11 de febrero de 2021

Hear… Here, there and everywhere: el arte de escuchar

Las llamadas reuniones virtuales mediante plataformas telemáticas tienen considerables ventajas pero también algunos inconvenientes. Salvo que se actúe según un esquema reglado y coherente, bajo la batuta de un eficaz organizador de los turnos de palabra, se corre el riesgo de que las intervenciones efectivas se sitúen en un nivel claramente subóptimo. Es frecuente que se dé una distribución no igualitaria de los tiempos efectivos de alocución, dominada por persistentes y pertinaces oradores, en detrimento de quienes, más prudentemente, se mantienen a la espera de tomar parte secuencialmente en el diálogo, a veces sin llegar a conseguirlo, o hacerlo cuando ya ha decaído la materia considerada.

Otro importante problema es que, en ese tipo de reuniones, se incrementa exponencialmente el riesgo de distracción de los oyentes, con la consiguiente pérdida de atención a los contenidos expuestos por el orador.

La importancia de escuchar, de escuchar bien y completamente, cuando alguien habla, es destacada por The Economist en un artículo reciente de la columna Bartleby[1]. En él se recoge una conocida cita de Zenón de Citio: “La naturaleza nos ha dado dos oídos y una boca para enseñarnos que debemos oír más que hablar”. También, una referencia a una publicación en la que los investigadores describen una serie de experimentos en los que constataron la relevancia práctica que tiene la “calidad de la escucha” en el ámbito laboral. Asimismo, identifican algunas barreras a la escucha por parte de los gerentes empresariales[2].

En el mismo artículo del semanario británico encontramos una alusión al caso de Richard Mullender, quien, tras una larga experiencia como negociador en cuerpos policiales, fundó el Listening Institute, y que define la escucha como “la identificación, selección e interpretación de las palabras clave que convierten la información en inteligencia”.

Al hilo de estas reflexiones me ha venido el recuerdo de una consultora de diseño y comunicación que hacía de la escucha la bandera de su actuación. Dicha consultora me prestó apoyo, entre otros proyectos, en el diseño de un esquema de plan económico para la provincia de Málaga. Hace ya muchos años, fue emocionante ver cómo se plasmaba, en un enorme lienzo, un extenso diagrama de flujos e interrelaciones entre los distintos agentes y factores condicionantes del proceso de desarrollo económico.

Prestar oído con plena concentración a los problemas que planteaba el cliente era la base para la elaboración de su estrategia corporativa. Creo recordar, si no me traiciona la memoria, que aquella empresa se llamaba “Oreille” o algo parecido. Puede que ese gabinete ya no mantenga una escucha activa en este mercado turbulento y convulso, pero tengo la sensación de que dejó tras de sí la huella de una potente filosofía innovadora en el campo de la comunicación integral, un bagaje cuya difusión sería de gran utilidad.

En fin, como propone Bartleby, es conveniente atender el dictado de “Hear, hear”, a lo que procedería añadir el título de una conocida canción, “Here, there and everywhere” (“… Both of us thinking how good it can be someone is speaking but she doesn’t know he’s there”).



[1] The Economist, “Hear, hear”, 23-1-2021.

[2] Guy Itzchakov y Avraham N. Kluger, “El poder de escuchar para ayudar a las personas a cambiar”, Harvard Business Review, 17-5-2018. 

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