2 de julio de 2020

La caída de Wirecard: a la búsqueda de un buen escardador

Se habla insistentemente de aplicar unas reglas del juego comunes a todos los equipos que participan en una misma competición y a todos los agentes que operan en un mismo mercado. Para que una competición sea equitativa, los contendientes han de actuar en un terreno de juego equilibrado (“a level playing field”). Parece bastante lógico, pero antes incluso de nivelar el terreno de juego sería altamente deseable que se llevara a cabo una función cada vez más imprescindible, cuyo papel, bien ejercido, podría ahorrar muchos costes y quebraderos de cabeza. Se trata de la función del “escardador”, “persona que escarda los panes y sembrados”[1].

En el caso de la trayectoria de la compañía alemana de procesamiento de pagos Wirecard, no sólo se ha apreciado el problema estructural de la falta de un terreno equilibrado para las fintechs y otros operadores financieros tradicionales, sino que también, de manera especialmente sangrante, se han echado de menos los buenos oficios de un escrupuloso escardador. Hasta tal punto es así que lo que verdaderamente era una hierba nociva se tenía por una flor delicada. En este sentido, aparecía como buque insignia del sector fintech germano, con una tecnología de vanguardia que hacía uso de instrumentos en las áreas del machine learning y de la inteligencia artificial. En el año 2018, reemplazó a Commerzbank en el prestigioso índice Dax 30 de Alemania. Se decía que era una rara firma tecnológica europea capaz de desafiar a los gigantes de Silicon Valley.

El proceso de ascenso, auge y caída de Wirecard merece ser objeto de estudio, pues son muchas las enseñanzas que se desprenden del mismo. Sin renunciar a hacerlo, si surge la oportunidad, no puedo dejar de señalar aquí un rasgo que llama la atención. Cuando se repasan los principales hitos de esa historia, uno tiene la sensación de estar leyendo un guion de una película bastante mala[2].

Apañados estaremos si el futuro tecnológico lo ha de marcar una empresa que basa su plan de negocio en la gestión de los pagos por acceso a sitios de pornografía en Internet, y de apuestas de juego. ¿Y qué diríamos de la película si viéramos que, otras irregularidades al margen, el nudo gordiano de la quiebra de una empresa cotizada y auditada estaba en unos depósitos ficticios que, por importe de 1.900 millones de euros, figuraban aparentemente en entidades bancarias asiáticas?

Y tampoco puede obviarse que, como la mayoría de las empresas germanas, Wirecard estaba dotada de una estructura de administración dual, con su órgano ejecutivo y su órgano de supervisión, lo que conforma el esquema que tanto pondera Piketty como elemento de su propuesta de socialismo participativo.


[1] Escardar: “1. Arrancar y sacar los cardos y otras hierbas nocivas de los sembrados. 2. Separar y apartar lo malo de lo bueno para que no se confundan” (DRAE, 23ª ed.).
[2] La referida secuencia se describe en D. McCrum, “Wirecard: the timeline”, Financial Times, 25 de junio de 2020.

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