El día 22 de julio de 1959 se
publicó en el Boletín Oficial del Estado el Decreto-Ley 10/1959, de ordenación
económica. A través de un escueto articulado se daba paso a la adopción de una
serie de medidas de política económica que cambiaron decisivamente el rumbo de
la economía y, con ello, de la sociedad española. Se cumplen ahora sesenta años
de la puesta en marcha del Plan de Estabilización.
Dicho Plan marcó un antes y un
después en la historia de España de las últimas décadas. No en vano, como ha
señalado el profesor Miguel González Moreno, se trata de la mayor obra de
ingeniería económica de la historia reciente de nuestro país. En palabras de
Enrique Fuentes Quintana, uno de los economistas que lo impulsó, “no nos
creíamos que fuera verdad lo que al fin sucedió”. Y lo que sucedió es que
España puso término al modelo de autarquía económica y de aislamiento exterior,
que había prevalecido a lo largo de los años cuarenta y cincuenta, para dar
paso a otro que incorporaba mecanismos propios de una economía de mercado, y de
apertura al extranjero.
La Guerra Civil española, además
de sus trágicas consecuencias humanas, tuvo también efectos económicos
devastadores. El producto interior bruto (PIB) del año 1940 era, en términos
reales, una cuarta parte inferior al de 1935, a lo que había que sumar la destrucción
de buena parte del aparato productivo y la irrecuperable pérdida de capital
humano. Para hacer frente a la reconstrucción de la economía nacional, el
régimen franquista apostó por un modelo inspirado en el principio de reservar
el mercado interior a la actividad productiva nacional, basado en una drástica
política de sustitución de importaciones.
La escasez y la penuria padecidas
por la población en los años de la posguerra son fiel reflejo del fracaso de la
ruta económica elegida. No sería hasta el año 1952 cuando pudo recuperarse el
nivel de renta per cápita real de antes del conflicto bélico. Aun así, el
régimen parecía decidido a mantener sus esencias. En mayo de 1958, las Cortes
aprobaron la Ley de Principios Fundamentales del Movimiento. En su intervención
ante la Cámara, el jefe del Estado admitía la posibilidad de “determinadas
dificultades” o de “situaciones transitorias de desequilibrio”, pero sostenía
que “no había motivo razonable para dar abrigo al pesimismo que conduce a la
desesperación”.
Sin embargo, la situación era verdaderamente
desesperante. El sistema económico estaba al borde del colapso, asfixiado por
una carencia absoluta de divisas con las que efectuar las importaciones de los
productos más básicos y necesarios. El modelo autárquico, que prometía la
autosuficiencia, había abocado a una dependencia irredimible. Adicionalmente, unas
elevadas tasas de inflación, de dos dígitos, mermaban el poder adquisitivo de
los ya empobrecidos asalariados y restaban competitividad exterior a nuestras
exportaciones, acentuando el problema del déficit comercial. La precaria
situación de las finanzas públicas no venía, por su parte, sino a agravar el
panorama.
Pese a todo, el general Franco se
mostraba reacio a dar su brazo a torcer. El historiador Paul Preston ha
relatado la trascendencia del momento histórico de un despacho con el ministro
de Hacienda, Mariano Navarro Rubio. El dictador se resistía a seguir las directrices
del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. “Sólo cuando Navarro
Rubio, en un episodio muy tenso, le amenaza con la vuelta de gasógenos a las
calles de España, Franco, de muy mala gana, se encoge de hombros y dice: ‘Pues
bien, usted haga lo que quiera’”.
Como ha dejado escrito Fuentes
Quintana, cuatro fueron las ideas económicas que sustentaron el Plan de
Estabilización de 1959: i) el restablecimiento de la disciplina financiera,
tanto en la política presupuestaria como en la monetaria; ii) la fijación de un
tipo de cambio único y realista para la peseta; iii) la liberalización del
sector exterior; y iv) acabar con la economía “recomendada”, sustentada en
subvenciones e intervenciones discrecionales.
Numerosas fueron las medidas
aplicadas dentro de ese marco, entre las que pueden mencionarse: a) reforma
fiscal; b) limitación de la financiación del gasto público mediante el recurso
al Banco de España; c) devaluación de la peseta frente al dólar, cuyo tipo de
cambio pasó de 42 a 60 pesetas; d) declaración de la convertibilidad de la
peseta; e) apertura a las inversiones extranjeras en sectores clave; f)
revisión de los aranceles; g) flexibilización del mercado de trabajo; h)
inversiones en infraestructuras públicas; i) estímulo de la inversión privada.
Ante la batería de medidas
desplegadas, la economía acusó inicialmente un impacto negativo, para dar luego
paso a una etapa de intenso crecimiento. Al propio tiempo, las reformas
implementadas, de forma gradual, aumentaron el protagonismo de los esquemas de
mercado, con mayores dosis de flexibilidad en cuanto a su funcionamiento interno,
de competitividad, y de apertura al exterior. Afortunadamente, el Plan de 1959
no supuso una estabilización, en sentido estricto, de la situación que se
arrastraba, sino de transformación, modernización y acercamiento a los
estándares europeos.
En opinión de José Carlos Herrán,
ese proceso de reformas “salvó al régimen, pero permitió un desarrollo social
que finalmente lo haría obsoleto e inviable a largo plazo”. Aunque siempre es
posible construir ucronías acerca de qué habría sucedido en el plano político
de no haberse puesto en marcha dicho Plan, es quizás más oportuno reconocer la
visión y el empuje del equipo de economistas que lo hicieron posible.
Según Fuentes Quintana, “era de
esperar, y de temer, que las ideas e intereses de la vieja política, humillados
y rendidos por la situación de quiebra exterior de 1959 que forzó su voluntad
para aceptar las medidas salvadoras resurgieran en cuanto la economía
recuperase vigor y solvencia frente al exterior… El Plan de Estabilización de
1959 constituye, pues, una buena oportunidad para recordar que la definición y
defensa de un sistema de mercado sigue siendo una exigencia que debe atender
prioritariamente la economía española. Una tarea pendiente…”. Lo curioso es que
estas palabras eran pronunciadas en fechas relativamente recientes, en 2007.
¿Que diría hoy uno de los ideólogos del Plan de Estabilización de 1959, y
artífice de los Pactos de la Moncloa de 1977?
(Artículo publicado en el diario
“Sur”)