Hay
dos personajes que encarnan casi todos los males contemporáneos en el mundo
occidental. A su influencia se atribuye el desmantelamiento del sector público
y la entrada en una etapa de liberalismo exacerbado, bajo un dominio eminente
de las irrefrenables fuerzas del mercado. El peso de la acusación recae, de
manera equilibrada, sobre Margaret Thatcher y Ronald Reagan. No he llegado a
encontrar, contra ambos dirigentes, imputaciones tan extremas como las
formuladas contra el expresidente norteamericano Donald Trump, cuya maldad,
según un nutrido elenco de opiniones, superaba incluso la de los referentes
históricos más abyectos. No obstante, sí son vistos por corrientes de opinión muy
extendidas como quienes sembraron las semillas de la gran crisis económica y
financiera iniciada en 2007, y como los inauguradores de la era del Estado
mínimo. Era ésta que, según la misma interpretación, ha venido prevaleciendo
desde los años 80.
Ahora,
por fin, afortunadamente producido el relevo en la Casa Blanca, la
Administración Biden se ha dispuesto con energía y determinación a poner fin a
la “era del gobierno reducido”, para adentrarse en la del “gobierno grande”[1].
Sin
embargo, pese a lo extendida que está la tesis anterior, el análisis de la
evolución de la dimensión económica del sector público no arroja unos
resultados tan lineales[2].
Con
una considerable sorpresa, me he topado con un artículo que sostiene que la “era
del gobierno reducido” reaganiano-thatcheriana “es un mito. Desde 1980, el
gasto público se mantenido estable, e incluso ha aumentado ligeramente como
porcentaje del PIB en Estados Unidos, Reino Unido y otras economías desarrolladas.
Los déficits han pasado de ser algo raro a ser algo rutinario, en años buenos y
en años malos. La deuda pública en los países desarrollados ha aumentado… El sector
público es igual de grande y más intervencionista que nunca”[3].
A
lo anterior hay que añadir, según el mismo analista, la expansión del Estado
del bienestar y del Estado regulatorio, así como la actuación de los bancos
centrales.
¿Cómo
es posible, entonces, que persista el mito del Estado pequeño –se pregunta el
autor del artículo citado- si los hechos no lo respaldan?
Es
una pregunta que siempre me ha intrigado, y que merece la pena considerar. La respuesta puede tener que ver con lo tratado en la entrada aquí publicada ayer.
[1]
Vid. Politi, J.; Fedor, L., y Nicole, R., “Joe
Biden and the new era of big government”, Financial Times, 12 de marzo de 2021.
[2]
“La dimensión económica del sector público antes de la pandemia del coronavirus”,
blog Tiempo Vivo, 3 de mayo de 2020.
[3]
R. Sharma, “The idea the state has been
shrinking for 40 years is a myth”, Financial Times, 25 de abril de 2021.