8 de julio de 2020

“Una carta sobre la justicia y el debate abierto”: algunas cuestiones abiertas

Con fecha 7 de julio de 2020, un nutrido colectivo de destacados intelectuales, profesores, escritores, periodistas, artistas y otros profesionales han difundido una carta en Harper’s Magazine con el título “A Letter on Justice and Open Debate”. El contenido del documento ha causado sensación en la medida en que, bastante sorpresivamente, teniendo en cuenta el perfil ideológico y la trayectoria de algunos de los firmantes -baste señalar la presencia de Noam Chomsky,    que ya en su juventud se significó internacionalmente como crítico del dictador Francisco Franco-, se hace una clara llamada de atención sobre algunas de las tendencias sociales que, especialmente en los últimos tiempos, vienen materializándose en Estados Unidos, y que “tienden a debilitar nuestras normas de debate abierto y de tolerancia de las diferencias en favor de la conformidad ideológica”.

Dicha advertencia -aunque no se focaliza en nadie en concreto- va precedida de un inequívoco aplauso de las “potentes protestas por la justicia racial y social” y las reivindicaciones conexas. Asimismo, para mayor afianzamiento, y en evitación de posibles dudas y erróneas interpretaciones, se hace hincapié en cómo “las fuerzas del iliberalismo están ganando fuerza en todo el mundo” y en que tales fuerzas “tienen un poderoso aliado en Donald Trump, que representa una amenaza real para la democracia”.

Asimismo se asevera que “la resistencia [a dicha deriva] no debe permitirse que se convierta en su propia marca de dogma o de coerción -lo que ya están explotando los demagogos de orientación derechista”.

Era evidente que para formular la declaración difundida era necesario preparar el terreno. No era cuestión de efectuarla en términos absolutos. Al fin y al cabo, se trata quizás de tendencias que no son más que desviaciones sobrevenidas de planteamientos legítimos frente al mal. Ahora bien, tras leer el sucinto pero inquietante repertorio de “prácticas” denunciadas, surge inevitablemente una duda acerca del momento en que empezaron a aparecer, y sobre si el silencio o el respaldo otorgado por algunos de los ahora firmantes del manifiesto han podido coadyuvar en su consolidación.

Otras cuestiones se suscitan igualmente, como las siguientes: ¿existen algunas otras amenazas reales a la democracia en el contexto internacional que debieran ser también mencionadas?, ¿existe un monopolio ideológico de los dogmas?, ¿se podrá invertir la evolución observada?... Y una curiosidad, ¿puede que algunos de los firmantes de la carta lleguen a encajar en la categoría de “los intelectuales que se llaman a sí mismos ‘progresistas’ [y que] en realidad odian el progreso”? Categoría ésta señalada por Steven Pinker, a la sazón, uno de los intelectuales que suscribe el texto comentado. También lo hace Mark Lilla, especialista en el estudio de los intelectuales “filotiránicos”. 

En fin, hay que celebrar que tan significados intelectuales y afines apuesten claramente por la tolerancia y la libertad de pensamiento, y que efectúen un rechazo tan contundente a “cualquier falsa elección entre justicia y libertad, que no pueden existir una sin la otra”.

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