15 de abril de 2021

Tiziano y Marinus van Reymerswale en El Prado: preludio de la vida postpandémica

 

Seguimos inmersos en una nueva ola pandémica y, pese a ello, proliferan los análisis y las elucubraciones acerca de cómo será la vida económica y social cuando acabe la terrible pesadilla. Desde hace ya meses se viene hablando de la etapa post-Covid-19 cuando, desgraciadamente, estábamos, y seguimos estando aún, en la etapa Covid-19.

El aumento del hedonismo por parte de las personas corrientes, conscientes ya de las graves contingencias que pueden desencadenarse en cualquier momento, apunta como uno de los rasgos emergentes. Carpe diem parece ser un lema que está llamado a cobrar nuevos bríos. Sin embargo, hay algunas sombras, alimentadas por las crisis concatenadas, que se preparan para oscurecer el panorama que se avecina. Los agujeros económicos originados por el virus son amplios y profundos; algunos ni siquiera muestran aún su abertura pero agrietan ya la superficie. Mientras más hondos sean, más alta será la montaña de la deuda.

El Museo de El Prado, a través de la exquisitez del arte, insinúa los perfiles de la sociedad que está por llegar. Esa es la tesis que sostiene Daniel Dombey[1], basándose en la coexistencia actual de dos sensacionales exposiciones de pintura, una centrada en las pasiones mitológicas de Tiziano, y otra en obras de Marinus van Reymerswale acerca de los recaudadores fiscales.

Los lienzos exhibidos en la primera son, a todas luces, esplendorosos, lo que es fácilmente constatable a partir de las imágenes difundidas. Según se desprende de alguno de los testimonios recogidos, algunas de esas obras magistrales –en razón de su contenido erótico- estuvieron en su día “confinadas”, preservadas para los ojos reales. A la vista de determinadas tendencias constatadas en distintas instancias, no sé sabe si podrán resistir en su estado originario el combate de otros virus para los que se antoja difícil encontrar una vacuna eficaz.

A la voluptuosidad de las escenas plasmadas por el magistral artista que, pese a contar con el mecenazgo de Felipe II, nunca visitó España, se contrapone el inquietante ambiente, suspendido en el tiempo, reflejado en las pinturas más reproducidas, como reza en la información de la propia exposición, en los textos de economía y finanzas. En una de ellas, un hombre y una mujer permanecen extasiados mientras proceden a llenar los cofres estatales.

Según Daniel Dombey, “Es un recordatorio, en cierto modo, de que cuando la pandemia haya finalmente remitido, la economía de España, fuertemente golpeada, estará altamente endeudada. El Prado nos ha hecho la advertencia: tanto un disfrute de fiestas sibaríticas como un montón de facturas fiscales que hacen llorar podrían ser grandes rasgos de la vida postpandémica”. Es posible que así sea, aunque es probable que haya perfiles especializados en la primera de esas vertientes, y otros, en dedicarse a trabajar para poder pagar esas onerosas facturas. Esa especialización existe desde hace tiempo, y cabe esperar que se agudice en esa fase que tanto se resiste a adoptar ese anhelado prefijo.

 

 


 



[1] “Eroticism and tax collectors at Madrid’s Prado”, Financial Times, 15 de abril de 2021.

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