16 de julio de 2019

Fútbol y cisnes negros: el caso del Leicester


Los ecos de la conclusión de las temporadas futbolísticas nacionales se han ido apagando, ante la celebración de la UEFA Euro 2016, pero el triunfo del Leicester City Club en la Premier League ha generado una serie de efectos duraderos. Los análisis realizados van mucho más allá de los aspectos deportivos, abarcando consideraciones de orden económico, estadístico, cultural, estratégico o de gestión. La histórica victoria de “Los Zorros” tiene implicaciones en diversos ámbitos y, de manera destacada, representa un hito y un signo de esperanza para muchos clubes que no parten muy bien posicionados en las carreras por los títulos. La gesta conseguida ha sido calificada por The Economist como el mayor evento de éxito de un “perdedor esperado” en la historia del deporte.

El caso del club inglés está, pues, lleno de alicientes desde las perspectivas más diversas. Para colmo, su entrenador, Claudio Ranieri, apodado “The Tinkerman” (dícese del técnico que experimenta permanentemente), llegó a ser tildado de zombi por el propietario de uno de sus exequipos. De él también se había afirmado que era “el perfecto Perdedor, con p mayúscula”.

Si, por otro lado, recurrimos a los criterios que, según los analistas, mejor pronostican la posición final de un equipo, el puesto obtenido en la última competición y el importe de la masa salarial, tampoco el Leicester contaba con demasiado respaldo. Así, en la campaña anterior, 2014/15, era considerado un candidato al descenso, que pudo eludir gracias a un progreso “milagroso” en la recta final. Por lo que a los ingresos se refiere, ocupaba el puesto 12º entre los equipos de la Premier League.

Nicholas Taleb ha popularizado el concepto de “cisne negro”. Durante años, en los mercados financieros se vivió bajo la ficción de que los sucesos altamente improbables, para los que ni siquiera existían precedentes históricos, no podían darse en la práctica. A partir de una serie de sofisticados indicadores que mostraban los resultados esperados en un 95% o en un 99% de las posibles situaciones,  los gestores vivían con una gran confortabilidad, irradiando un ambiente de confianza y control. Los modelos contemplaban eventos extraordinarios que podrían generar un gran impacto negativo, pero, dada su rareza, casi podía esperarse que no llegarían a ocurrir.

Algo parecido debieron de pensar los corredores de apuestas que estaban dispuestos a pagar 5.000 libras por cada libra apostada a favor de que el Leicester conquistara el título de liga. Si pudiésemos retrotraernos al inicio de la temporada 2015/16 y repetir el experimento 5.000 veces, la expectativa era que se proclamara campeón solo una vez. Algunos especialistas habían afirmado que era más probable que se descubriera el monstruo del Lago Ness que ganar la liga con una posición de 5.000 a 1.

El hecho de que, contra todo pronóstico, lo haya logrado difícilmente puede atribuirse a una explicación única. Entre otras, se ha apuntado el acierto en la contratación de algunos jugadores, la ausencia de lesiones, la no participación en competiciones europeas e incluso algunas decisiones arbitrales favorables. Por otro lado, ha hecho un uso intensivo de las nuevas tecnologías para analizar miles de datos sobre la actuación de los jugadores. Asimismo, ha invertido en actuaciones que dan fruto a largo plazo, como la construcción de un estadio de entrenamiento, la potenciación de la cantera o el “scouting” de talentos en el mercado.

El caso del Leicester, al margen de su importancia intrínseca, se ha convertido en un referente de primera magnitud para otros clubes sin grandes títulos en sus vitrinas. ¿Podría el Málaga, C. F., emular algún día la hazaña del club inglés? Si cualquier aficionado del club de Martiricos ha soñado alguna vez con esa posibilidad, el logro comentado viene a refutar la idea de que los resultados deportivos han de responder a un determinismo puro, aunque, como reflejan los datos de los últimos años, sea cada vez más difícil escapar de la tiranía de los presupuestos.

Puestos a buscar, podemos incluso encontrar algunos paralelismos. Ambos clubes son más que centenarios, aunque el inglés, fundado en 1884, es más antiguo, y propiedad de inversores extranjeros. El mejor resultado anterior del campeón inglés (un segundo puesto) se remontaba al año 1929. Mucho más reciente es la más que meritoria cuarta plaza alcanzada por el club malacitano en la liga española. Con una población bastante inferior a la de Málaga (330.000 habitantes), la ciudad de Leicester es destacada por su diversidad demográfica y vive actualmente una etapa calificada de renacimiento.

Sobre el papel, si atendemos a los datos estadísticos, la trayectoria histórica del Málaga arrojaría un mayor grado de dificultad. De los partidos disputados desde la temporada 1995-96, ha ganado un 29%, empatado un 26% y perdido un 45%; en un número similar de encuentros, los registros del Leicester son, respectivamente, del 42%, 28% y 30%. La probabilidad de alcanzar 85 puntos (promedio requerido para ser campeón de la liga española a lo largo de los últimos 20 años) con el mencionado historial es sumamente reducida; de hecho, solo un 7% de la que se le atribuiría al equipo de las “Tierras Medias”. Pero la rareza estriba precisamente en el desafío a lo esperable.

Una de las claves de su éxito ha sido, según numerosas opiniones, haber conseguido que prevaleciera el espíritu de equipo. Algunos afamados analistas se han apresurado a matizar que, en el fútbol, el espíritu tiende a acompañar los resultados, en vez de causarlos. Quizás no haya más remedio que aceptar esa demoledora tesis a la luz de los bucles que se observan en la realidad entre los resultados y las dinámicas de los equipos, pero sería demasiado duro tener que renunciar a la creencia de que una estrategia sustentada en estrictos principios deportivos pueda conducir al olimpo. Ya que han aparecido cisnes negros futbolísticos, que destrozan las inercias históricas, no habría que perder la esperanza de que algún día, en la ribera del Guadalmedina, lo haga también un mirlo blanco o, mejor aún, blanquiazul.

(Artículo publicado en el diario “Sur”, el 14-7-2016; se incluye en este blog en julio de 2019, a sugerencia de Juan Francisco García Aranda, experto en Economía del Deporte)urocup, pero el gando,

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