7 de mayo de 2021

Biden vs Merkel: diferencias patentes

 

Joe Biden, que es ya conocido internacionalmente –según me dice un correligionario suyo- como “el-presidente-que-todo-lo-hace-bien”, planea tomar medidas para suspender temporalmente las patentes de las vacunas anti Covid-19, con el encomiable propósito de expandir drásticamente su producción y poder extender su aplicación para inmunizar a gran escala a la población mundial. Era una decisión que casi todo el mundo esperaba ansioso desde hace tiempo, desde la estupefacción de ver cómo se viene gestionando, en el ámbito internacional, el suministro y la utilización de ese instrumento de protección tan necesario.

“Ésta es una crisis sanitaria global y las extraordinarias circunstancias de la pandemia del Covid-19 reclaman medidas extraordinarias”, ha declarado, con toda lógica, Katherine Tai, asesora comercial del Presidente Biden. Aunque declara la “firme creencia” de la Administración Biden en la protección de los derechos de propiedad intelectual, la opción de la suspensión temporal de éstos se abre camino[1]. De levantarse la veda, cualquier productor farmacéutico del mundo podría replicar vacunas sin temor a ser perseguido judicialmente por infracción de la normativa sobre protección de la propiedad intelectual.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), que no puede decirse que haya sido un modelo de perfección de gestión pública global, ya se había manifestado con anterioridad en tal sentido, así como, posteriormente, una larga lista de países. También la presidenta de la Comisión de Europea, Ursula von der Leyen, ha expresado su disposición a estudiar la propuesta, después de haberse mostrado contraria hasta ahora. El “efecto Biden” tiene, en todos los campos, una fuerza imparable.

La industria farmacéutica –sin que ello haya causado una excesiva sorpresa- no ha tardado en hacer público su rechazo. Algunos de sus representantes sostienen que la liberación de las protecciones legales no posibilitará una expansión de la oferta de vacunas. Así, el CEO de Moderna esgrime que “no habría suficientes sitios para la producción ni trabajadores cualificados capaces de aumentar rápidamente la oferta de vacunas ARNm… y que concentrar los esfuerzos en ampliar la producción dentro de las compañías que ya tienen la tecnología y el conocimiento es la vía más rápida y efectiva para suministrar al mundo las vacunas ARNm”[2].

En un plano más general, la controversia sobre las patentes y los precios de los fármacos venía arrastrándose desde hace bastante tiempo. Incluso el mismísimo Donald Trump se había significado como un adalid de las críticas a las compañías farmacéuticas, al tiempo que acusaba a los países extranjeros de aprovecharse de la investigación estadounidense[3].

Circunstancialmente, ayer me encontré con William Ramsey, quien me dio clases de inglés hace ya más de treinta años. Este británico afincado en Málaga, admirador de Thatcher y de Reagan, me decía que era milagroso cómo han podido lograrse vacunas contra el Covid-19 en tan poco espacio de tiempo, y me transmitía que para él seguía siendo un misterio cómo el mercado libre, a través de la “mano invisible” que ensalzó su genial compatriota hace dos siglos y medio, podía ser capaz de suministrar tal diversidad de bienes y servicios para todos los gustos y necesidades. Allá en los lejanos años ochenta, discutíamos acerca de la contraposición entre la planificación y el mercado. Ya entonces cuestionaba que los hacendistas nos centráramos tanto –casi exclusivamente- en la teoría de los fallos del mercado. Puede que éstos sean bastantes, me decía, pero también los aciertos y los éxitos. Hemos quedado en organizar, cuando sea posible, un coloquio en el marco del Instituto Econospérides, cuya nave transita a duras penas por aguas semicongeladas.

La preservación o no del régimen de patentes es una cuestión ineludible a ser abordada en ese contexto.

Con cierta sorpresa asistíamos ayer al voto discrepante de Angela Merkel, acusada por algunos sectores de actitudes complacientes en su etapa más reciente. Según la canciller germana, una estrella que se apaga, frente a la fuerza luminosa de Joe Biden, la suspensión de las patentes tendría “serias implicaciones” para la producción de vacunas a escala mundial: “los factores limitativos en la oferta de vacunas son las capacidades de producción y los estándares de alta calidad, no las patentes”[4].

¿Quién lleva razón, Biden o Merkel? Suponiendo que la decisión a adoptar recayera sobre nosotros, ¿qué deberíamos recomendar? ¿Qué sería lo mejor a corto plazo? ¿Y para el futuro?

Hoy he recibido un regalo de William, un ejemplar del libro “La rebelión de Atlas”, de Ayn Rand. Con una extensión de 1.224 páginas, tiene algo en común con las obras de Piketty, pero no creo que sea una lectura que recomendaría el economista galo.



[1] Vid. A. Williams, K. Stacey, H. Kuchler, y D. P. Mancini, “US backs plan to suspend Covid vaccine patents”, Financial Times, 6 de mayo de 2021.

[2] Vid. N. Asgari y H. Kuchler, “Moderna CEO ‘didn’t lose sleep’ over US backing of patent waiver”, Financial Times, 6 de mayo de 2021.

[3] Vid. “El precio de los medicamentos, entre el coste y el valor”, blog Tiempo Vivo, 17 de julio de 2018.

[4] Vid. G. Chazan, E. Solomon, H. Kuchler, y J. Brunsden, “Angela Merkel rejects US move to waive patents on vaccines”, Financial Times, 6 de mayo de 2021.

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