6 de junio de 2021

Antología del disparate, de ocurrencias y de genialidades

Alguien me preguntaba hace poco que por qué no escribía una antología de los posibles disparates que pudiera haber acumulado a lo largo de mis 40 años de docencia, a imitación de la inigualable colección formada por el ilustre e irrepetible profesor Luis Díez Jiménez, que ejerció durante años la docencia en el Instituto Nuestra Señora de la Victoria de Málaga. El ejemplar que aún conservo, que me dedicó el 24 de mayo de 1973, tras una apretada y exigente disputa con uno de los alumnos más aventajados en Ciencias Naturales, es uno de los tesoros más apreciados de toda mi larga y ardua trayectoria académica.

En el curso de estos 40 años de docencia ininterrumpida, con los correspondientes exámenes, han sido numerosos los “hechos curiosos” acaecidos. No fui tomando nota de ninguno de ellos, por lo que en la memoria sólo quedan reminiscencias deslavazadas. Por otro lado, nunca fue mi intención emular a aquel inolvidable profesor.

En cualquier caso, nunca hay que perder de vista que quien pone el texto de un examen está en una situación de superioridad. El examinador se encuentra siempre en un plano superior al del examinando, y eso es algo que no hay que olvidar nunca. Por muchas razones, lo ideal sería que las funciones docente y evaluadora recayeran en personas diferentes, a fin de garantizar la máxima objetividad y asegurar que el nivel de conocimientos de los alumnos es contrastado en función de estándares adecuados.

Aparte de posibles respuestas más o menos “desajustadas”, sí es cada vez más frecuente encontrarse, más que sugerencias, con verdaderos requerimientos o recriminaciones por hechos que pueden parecer insólitos en el mundo universitario, como haber cubierto todo el programa de la asignatura y, en consecuencia, examinar de todo su contenido, o pedir que, en un examen tipo test, se aporte una breve justificación de la respuesta seleccionada.

Circunstancialmente, hoy mismo un estudiante de educación primaria, de forma ciertamente sorprendente, me preguntaba si mis alumnos universitarios se quejaban de que se les exigiera proporcionar una respuesta razonada a las preguntas de los exámenes tipo test. Es ésta una práctica, según me reconocía, que ya parece incomodar desde una tierna edad.

Decía María Zambrano que “Sólo a fuerza de errores se toma conciencia del error, y se aprende a pensar”. Es un pensamiento que solía recoger al inicio de algunos textos de ejercicios de Hacienda Pública, y que incorporamos como uno de los principios didácticos del proyecto de educación financiera Edufinet.

A ese reflexivo e ingenioso escolar le he recordado un célebre adagio de Albert Einstein, que figura grabado en un marcapáginas que alguien me regaló hace tiempo: “The important thing is not to stop questioning. Curiosity has its own reason for existing”. Espero que esa curiosidad le acompañe siempre en su viaje por el conocimiento, viaje al que felizmente estamos invitados a lo largo de toda la vida.



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