6 de mayo de 2021

El lado correcto de la historia: el desafío filosófico de Ben Shapiro

Desde hace unos años, el Instituto Juan de Mariana viene editando una serie de obras, ya sea de autores clásicos o actuales, con un denominador común, la inclusión de tesis retadoras del saber convencional. Este rasgo se presenta, de modo acentuado, en el caso de “El lado correcto de la historia”, de Ben Shapiro.

Apartado de campus universitarios escasamente proclives a discursos “no progresistas”, el autor se centra en lo que plantea como dos misterios relativos a la sociedad estadounidense: por qué les ha ido tan bien y por qué lo están echando todo a perder. Tras rechazar algunas de las explicaciones más extendidas (relacionadas con la desigualdad económica, la cuestión racial y las redes sociales), incorpora a su discurso el reproche a la certeza moral completa y absoluta con la que creen actuar los líderes, tanto de la izquierda como de la derecha política.

Sin ocultar en ningún momento sus profundas convicciones religiosas, Shapiro ensalza la integración de las enseñanzas de Jerusalén y Atenas como la base del éxito histórico de la sociedad occidental: “la libertad bebe de dos ideas gemelas: la primera sostiene que Dios creó a todo ser humano a su imagen y semejanza; la segunda mantiene que los seres humanos somos capaces de investigar y explorar el mundo que ha creado Dios”. Asevera que “No puede haber un propósito moral o comunitario sin una base de significado divino. No puede haber capacidad individual o comunitaria sin una creencia constante y permanente en la naturaleza de nuestra razón”. Según él, la historia de Occidente se basa en la interacción de estos dos pilares: lo divino y lo racional.

Trata luego de rebatir la idea de que el período de expansión del cristianismo fue una Edad Oscura, y reivindica que el progreso continuó a medida que dicha religión se extendía por el mundo. Al elogiar la figura de Aquino, expone algunas de sus tesis más desafiantes: i) la condición de creyentes en la religión de casi todos los grandes científicos hasta la época del darwinismo; ii) el comienzo de la era del progreso científico en los monasterios europeos, no con la Ilustración.

Describe a Estados Unidos de América como el primer país de la historia en el que culmina un largo viaje filosófico, con unos Padres Fundadores devotos de Cicerón y Locke, de la Biblia y de Aristóteles, y que concebían los derechos y las obligaciones como las dos caras de la misma moneda. Argumenta que la filosofía fundacional se basaba tanto en la razón secular como en la moral religiosa, y cuestiona la visión de que la filosofía del Occidente moderno nació del rechazo de la religión y del abrazo a la razón. Claramente a contracorriente es su análisis de la Revolución francesa y su crítica de la preponderancia de lo colectivo frente a lo individual, subrayando que la puesta en práctica de la filosofía de Marx condenó a millones de personas a la esclavitud, la miseria y la muerte. En un plano más general, considera que distintas combinaciones del “nacionalismo romántico”, el “redistribucionismo colectivista” y el “progresismo científico” tuvieron nefastas consecuencias en los siglos XIX y XX.

Discrepa de la interpretación de la Ilustración de Steven Pinker, al presentarla como una ruptura significativa con el pensamiento precedente, y por concebir el progreso humano en términos estrictos de indicadores de calidad de vida. Para Shapiro, los intentos de la Nueva Ilustración de repudiar los valores judeocristianos y la teleología griega descansan en una ignorancia de la historia. A pesar de ello, aboga por que se haga una causa común desde ambos frentes, ya que, a su juicio, existen amenazas filosóficas muy grandes que se dirigen contra la civilización occidental.

Ante el desolador panorama que traza de la sociedad estadounidense, marcada por la división social, la ira y el odio, propugna como alternativa la vuelta a los valores judeocristianos y la razón griega. ¿Puede tener futuro una “Ilustración” mezclada con cánones religiosos? La historia enseña que, más allá de los predicados, lo que de verdad importa, en primera y en última instancia, son las pruebas.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)

 


 


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