9 de mayo de 2019

Trabajo en equipo e inteligencia colectiva


La capacidad de trabajo en equipo es una competencia profesional que tiende a ocupar un lugar central en las evaluaciones personales. Los empleadores le otorgan una gran trascendencia, a veces incluso anteponiéndola a las cualificaciones técnicas o a las habilidades prácticas. No parece que se preste a mucha discusión la relevancia de dicha competencia para el funcionamiento de una empresa, cuya actuación va a depender del aprovechamiento conjunto de sus recursos. Sentado lo anterior, es también evidente que un verdadero “trabajo en equipo” requiere “que todo el equipo trabaje”, y, para ello, es preciso que todos sus integrantes sean capaces de desarrollar algunas tareas individualmente, en solitario, sin ningún paraguas protector.

La necesidad de contar con un equipo se manifiesta de manera especial a la hora de abordar tareas complejas, que un individuo no puede abarcar por sí solo. La innovación y la invención son asimismo procesos de carácter social en los que se combinan las aportaciones o las ideas de diversas personas, bien es verdad que, en ocasiones, a partir de trabajos realizados inicialmente de forma inconexa.

No obstante sus ventajas, el trabajo grupal adolece de algunos defectos potenciales. Uno de los fundamentales es el riesgo de que se imponga el denominado “pensamiento grupal” (“groupthinking”), que puede inhibir la expresión de opiniones minoritarias ante el temor de quedar estigmatizado o relegado al ostracismo. En un artículo de la revista The Economist de fecha 8 de septiembre de 2018 (“When teamwork works”) se señala la desastrosa operación de invasión de la Bahía de Cochinos de Cuba en 1961 como un caso clásico de pensamiento grupal, en el que los escépticos se mostraron reacios a desafiar al nuevo presidente norteamericano electo.

En el mismo artículo se hace una breve mención del fenómeno de la “sabiduría de las masas”, que se refiere a la capacidad de los grandes grupos para hacer, en promedio, buenas estimaciones de datos, como, por ejemplo, aproximar el peso de un animal o el número de objetos contenidos en un recipiente. Ahora bien, la fiabilidad del pronóstico se basa en que las estimaciones de los individuos sean totalmente independientes. Cuando una persona tiene conocimiento de las opiniones o reacciones de las demás, surge una tendencia a modificar su posición inicial y a comportarse “en manada”. Las consecuencias de este tipo de comportamiento en los mercados financieros y en los de activos reales son conocidas, y están asociadas a la formación y al ulterior estallido de las “burbujas”.

La manera de coordinar el trabajo tiene, en definitiva, una enorme importancia para cualquier organización. Son numerosas las investigaciones científicas desarrolladas con objeto de discernir cuáles son las fórmulas idóneas para encontrar las soluciones óptimas a los problemas a los que se enfrenta una organización. Una de ellas es la realizada por tres académicos estadounidenses, Ethan Bernstein, Jesse Shore, y David Lazer (“How intermittent breaks in interaction improve collective intelligence”, Proceedings of the National Academy, 2018). De entrada, llama la atención que se indique explícitamente que los tres firmantes del artículo “diseñaron la investigación, ejecutaron la investigación, analizaron los datos, y escribieron el documento”, aun cuando sus nombres, un tanto curiosamente, no aparezcan en orden alfabético.

En el trabajo se parte de señalar que las personas se influyen mutuamente cuando interactúan para resolver problemas. En comparación con una resolución independiente de un problema, tal influencia social introduce: (i) claros beneficios (una calidad de la solución con una media más alta, debido a la explotación de las respuestas existentes a través del aprendizaje social); pero también (ii) algunos costes (una calidad de la solución inferior a la máxima, debido a una reducción en la exploración individual de nuevas respuestas).

Así, se hacen eco de las conclusiones de investigaciones anteriores según las cuales la influencia social lleva a los individuos a adoptar las opiniones de sus pares y a copiar sus soluciones, ocasionándose una pérdida de diversidad. Asimismo, la práctica de compartir ideas en las primeras fases de un “brainstorming” tiende a reducir el número y la calidad de las ideas producidas. Es decir, es como si la calma llegara bastante antes de que se desatara una auténtica tormenta, a la que no se le puede cercenar de antemano el repertorio de rayos, truenos y relámpagos.

Bernstein, Shore y Lazer tratan de averiguar si es posible conseguir los beneficios de la influencia social y del trabajo en red (aprendizaje colectivo) sin incurrir en los costes asociados (convergencia prematura y solución subóptima). A tal efecto, llevan a cabo un experimento consistente en estudiar la actuación de grupos de tres personas que deben resolver el clásico problema del vendedor viajero. Se trata de elegir una ruta que permita visitar todas las ciudades seleccionadas, de modo que la distancia recorrida sea la menor posible.

En el experimento, los grupos establecidos actúan de tres maneras diferentes, según las cuales sus miembros: a) no ven nunca las soluciones de los otros integrantes del grupo; b) pueden ver las soluciones de los demás integrantes en todo momento; c) obtienen información de los demás componentes del grupo, pero solo de forma intermitente.

Los resultados del estudio ponen de manifiesto que los miembros del grupo individualista alcanzan la solución óptima más a menudo que el grupo de colaboradores constantes (44% de las veces frente a 33%, respectivamente), aunque con una solución media de calidad inferior. El mejor resultado se obtiene por los colaboradores intermitentes (48%) y, además, con una mejor solución media.

En suma, la colaboración intermitente, según la referida investigación, ofrece un equilibrio entre el aprendizaje de los pares (a través de la influencia social) y el intento de nuevas soluciones (a través de la exploración independiente). Así, cabría concluir que una cosa es la conectividad permanente y otra, la conexión permanente. La primera es una aliada imprescindible para el avance de la innovación y del conocimiento; la segunda puede convertirse en un rémora relativa.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)

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