Las intervenciones corporativas anuales de
algunos de los magnates de las finanzas mundiales tienen un carácter de
epístola urbi et orbi.
Así, la carta que Larry
Fink, presidente y CEO del fondo de inversión BlackRock, dirige cada ejercicio se
ha erigido en piedra de toque fundamental para saber si una compañía puede ser
receptora de inversiones o, por el contrario, quedar proscrita, según como se
posicione en el cumplimiento de los factores ASG (medioambientales, sociales y
de gobernanza), con arreglo a los dictados de tan influyente personaje.
A su
vez, la misiva que el legendario Warren Buffett, presidente de Berkshire
Hathaway, dirige a sus accionistas, es una referencia de primer orden acerca de
las tendencias de los mercados financieros y de las pautas de inversión con
vistas a una alta rentabilidad de manera sostenida y equilibrada[1].
En la
de este año[2], el sabio de Omaha, el joven Warren de 90 años de edad,
hace una auténtica declaración de principios y de intenciones respecto a las
inversiones en renta fija. Al hacer mención de la principal "joya de la
corona" del imperio Berkshire, centrada en las actividades aseguradoras,
resalta la fortaleza financiera derivada de una estrategia de inversión basada
en posiciones de capital. Según él, esta opción no está al alcance de sus
competidores, que "deben
centrarse en los bonos". Y los bonos, los títulos de renta, no parecen, en
su opinión, la alternativa más apropiada en estos tiempos: "¿Pueden creer
que el rendimiento disponible recientemente de un bono del Tesoro estadounidense
a 10 años -su rentabilidad era del 0,93% a finales de año- haya caído un 94% desde el 15,8% de rendimiento disponible
en septiembre de 1981? En algunos grandes e importantes países, como Alemania y
Japón, los inversores pueden obtener un rendimiento negativo sobre billones de dólares de deuda soberana. Los
inversores en renta fija de todo el mundo -ya sean fondos de pensiones,
compañías de seguros o jubilados- afrontan un futuro desalentador".
E
inmediatamente lanza una advertencia: "Algunas aseguradoras, así como
otros inversores en bonos, pueden tratar de exprimir los patéticos rendimientos
ahora disponibles trasladando sus compras a obligaciones respaldadas por
prestatarios precarios. Los préstamos de riesgo, sin embargo, no son la respuesta a unos tipos de
interés inadecuados. Hace tres décadas, la que fue poderosa industria de
ahorros y préstamos se destruyó a sí misma, en parte por ignorar esta
máxima"[3].
A tenor de este enfoque, no es extraño que Berkshire
mantenga la inmensa mayor parte de su liquidez (unos $113.000 millones) en
títulos del Tesoro a corto plazo, frente a $3.400 millones de deuda soberana
estadounidense a largo plazo[4].
Los
resultados obtenidos por el grupo son verdaderamente espectaculares, $42.500
millones en 2020, cifra que impresiona aún más si se tiene en cuenta que se
obtiene después de haber registrado pérdidas por importe de $11.000 millones
tras los deterioros en el valor de algunas filiales[5],
en particular en el caso de Precision Castparts, empresa fabricante de
componentes de aeronaves. Buffett ha reconocido que la compra de dicha empresa
por Berkshire, su mayor transacción, por un importe de $36.800 millones, fue un
error cometido por él, no el primero de esta naturaleza, pero sí uno grande[6].
Quien admite ese enorme quebranto por una desafortunada decisión es quien está
detrás del logro de una tasa anual acumulativa de crecimiento, del valor de
mercado de Berkshire por acción, del 20%, a lo largo del período 1965-2020.
Para hacernos una idea del alcance de semejante tasa, baste señalar que la
ganancia total acumulada entre 1964 y 2020 asciende a un… ¡2.810.526%![7].
En
otro apartado la alocución de Buffett de 2021 resulta asimismo bastante
sorprendente, un tanto a contracorriente respecto a las tendencias
prevalecientes en la actualidad. En ella destaca que los miembros del consejo
de la corporación Berkshire comparten la doctrina
Delaware de que los consejeros "deben
actuar en el mejor interés de la corporación y de sus accionistas. Además, por
supuesto, los consejeros de Berkshire quieren que la compañía complazca a sus
clientes, desarrollar y retribuir los talentos de sus 360.000 asociados,
comportarse honorablemente con los prestamistas y ser considerados como un buen
ciudadano de los muchos estados y ciudades en los que operamos. Valoramos estos
cuatro importantes colectivos. Ninguno de estos grupos, sin embargo, tiene un voto en determinar cuestiones tales como
dividendos, dirección estratégica, selección del CEO, o adquisiciones y
desinversiones. Responsabilidades como éstas recaen solamente en los consejeros de Berkshire, quienes deben representar
fielmente los intereses a largo plazo de la corporación y sus propietarios".
Y
también el presidente de Berkshire, que se despide haciendo planes para 2022,
nos plantea una intrigante pregunta. Dado que algunos de los socios vinculados
al grupo hace más de 60 años "están ahora en sus avanzados 90 años y
continúan manteniendo sus acciones", junto al hecho de que Charlie Munger,
su socio de toda la vida, y él mismo, tienen ya 97 y 90 años, respectivamente,
"¿Podría ser que la participación en Berkshire fomente la
longevidad?"[8].
(Artículo
publicado en "EdufiBlog")
[1]
Vid. J. M. Domínguez Martínez, “La paradoja del dividendo y la vieja regla
Buffett”, Edufinet EdufiAcademics, Working Paper 9/2020.
[2]
W. Buffett, “Chairman’s Letter – 2020”, 27 de febrero de 2021, www.berkshirehathaway.com, pág. 5.
[3]
Las palabras en cursiva aparecen así reflejadas en el texto original.
[4]
Vid. E. Platt, “Warren Buffet warns of ‘bleak future’ for debt investors”,
Financial Times, 27 de febrero de 2021.
[5]
Vid. Buffett, op. cit., pág. 3.
[6]
Vid. Platt, op. cit.
[7]
Vid.: Buffett, op. cit., pág. 2; Domínguez Martínez, op. cit., pág. 3.
[8]
Vid. Buffett, op. cit., pág. 12.