El plan económico, o tal vez sea más apropiado
hablar de anti-plan, desarrollado por el expresidente Donald Trump durante su
mandato recibió desde un primer momento un aluvión de severas críticas. Algunas
de las más contundentes se centraban en cuestionar el carácter proteccionista
de una serie de medidas aplicadas, en abierta contraposición con los postulados
de Adam Smith sobre las ventajas del libre comercio[1].
Pese a la evocación del conocido acrónimo en
nuestro idioma, el programa “MAGA” (“Make
America Great Again”) no ha arrojado los resultados ansiados por sus
promotores ni, mucho menos, ha permitido obrar el “milagro promisorio” de
enlazar un segundo mandato. Con todo, el conocido eslogan “America First” parece encontrar réplicas en diversas partes del
planeta.
Y aún más llamativo puede resultar la puesta en
marcha del programa “Buy American”, que,
lejos de tener connotaciones trumpianas,
las tiene del nuevo presidente, Joe Biden. Como señala Financial Times en un editorial reciente, se trata de aplicar
medidas proteccionistas en relación con las compras del gobierno federal[2].
Basándose en las conclusiones del análisis económico y en los resultados de la
evidencia empírica, el consejo editorial de dicho diario considera que la
aplicación de impuestos sobre los consumidores, con fines proteccionistas, no
es la mejor manera de favorecer los intereses de los trabajadores ordinarios.
Sin embargo, una de las más destacadas articulistas
del mismo medio, Rana Foroohar, no sólo no critica el plan bideniano sino que lo defiende de manera rotunda: “Como presidente, Mr Trump habló un montón
acerca de la clase trabajadora pero no tuvo ningún plan real para ayudar al
trabajo. Mr Biden lo tiene”[3].
Como en muchos de los comentarios online
al mencionado editorial, se sostiene que existen determinados fines superiores
que justifican sacrificar algunos principios. En uno de tales comentarios se señala
que el paradigma del libre comercio es simplemente una religión.
Aunque quizás habría que tener en cuenta que, en
realidad, vivimos en una época dominada por religiones de diversa hechura y
compostura, unas más explícitas que otras.