7 de diciembre de 2020

La anunciación del euro digital

 Desde hace cierto tiempo, algunos profetas venían anticipando su llegada a los santuarios desde donde se han venido decidiendo hasta ahora los destinos monetarios del mundo. Internet, las nuevas tecnologías y las redes sociales han puesto en jaque fortalezas antaño inexpugnables y desafiado la soberanía monetaria tradicional. Una batalla soterrada está en marcha. A ella se suman nuevos actores que varían sus estrategias ofensivas y defensivas. Aunque con un alcance menor que el previsto inicialmente, Facebook prepara el lanzamiento de “Libra” para comienzos de 2021.

El euro es una moneda que existía varios años antes de que se convirtiera en realidad física y empezara a circular, el 1 de enero de 2002. Desde entonces viene desempeñando con plenitud las tres funciones básicas del dinero: servir como unidad de cuenta, como medio de pago y como depósito de valor.

A lo largo de la historia, el control del dinero utilizado por familias y empresas ha sido uno de los ejes sobre los que ha pivotado la soberanía de los Estados nacionales. El protagonismo de la moneda única adoptada es, con más motivo, un pilar esencial de cualquier unión monetaria. Ésta perdería su razón de ser si, en la práctica, otras formas de dinero llegasen a prevalecer sobre la moneda oficial de referencia. La Eurozona no es ninguna excepción al respecto, y es lógico que el Banco Central Europeo (BCE), como institución encargada de mantener la estabilidad de precios y de promover el buen funcionamiento de los sistemas de pago, esté atento a todos los desarrollos que se suceden en el ámbito monetario.


De manera particular, el proceso de transformación digital está originando una auténtica revolución en el campo de los medios de pago. Ante una creciente digitalización y una tendencia hacia la progresiva desaparición del dinero en efectivo, los principales bancos centrales del mundo se disponen a adentrarse en el terreno de las monedas virtuales (CBDC: “central bank digital currencies”). Con esas miras, y con el propósito inmediato de recabar la opinión de las partes implicadas, el BCE ha emitido un informe técnico.


Fabio Panetta, miembro de la Comisión Ejecutiva del BCE, y presidente del grupo de trabajo sobre la CBDC, ha sido el arcángel de la anunciación del euro digital, aunque sin atarse de manos: “debemos estar preparados para emitir un euro digital si los desarrollos a nuestro alrededor lo hacen necesario, y cuando lo sea”.


La primera pregunta que surge es si la creación de un euro digital obedece realmente a una necesidad social. Hoy día, las posibilidades de depósito de dinero y de disposición de fondos son bastante amplias. Por supuesto, hemos de tener en cuenta aspectos clave como la disponibilidad, la garantía, la rentabilidad, el coste y la seguridad.


Para el BCE, la creación del euro digital puede responder a diversos escenarios: situaciones en las que los ciudadanos no quieran ya utilizar el efectivo, episodios extremos en los que no funcionen los servicios de pago, o la protección frente a la extensión de otros medios digitales emitidos y controlados desde fuera del área del euro.


En el proyecto esbozado por el BCE, el euro digital se concibe como un complemento, no como un sustituto del efectivo. De ponerse en marcha, cualquier ciudadano podría tener una cuenta abierta directamente en el BCE. Éste le atribuye diversas ventajas, como el impulso de la inclusión financiera o el freno de las actividades ilegales. Sin embargo, no dejar de ser curioso que se apunte que los intermediarios bancarios privados estarían en mejor posición para atender las funciones accesorias y operativas del euro digital. Algunas cuestiones a perfilar son el esquema de retribución de las cuentas, para el que se contemplan escalones, a fin de aplicar tipos diferenciados, incluidos los de signo negativo, o las formas de disposición (“online” y “offline”).


También el BCE apunta algunos retos, como los riesgos vinculados a la privacidad de los usuarios, o el de desplazamiento de los depósitos desde los bancos privados hacia el BCE, especialmente ante una coyuntura de crisis, originando “corridas (carreras) digitales”. Indudablemente, ese tipo de movimientos iría en detrimento de la misión de los bancos como financiadores de la economía.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)

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