Da la impresión de que el sistema financiero
funciona a impulsos, a golpes de tendencias que, a partir de un momento dado,
se convierten en moda. Instrumentos que mantenían su existencia de manera
discreta, o incluso pasaban desapercibidos, de pronto se encuentran situados en
la rampa de lanzamiento e irrumpen como un aluvión. Paralelamente, el catálogo
de siglas y acrónimos no para de ampliarse.
Las SPACs vienen protagonizando últimamente uno de
estos episodios. SPAC es el acrónimo de “Special Purpose Acquisition Company”,
esto es, “compañía de adquisición de propósito especial”. También conocida como
“Blank Check Company” (“compañía con cheque en blanco”, o “compañía sin plan de
negocio”), se trata de una sociedad que vende acciones al público con el
compromiso de invertir el dinero captado -dentro, usualmente, de un plazo de
dos años- en la compra de otra empresa y fusionarlas. De no llevarse a cabo
ninguna operación dentro de dicho plazo, deben devolverse a los accionistas los
recursos captados.
Han emergido como un instrumento nuevo, pero
estaban en el mercado desde hace décadas. Ha sido en 2020 cuando se ha
producido su despegue en Estados Unidos, donde, desde el mes de agosto de dicho
año, superan a las operaciones tradicionales de IPOs (ofertas públicas
iniciales, u ofertas públicas de venta, OPVs)[1].
A pesar del auge adquirido, las SPACs son un
fenómeno un tanto controvertido[2].
En Estados Unidos, han comenzado a estar sometidas a regulación por la SEC, que
califica las inversiones en SPACs como especulativas. Asimismo, son diversas
las cuestiones que se suscitan en el plano del gobierno corporativo (relevancia
de los pagos de comisiones y fondos destinados a facilitar la salida de los
promotores o sponsors, carencia de planes de negocio, y falta de alineación de
intereses en torno a un proyecto empresarial a largo plazo).
La ola de las SPACs también llega a España, donde,
de momento, no están habilitadas para cotizar en los mercados nacionales[3].
No obstante, la operatividad de estos vehículos se
está viendo frenada en algunos casos como consecuencia de las dificultades para
aglutinar suficientes votos de los inversores minoristas para la materialización
de los acuerdos en las juntas de accionistas. La aprobación de propuestas, que
requieren una mayoría cualificada, resulta más fácil, en la práctica, cuando
hay un mayor peso de los inversores institucionales[4].
Según J. Canals, “La abundancia de ahorro y el
factor ‘rebaño’ de inversores ante una moda explica el reciente crecimiento de
las Spac y la posible formación de una burbuja, que no beneficia a nadie más
que a los especuladores”[5].
[1]
Vid.: D. Carnevali, E. Platt, C. Hodgson, y H. Lockett, “Markets shock in 2020
gives way to IPO boom”, Financial Times, 28-12-2020; B. Masters, “Year in a Word:
Spac”, Financial Times, 31-12-2020.
[2] Vid. J.
Canals, “Inversores, burbujas y gobierno corporativo”, Expansión, 4-3-2021.
[3] Vid. R.
Casado, “Las 30 Spac que podrían buscar fusiones en España”, Expansión,
10-3-2021.
[4] Vid. O.
Aliaj y J. Fontanella-Khan, “Retail investor apathy threatens to derail Spac
deals”, Financial Times, 10-3-2021.
[5] Op. cit.