7 de marzo de 2021

La strelitzia como símbolo de la ilusión

 

La primera vez que oí hablar de esa planta, como de tantas otras cosas de la naturaleza, fue en las clases del profesor Luis Díez, en el Instituto de Martiricos. A él me refería en el artículo que, como “testimonio diferido de gratitud”, publiqué, en enero de 2009, en el diario La Opinión de Málaga. Él fue uno de los exponentes más destacados del impresionante claustro de aquel admirable centro. En dicho artículo se mencionan otros profesores, como una simple nuestra, inevitablemente injusta por las ausencias. Entre éstas, la del profesor Armando Bañares, excelente docente en Biología. Verdaderamente no logro entender cómo no figura en la escueta relación reseñada, lo que no puedo atribuir al olvido (de hecho, estaba convencido de ver allí su nombre), como tampoco la del Padre Guzmán, cuya bondad le hacía a todas luces digno merecedor de su nombre de pila, si hacemos caso a la etimología que él mismo nos explicaba.

Los recuerdos y las imágenes se agolpan respecto a ese venerado Instituto, que, como me comenta José Francisco Jiménez Trujillo, exalumno y profesor del mismo, se prepara para celebrar, junto con el mítico de Gaona, 175 años de presencia educativa en Málaga.

Desde aquellos lejanos días del curso 1972-73, la strelitzia quedó grabada en la imaginación como una especie de quimera. No sabía si algún día lograría encontrar alguna, pero la sonoridad de su nombre quedó registrada como un anhelo de esperanza. Fueron pasando los años, con escaso florecimiento, y su imagen se fue difuminando. Hasta que, de manera inadvertida, pude por fin disfrutar de ella en los jardines de la isla donde la planta echó raíces. En algunos de sus lugares, su denominación más extendida cobra significado propio. Las circunstancias no eran las más propicias para disfrutar de los encantos de la naturaleza, allí sumamente abundantes, pero la exótica e inigualable flor era un deleite para los sentidos y un símbolo en el que colocar las ilusiones personales.

Poder disfrutar de la strelitzia en la ciudad del paraíso (condición que exhibe, más bien, “a tiempo parcial”) es también una dicha enorme. Hace unos días, me di cuenta de que, muy cerca de donde vivo, alguien había plantado una strelitzia. Emocionado, me acerqué a fin de poder apreciarla mejor. Sentí algo así como un reencuentro con una amiga de toda la vida, que, a pesar de no verla, siempre había estado ahí, dándome su aliento. Puede que la strelitzia sea la flor del paraíso, pero eso no quita para que también sea la flor del refugio, heaven flower, haven flower.



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