27 de enero de 2020

El dinamismo económico de Málaga: aspectos clave


El pasado mes de noviembre, Málaga albergó el 18º Congreso de la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE), uno de cuyos paneles se centró en el análisis de la potencia económica de Málaga. Aquí se expone un marco de referencia para su consideración.

i) Los hechos:

A mediados del siglo veinte, la provincia de Málaga representaba un 12% de la economía andaluza. En 1990 había ascendido a casi el 17%, y en la actualidad se sitúa en el 21%. En el período 1995-2007, Málaga lideró el crecimiento económico de España, con una tasa anual media acumulativa del 5%. A pesar de la caída del PIB, del 2,3% de media en los años 2009-2013, se obtiene una tasa de crecimiento promedio del 3% entre 1995 y 2018. Entre estos años, la población (de derecho) ha aumentado un 36%, mientras que la economía malagueña, en términos de PIB y de ocupación, se ha duplicado. El PIB per cápita se ha incrementado menos, pero, aun así, lo ha hecho en un 46%.

ii) Claves de la evolución:

Hay un amplio elenco de factores explicativos del dinamismo de la economía malagueña. Como telón de fondo, el entorno natural, el patrimonio histórico y el capital físico, con una mejora muy sustancial de las dotaciones de infraestructuras y de equipamientos de ocio y culturales.

Ha habido también una gran expansión del parque de empresas, cuyo número se ha duplicado. Aunque haya que hacer algunas matizaciones -y no todas respondan al paradigma schumpeteriano-, dicha expansión ha propiciado la innovación y la transformación tecnológica. Ha de destacarse el papel del PTA, con una aportación al PIB provincial cercana al 8%. Asimismo, el aumento de empresas en sectores de alta y media-alta tecnología, y de tecnología punta, con casi 3.000 unidades empresariales en estos segmentos, e, igualmente, la apertura a los mercados exteriores, con más de 4.600 empresas exportadoras. Los vínculos con la Universidad de Málaga (UMA) han posibilitado la transferencia de resultados de la investigación.

No puede obviarse el entorno económico, con los efectos positivos de la incorporación de España a la Unión Monetaria Europea. La política de bajos tipos de interés ha tenido una gran incidencia, aunque con la contrapartida de haber impulsado, junto con otros factores, una expansión desmesurada del crédito, que durante bastantes años creció a tasas superiores al 20%.

Las dinámicas sectoriales merecen una mención especial. La atracción de flujos turísticos, con una clara interacción de oferta y demanda, ha sido más que notable. Por su parte, el sector inmobiliario ha conocido fases de auge, declive (la crisis provocó una destrucción de 70.000 empleos en la construcción), y resurgimiento.

El capital humano ha tenido una aportación de primer orden. La ampliación de titulaciones por la UMA ha ejercido como factor de impulso. Y todo el proceso ha contado con la contribución del sistema financiero, tanto autóctono –Málaga es sede de la única entidad bancaria andaluza subsistente de las cajas de ahorro regionales, así como de la fundación de origen-, como externo. La relación créditos/depósitos se mantiene claramente por encima del 100%.

Finalmente, hay que aludir al posicionamiento estratégico, y al marco institucional y de gobernanza. Hay que resaltar la planificación estratégica metropolitana, y el papel de Málaga como gran ciudad, abierta, orientada a la innovación y a la cultura. Las fórmulas de colaboración público-privada ofrecen una experiencia positiva en diferentes ámbitos.

iii) Debilidades, amenazas y retos:

De entrada, no podemos obviar algunas debilidades en el ámbito del mercado de trabajo. Así, la tasa de desempleo, aunque sea la menor de Andalucía, supera el 16%, y no descendió del 10% en el punto más alto del ciclo económico anterior. La tasa de temporalidad,  aunque ha caído 10 puntos, está en el 32%. Y, en una etapa de intensos cambios, marcada por la transformación tecnológica y la digitalización, se aprecian desajustes entre la oferta y la demanda.

Por otro lado, la buena evolución en términos agregados no puede ocultar la existencia de brechas sociales y territoriales, ni la intensificación del uso de determinados recursos naturales. A pesar de la trayectoria económica, el PIB per cápita se sitúa algo más de un 25% por debajo de la media española y un 40% respecto de la Eurozona. Otras debilidades están relacionadas con el reducido tamaño empresarial, ligado a bajos niveles de productividad (un 96,4% de las empresas malagueñas son microempresas).

De igual manera, no podemos perder de vista que hay una serie de importantes retos que se derivan de fuerzas y tendencias globales. Otros son de carácter más específico: a) atender nuevas competencias y perfiles profesionales; b) retención y atracción del talento; c)  efectos de la competencia fiscal territorial; d) necesidad de acompasamiento de nuevas infraestructuras; e) completar el saneamiento integral; f) atenuar los desequilibrios territoriales intraprovinciales (más de un 80% de la población y de la actividad se concentra en el área metropolitana y la Costa del Sol), sin perjuicio de corregir los desajustes existentes entre las demarcaciones territoriales administrativas y las ciudades funcionales; g) seguir avanzando en la diversificación de la estructura productiva (el sector inmobiliario representa una cuarta parte del PIB; el turismo, un 15%, un 25% con efectos inducidos); y h) avanzar en la convergencia económica real, cuyo desfase viene explicado por la menor ocupación y la menor productividad.

  1. Posibles cursos de acción:

Conviene partir de las lecciones de la experiencia histórica, en el sentido de reconocer la fragilidad del progreso, que no es algo irreversible. El destino económico no está predeterminado, sino que depende en gran medida de las líneas de acción que se adopten. La planificación estratégica ve reafirmada su importancia, por lo que debería articularse la de Málaga y su área metropolitana con la del resto de la provincia, buscando asimismo el aprovechamiento de sinergias con otras provincias limítrofes.

Dado que el progreso no surge de manera espontánea, sino que necesita de un caldo de cultivo, es crucial potenciar un marco proclive a la prosperidad económica y al emprendimiento, con instituciones sólidas y eficaces, y plena garantía del imperio de la ley. Y, como envolvente, debería tenerse presente el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.

(Artículo publicado en el diario “Sur”, con fecha 26 de enero de 2020)

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