8 de abril de 2021

Acerca de la condonación de la deuda pública mantenida por el BCE

 

Las operaciones de cancelación y de quita de deuda pública, amparadas a menudo bajo el eufemismo de su reestructuración, cuentan con una amplia colección de antecedentes históricos. Su posible aplicación en una situación en la que están implicados Estados nacionales y una autoridad monetaria común presenta algunas singularidades.

Mediante un manifiesto encabezado por Thomas Piketty, defensor de un socialismo basado en una tríada impositiva con tipos de gravamen que llegan al 90%, un centenar de economistas de varios países europeos defienden la anulación de la deuda pública mantenida por el Banco Central Europeo (BCE) “para que nuestro destino vuelva a estar en nuestras manos”. Una premisa fundamental es el reconocimiento de que “casi el 25% de la deuda pública europea está en manos de su banco central”, de manera que “nos debemos el 25% de nuestra deuda a nosotros mismos”. No obstante, y pese a las diferencias ideológicas, la iniciativa había surgido anteriormente en Italia, en el entorno del partido político de Matteo Salvini.

Ante este panorama, dado que “contamos con la suerte de tener un acreedor que no teme perder su dinero”, proponen hacer un contrato entre los Estados europeos y el BCE, en virtud del cual este último se comprometería a condonar la deuda pública que posee (o a transformarla en deuda perpetua sin intereses) y los Estados, a invertir las mismas cantidades (unos 2,5 billones de euros) en la reconstrucción ecológica y social.

Consideran que dicha opción no generaría ningún problema para el BCE, ya que podría “operar con capital propio negativo sin dificultad” o “crear dinero para compensar estas pérdidas”. Asimismo, dejan constancia de su interpretación de que la cancelación de la deuda no está prohibida por los Tratados europeos, y de su insatisfacción por el hecho de que, a pesar de los tipos de interés extraordinariamente bajos o negativos, se haya producido una “reducción constante del nivel medio de deuda pública en la Unión Europea entre 2015… y el inicio de la crisis sanitaria”. Desafortunadamente, la crisis económica originada por la pandemia ha venido a colmar, de una forma inapropiada, esa ansia de incremento del endeudamiento público.

Son numerosas las cuestiones que se suscitan respecto a la referida propuesta:

1ª. Algunas son meramente semánticas, pero de gran calado. Así, se hace mención de la “deuda pública europea” en manos del BCE, cuando no se trata estrictamente de deuda europea, sino de cada uno de los Estados miembros de la Unión Monetaria Europea.

2ª. La operación planteada, según otras interpretaciones, implicaría una violación de los Tratados europeos por contravenir la prohibición de la financiación monetaria del déficit público.

3ª. Como único emisor del dinero denominado en euros, el BCE siempre tendría capacidad de generar liquidez adicional, por lo que nunca iría a la quiebra. Sin embargo, surge un problema técnico. Los bancos centrales nacionales compran bonos públicos en nombre del BCE. Si tales bonos se cancelan, se generarían pérdidas para tales instituciones, que no tienen la capacidad para imprimir billetes. Así, los respectivos gobiernos podrían tener que recapitalizarlos. Otras actuaciones llevarían a trasladar la carga de la deuda hacia el futuro.

4ª. Los gobiernos nacionales recuperan la mayor parte del interés que pagan por los bonos emitidos que están en posesión del BCE, a través de los dividendos procedentes de sus bancos centrales nacionales. Por tanto, no obtendrían un ahorro de costes netos, aunque, evidentemente, no tendrían que devolver la deuda.

5ª. La independencia, la credibilidad y la reputación del BCE se verían seriamente afectadas. El economista jefe de Berenberg ha calificado la propuesta como “la peor idea del año” (2020), ya que podría tener efectos contraproducentes, causando una subida de los costes del endeudamiento.

6ª. Un aspecto muy importante es el elemento básico contenido en el manifiesto en el sentido de que la pretendida cancelación de la deuda iría acompañada de un aumento de la inversión por el mismo importe. Sin embargo, no se indica cómo se cubriría ese gasto adicional: ¿se volvería a emitir deuda pública?, ¿se aumentaría la carga tributaria?

(Artículo publicado en el diario “Sur”)

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