8 de diciembre de 2020

La Constitución española ante el vértigo de la máquina del tiempo

En el número de la revista eXtoikos dedicado al 40º aniversario de la democracia en España (nº 20, 2017), el personaje reflejado en uno de los artículos introductorios, antiguo militante comunista, se preguntaba si había merecido la pena la aventura democrática iniciada en 1976 siguiendo la hoja de ruta suarista, y si la Constitución de 1978 había sido un marco adecuado para promover el bienestar económico y social de los españoles.

No hace mucho tuve ocasión de volver a verlo, en formato real, en un encuentro virtual sobre la política económica ante la pandemia del coronavirus. Luego pudimos conversar un rato y evocar nuestras vivencias en la Facultad de Económicas de Málaga, que, en el año 1976, se levantaba aún sobre su planta originaria. Fue aquél un año bastante accidentado académicamente hablando, en medio de un entorno político en plena ebullición.

Por aquel entonces, según las corrientes mayoritarias en el campus de El Ejido, la Transición llevaría, en el mejor de los casos, a un sistema de libertades limitadas y era una opción completamente desechable. Por parte de una serie de grupos muy activos e influyentes, el Partido Comunista de España era considerado una formación de derechas (sic), y militar en el mismo, un signo inequívoco de ser un consumado reaccionario.

Han pasado más de cuarenta años, más de cuatro décadas, y han sucedido muchas cosas, algunas de ellas completamente insospechadas. A este intenso período no le es, pues, aplicable la primera parte del aserto atribuido a Lenin según el cual “hay décadas en las que no ocurre nada; y hay semanas en las que ocurren décadas”.


No, el período de 42 años vividos bajo el marco constitucional vigente no se compadece bien con la imagen de un tiempo detenido e inmóvil. Sin embargo, en los últimos meses han irrumpido poderosos factores de aceleración que están en el proceso de activar la máquina del tiempo y de llevarnos, a través de un alucinante viaje involutivo, a otra época. Pero tan efectivas para la llegada a la estación final pueden ser las “semanas decenales” como las “transiciones encubiertas”.


Alguien dijo en una ocasión que la democracia es una flor frágil, que necesita ser protegida ante experimentos incontrolados. El camino seguro para que se marchite es encomendar su custodia a los enemigos de la libertad. 

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