Hay
pinturas en las que subyace algún detalle, algún mensaje o algún código que
permanecen ocultos a la mirada del espectador. En otras ocasiones están aquéllos totalmente a la vista, pero amparados en figuras alegóricas o en una simbología
cuya significación queda reservada sólo para ojos adiestrados. También hay
obras en las que no se utiliza este tipo de recursos y que muestran su
significado de manera directa y palmaria.
Después
de reflexionar sobre los contornos de la sociedad postpandémica reseñados en el
artículo publicado en este blog el pasado jueves, una imagen –diría que casi
inevitablemente- me vino a la mente.
Existen
estudios que muestran la experiencia histórica de los “defaults” de deuda
soberana en el mundo desde mediados del siglo XIV hasta nuestros días[1]. Pese al
notorio papel de España, en perspectiva histórica, en el inventario de tales
impagos, no puede decirse que sea una práctica que responda a la idiosincrasia
hispana, ni, mucho menos, con exclusividad. Tras muchas escaramuzas y
vicisitudes en las relaciones de Carlos V con sus banqueros, el primer episodio
de “default” así reconocido aconteció poco después, en el año 1557, bajo el
reinado de Felipe II[2]. Hacia
esa fecha, la deuda, entre capital e intereses, que Carlos V había acumulado
con la familia Fugger ascendía a 7 millones de ducados[3].
En
1866, Carl Becker pintó un cuadro en el que se recoge una escena con el
Emperador en la casa de su principal financiero, Anton
Fugger, quien arroja al fuego los bonos imperiales para la campaña de Túnez[4].
El
último episodio de impago del Estado español se produjo en el año 1882. El
historial de solvencia se muestra limpio –en un plano formal- desde entonces, a
pesar de haber pasado por enormes calamidades.
Después
de asistir al resurgimiento de movimientos, de distinto origen, proclives a la
aplicación de fórmulas directas de impago, cabe recordar las palabras de Adam
Smith cuando afirmaba que “no existe ejemplo de que una vez contraídas deudas
desorbitadas por parte de las naciones, hayan sido regularmente satisfechas y
liberadas. Si alguna vez se ha llegado a liberar los ingresos públicos, ha sido
por el camino de la bancarrota, una veces declarada, y otras encubierta, aunque
paliada en pagos supuestos”[5].
Ante la tesitura que se avecina, más vale prepararse para no caer en el “síndrome de ‘esta vez es diferente’”. Como han expuesto Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, quien crea que las experiencias previas de impago sirven como lecciones para garantizar cumplimientos futuros puede encontrarse con desagradables sorpresas[6]. No será el caso, desde luego, para quienes defienden la política de la cancelación de las deudas como una alternativa idónea.
La apacible ceremonia del lienzo lleva también a evocar otra escena, en este caso de la pantalla cinematográfica, protagonizada por los hermanos Marx...
[1]
Vid. José M. Domínguez Martínez y Rafael López del Paso, “Situaciones de impago
de deuda soberana”, eXtoikos, nº 4, 2011.
[2]
Vid. José Mª López Jiménez, “Economía y
finanzas en el siglo XVI: la visión de Ramón Carande en ‘Carlos V y sus
banqueros’”, eXtoikos, nº 17, 2015.
[3]
Vid. Real Academia de la Historia, “Anton Fugger”, www.dbe.rah.es.
[4]
Vid. www.akg-images.co.uk.
[5] Vid. “La
Riqueza de las Naciones”, 1776; versión española, FCE, 1979, pág. 827.
[6]
Vid. “This time is different: a panoramic view of eight centuries of financial
crises”, NBER Working Papers, 13.882, pág. 53.