10 de agosto de 2020

¿Somos más ricos de lo que pensamos?

La pregunta que da título a esta entrada es la que, no hace mucho, nos planteaba Jason Butler, autodenominado experto en bienestar financiero y conocido de esta modesta “casa” (“Are you richer than you think?”, Financial Times, 29 de julio de 2020).

Tomando como referencia la historia narrada en la película “En busca de la felicidad”, protagonizada por Will Smith y su hijo Jaden, cuestiona la idea de que sólo podemos alcanzar grandes cosas y vivir una buena vida si triunfamos en nuestra carrera profesional y obtenemos  retribuciones económicas muy elevadas.

Frente a otras retóricas que ponderan el significado de la vida a través de acciones cotidianas (bienestar emocional), la tangibilidad del dinero lo coloca en una posición privilegiada como indicador para determinar si alguien está viviendo una buena vida.

Butler sostiene que el dinero no debe desempeñar un protagonismo tan señalado en la vida de las personas, y destaca que tendemos a formar la mayor parte de nuestras creencias básicas sobre el dinero en nuestra infancia, a partir de lo que vemos y oímos.

Según las aportaciones de Brad Klontz, recogidas en el artículo citado, las creencias relativas al dinero ejercen influencia sobre nuestro comportamiento y nuestra felicidad en la forma de ciertas historias que nos contamos a nosotros mismos, y que denomina “guiones del dinero”. Siguiendo al referido psicólogo, hay cuatro guiones básicos sobre el dinero y uno tiende a ser el dominante: i) el de “evitación del dinero”, que considera que el dinero es un mal, y extiende las ideas de que no merece la pena tenerlo, y de que quienes lo acumulan se dejan llevar por la avaricia o la falta de escrúpulos; ii) el del “culto del dinero”, que estimula a los individuos a creer que disponer de más dinero resolverá sus problemas; iii) el del “estatus del dinero”, que iguala el patrimonio neto con el valor de la propia persona, y tiende a creer que el éxito y la riqueza están determinados por los signos externos de consumo; y iv) el de la “vigilancia del dinero”, que hace que la gente sea consciente, motivada y diligente sobre su situación financiera, con tendencia a un estilo de vida frugal, favoreciendo el ahorro frente al gasto.

En el artículo aparece un link que lleva a una página en la que se ofrece la realización de un test individual para discernir cuál es el patrón dominante, pero se trata de una página con apariencia comercial. Sin necesidad de practicar ningún test, parece evidente que no todos los estudiosos de los comportamientos financieros participan de la filosofía senequista, incorporada en los idearios de proyectos como Edufinet y Econospérides, de compartir altruistamente el conocimiento.

Con gran solemnidad, Butler nos recuerda que “tener suficiente dinero para atender las necesidades evita la miseria de la pobreza absoluta, y aquellos con altos niveles de renta o de riqueza son más felices, pero no se da una relación lineal. Quienes ganan 80.000 libras al año, por ejemplo, no son el doble de felices que quienes ganan 40.000 libras, según han concluido las investigaciones”. Desde luego, la existencia de un impuesto sobre la renta progresivo garantiza, de entrada, que no se dé esa supuesta relación proporcional.

Y acaba recomendando como mejor inversión cultivar y nutrir las relaciones humanas: “… vivir una vida con propósito y minimizar las lamentaciones cuanto nos llegue la hora están a nuestro alcance, cualquiera que sea nuestra situación financiera… [lo verdaderamente importante es] pensar acerca de las personas que tienes en la vida. Si te centras en esto, tendrás probabilidades de ser rico en todos los sentidos de la palabra”.

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