Gracias al regalo navideño de una persona muy
allegada, he tenido la oportunidad de reencontrarme con Julio Verne, autor con
cuyas obras tanto disfruté en la infancia y la adolescencia temprana. ¿Cómo
poder siquiera intentar cuantificar la magnitud de la deuda contraída con el
visionario escritor francés?
La primera novela de Julio Verne que leí fue “La vuelta al mundo en 80 días”,
publicada por Editorial Felicidad en los años sesenta. Me la regalaron mis
padrinos, cuando fueron a visitarme con motivo de una convalecencia forzada por
un inoportuno y singular accidente. Han pasado más de cincuenta años, pero aún
percibo la emoción de las reuniones de Phileas Fogg en el club londinense, y
las inquietudes vividas en aquellas inolvidables aventuras.
“Aventuras en
el Transasiático”, libro quizás más conocido por el título originario, “Claudio Bombarnac”, es el que me lleva ahora a recorrer vastos territorios
asiáticos de la mano del observador reportero francés. Como me decía quien me
envió –por primera vez, en los últimos cuarenta años, no pudimos celebrar un
significado encuentro anual- esa pequeña joya literaria, en una época tan
desalentadora como la que estamos viviendo, “Siempre nos quedará Verne”.
Al margen de las impresionantes descripciones de
paisajes, ciudades, ambientes y personajes, nos encontramos también en el libro
con una interesante reflexión acerca del significado de algunas denominaciones
geográficas: “El tren avanza por pleno
desierto. Es el Karakum, ‘el desierto negro’… En realidad, las arenas del
Karakum no son más negras de lo que el mar Negro es negro, de lo que el mar
Blanco es blanco, de lo que el mar Rojo es rojo, de lo que el río Amarillo es
amarillo. Pero adoro esas coloridas denominaciones, por erróneas que sean. En
los paisajes hay que captar la mirada por los colores. ¿No es la geografía
acaso el paisaje?”.
La existencia de términos equívocos, confusos o engañosos no es, así, exclusiva del lenguaje económico. La diferencia es que, en el ámbito de la geografía, la cuestión se queda normalmente en mera anécdota, aunque, en algunos casos, puede resultar peligroso no haber adoptado las previsiones adecuadas. En el campo económico, en general, la incoherencia de algunos vocablos puede llevar a significativos errores de percepción, y a la instalación de creencias perturbadoras para la adecuada interpretación de los problemas reales y la selección de las medidas para hacerles frente.