico si, a lo largo de la historia, hubiese prevalecido el enfoque inquisitorial?



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