La capacidad de trabajo en equipo
es una competencia profesional que tiende a ocupar un lugar central en las
evaluaciones personales. Los empleadores le otorgan una gran trascendencia, a
veces incluso anteponiéndola a las cualificaciones técnicas o a las habilidades
prácticas. No parece que se preste a mucha discusión la relevancia de dicha
competencia para el funcionamiento de una empresa, cuya actuación va a depender
del aprovechamiento conjunto de sus recursos. Sentado lo anterior, es también
evidente que un verdadero “trabajo en equipo” requiere “que todo el equipo
trabaje”, y, para ello, es preciso que todos sus integrantes sean capaces de desarrollar
algunas tareas individualmente, en solitario, sin ningún paraguas protector.
La necesidad de contar con un
equipo se manifiesta de manera especial a la hora de abordar tareas complejas, que
un individuo no puede abarcar por sí solo. La innovación y la invención son
asimismo procesos de carácter social en los que se combinan las aportaciones o
las ideas de diversas personas, bien es verdad que, en ocasiones, a partir de
trabajos realizados inicialmente de forma inconexa.
No obstante sus ventajas, el
trabajo grupal adolece de algunos defectos potenciales. Uno de los
fundamentales es el riesgo de que se imponga el denominado “pensamiento grupal”
(“groupthinking”), que puede inhibir la expresión de opiniones minoritarias
ante el temor de quedar estigmatizado o relegado al ostracismo. En un artículo
de la revista The Economist de fecha 8 de septiembre de 2018 (“When teamwork
works”) se señala la desastrosa operación de invasión de la Bahía de Cochinos
de Cuba en 1961 como un caso clásico de pensamiento grupal, en el que los
escépticos se mostraron reacios a desafiar al nuevo presidente norteamericano
electo.
En el mismo artículo se hace una
breve mención del fenómeno de la “sabiduría de las masas”, que se refiere a la
capacidad de los grandes grupos para hacer, en promedio, buenas estimaciones de
datos, como, por ejemplo, aproximar el peso de un animal o el número de objetos
contenidos en un recipiente. Ahora bien, la fiabilidad del pronóstico se basa
en que las estimaciones de los individuos sean totalmente independientes.
Cuando una persona tiene conocimiento de las opiniones o reacciones de las
demás, surge una tendencia a modificar su posición inicial y a comportarse “en
manada”. Las consecuencias de este tipo de comportamiento en los mercados
financieros y en los de activos reales son conocidas, y están asociadas a la
formación y al ulterior estallido de las “burbujas”.
La manera de coordinar el trabajo
tiene, en definitiva, una enorme importancia para cualquier organización. Son
numerosas las investigaciones científicas desarrolladas con objeto de discernir
cuáles son las fórmulas idóneas para encontrar las soluciones óptimas a los
problemas a los que se enfrenta una organización. Una de ellas es la realizada
por tres académicos estadounidenses, Ethan Bernstein, Jesse Shore, y David
Lazer (“How intermittent breaks in interaction improve collective
intelligence”, Proceedings of the National Academy, 2018). De entrada, llama la
atención que se indique explícitamente que los tres firmantes del artículo
“diseñaron la investigación, ejecutaron la investigación, analizaron los datos,
y escribieron el documento”, aun cuando sus nombres, un tanto curiosamente, no
aparezcan en orden alfabético.
En el trabajo se parte de señalar
que las personas se influyen mutuamente cuando interactúan para resolver
problemas. En comparación con una resolución independiente de un problema, tal
influencia social introduce: (i) claros beneficios (una calidad de la solución
con una media más alta, debido a la explotación de las respuestas existentes a
través del aprendizaje social); pero también (ii) algunos costes (una calidad
de la solución inferior a la máxima, debido a una reducción en la exploración
individual de nuevas respuestas).
Así, se hacen eco de las
conclusiones de investigaciones anteriores según las cuales la influencia
social lleva a los individuos a adoptar las opiniones de sus pares y a copiar
sus soluciones, ocasionándose una pérdida de diversidad. Asimismo, la práctica
de compartir ideas en las primeras fases de un “brainstorming” tiende a reducir
el número y la calidad de las ideas producidas. Es decir, es como si la calma
llegara bastante antes de que se desatara una auténtica tormenta, a la que no
se le puede cercenar de antemano el repertorio de rayos, truenos y relámpagos.
Bernstein, Shore y Lazer tratan
de averiguar si es posible conseguir los beneficios de la influencia social y
del trabajo en red (aprendizaje colectivo) sin incurrir en los costes asociados
(convergencia prematura y solución subóptima). A tal efecto, llevan a cabo un
experimento consistente en estudiar la actuación de grupos de tres personas que
deben resolver el clásico problema del vendedor viajero. Se trata de elegir una
ruta que permita visitar todas las ciudades seleccionadas, de modo que la
distancia recorrida sea la menor posible.
En el experimento, los grupos establecidos
actúan de tres maneras diferentes, según las cuales sus miembros: a) no ven
nunca las soluciones de los otros integrantes del grupo; b) pueden ver las soluciones
de los demás integrantes en todo momento; c) obtienen información de los demás componentes
del grupo, pero solo de forma intermitente.
Los resultados del estudio ponen
de manifiesto que los miembros del grupo individualista alcanzan la solución óptima
más a menudo que el grupo de colaboradores constantes (44% de las veces frente
a 33%, respectivamente), aunque con una solución media de calidad inferior. El
mejor resultado se obtiene por los colaboradores intermitentes (48%) y, además,
con una mejor solución media.
En suma, la colaboración
intermitente, según la referida investigación, ofrece un equilibrio entre el
aprendizaje de los pares (a través de la influencia social) y el intento de
nuevas soluciones (a través de la exploración independiente). Así, cabría
concluir que una cosa es la conectividad permanente y otra, la conexión
permanente. La primera es una aliada imprescindible para el avance de la
innovación y del conocimiento; la segunda puede convertirse en un rémora
relativa.
(Artículo publicado en el diario
“Sur”)