Una nueva disputa entre acrónimos se perfila en el horizonte, pero en ella subyace una pugna de mayor trascendencia y alcance. De cuál de las dos tendencias se imponga en los próximos años va a depender no solo la forma de vida en las ciudades, sino también puede que la naturaleza del régimen político que impere en el futuro.
Los países desarrollados se enfrentan a enormes retos en el ámbito de la vivienda. En muchos de ellos, en las últimas décadas, el número de viviendas no ha crecido a un ritmo adecuado para atender las necesidades de las nuevas generaciones. Las dificultades de los jóvenes para acceder a la propiedad personal o a un alquiler adecuado están provocando, junto con otros factores, un rechazo del capitalismo y un avance del denominado “socialismo millennial”.
Según un informe de la revista The Economist (“The horrible housing blunder”, 18 de enero de 2020), la raíz del problema está localizada en la falta de construcción de suficientes alojamientos, especialmente en las áreas circundantes de las ciudades más dinámicas.
El problema se agrava, según la tesis sostenida por el semanario británico, por el énfasis puesto en algunos países en la promoción del régimen de vivienda en propiedad. Ante una oferta restringida por una severas limitaciones y una demanda creciente, el aumento de los precios es inevitable. Esto es positivo para los propietarios, pero negativo para quienes pretenden acceder a una residencia en propiedad o en alquiler.
Dos corrientes han comenzado a desplegar sus fuerzas, la de los NIMBYs (“Not In My Back Yard”), que propugnan controlar y limitar las nuevas construcciones, y la de los YIMBYs (“Yes In My Back Yard”), que reclaman una expansión de las edificaciones.
Como casi siempre, la tenencia o no de un “patio trasero” propio ejerce una enorme influencia en el posicionamiento personal ante diversas cuestiones. Tal vez, para pronunciarnos de manera completamente neutral, deberíamos someternos a una especie de “velo de la ignorancia rawlsiano asistido transitorio”. A semejanza de los inhibidores selectivos de conocimiento o de información utilizados en algunas populares películas, tendríamos que valorar una situación sin saber cuál es nuestra posición real, dejar escrita la respuesta elegida, y luego, tras recuperar la conciencia plena, atenernos a ella.