24 de abril de 2021

“1794”: la historia de Suecia, también escrita con renglones torcidos

 

Después de leer “1793”, primera novela de Niklas Natt Och Dag[1], uno se ve inclinado a pensar que, o bien el contenido histórico de dicha obra se aparta completamente de la realidad, o la construcción de la Suecia contemporánea constituye un auténtico milagro. Y, sin necesidad de estar demasiado influenciado por el “sesgo retrospectivo”, la evocación de la sociedad sueca de finales del siglo XVIII no refleja un cuadro muy estimulante para haber formado parte de él, ni tampoco para experimentar algún sentimiento de orgullo como posibles herederos de lo acontecido en aquella época.

Sí eso era así a raíz de la primera entrega de la trilogía, con la segunda, el negro e inquietante panorama no sólo no se atenúa, sino que se acentúa hasta extremos impensables. En verdad uno no sabe adónde se llegaría si, con tales antecedentes, se aplicaran los patrones de “revisionismo histórico” que, de manera intempestiva e irrestricta, están causando estragos en muchas partes del mundo. Así, en una fase de depuración selectiva de los rastros de las prácticas esclavistas, llama la atención la exoneración, declarada o consentida, para las actuaciones y posicionamientos de determinados países, colectivos y organizaciones. A la isla antillana de San Bartolomé, en pleno dominio sueco, nos traslada la trama de la novela, para recordarnos la infamia del tráfico de esclavos, en absoluto rebajada por el sello escandinavo.

Mi primera intención, amparada en el amargo sabor, combinado con la profunda repulsión de algunos de los episodios narrados, era no continuar con la lectura de la trilogía. Pero, quizás como consecuencia de una especie de “síndrome de Estocolmo” literario, casi sin darme cuenta me vi de nuevo deambulando por las sórdidas callejuelas y tabernas de la capital sueca, de la mano del sufrido y desafortunado Mickel Cardell. En esta ocasión acompañado, de una extraña y peculiar manera, por los tres hermanos Winge. Eran tres, pero, eventualmente, no sabemos cuántos son con certeza, ni quién es cada cual. El lector no puede fiarse en ningún momento de los giros preparados por el autor.

Resulta sumamente difícil poder discernir en qué medida los ambientes y los personajes descritos en una novela como “1794” se apartan del curso de los hechos, pero una cosa queda clara. Ha nacido un escritor de novela negra histórica de primer nivel. Conocedor profundo de la anatomía de Estocolmo, describe escrupulosamente sus contornos y su configuración más íntima, logrando transportarnos a hábitats inmundos, y haciéndonos percibir unas condiciones de vida extremadamente deplorables. La simple comparación de tales condiciones con las de un ciudadano medio de la Suecia actual evitaría leer un buen número de páginas de la obra de Pinker, y, asimismo, de tener que confrontar una batería de indicadores, para constatar el progreso de la humanidad. Algo que, desafortunadamente, no se cumple, ni de lejos, respecto a los habitantes de otras áreas.

“1794” tiene una serie de rasgos compartidos con su antecesora; la corrupción y la perversión de algunos personajes, ya actúen individual o concertadamente, llegan a cotas extremas o monstruosas. La fineza, la ética o la urbanidad, salvo excepciones muy contadas, están ausentes del universo niklasiano, en el que no cabe ningún tipo de concesión, ni a la justicia ni a las expectativas del lector.

Para finalizar esta breve nota, sólo un pequeño consejo a alguien que se disponga a emprender la lectura de la segunda novela del señor “Noche y Día”, el de que se abstenga de ojear el texto de la contraportada del libro. Contiene una inapropiada, por anticipatoria, información, que es preferible posponer y confirmar en el interior de la trama. Los renglones torcidos con los que se escribe la historia, según parece, no son exclusivos de ningún país. Aunque, por supuesto, unos están bastante más torcidos que otros.



[1] Vid. “’1793’: Estocolmo no es lo que era”, blog Tiempo Vivo, 14 de junio de 2020.


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