5 de mayo de 2019

Lecciones nadalianas

Hace tan solo unos días, dentro de un ciclo organizado por el Club Unicaja Baloncesto, tuvo lugar en Málaga, en el Pabellón de Los Guindos, una conferencia impartida por Toni Nadal, con el título “Todo se puede entrenar”. En la pista que ha visto brotar gran parte de la estirpe autóctona y de acogida en la que se ha sustentado la trayectoria del Club malagueño, en la cancha en la que se han forjado muchas generaciones de deportistas, con carreras más o menos largas, el emblemático entrenador de tenis nos dejó un valioso repertorio de lecciones, deportivas y extradeportivas. Agradezco sinceramente a Eduardo García y Mario Bárbara que me invitasen a tan singular y provechoso evento.

La verdad es que me hubiese gustado poder diseccionar cada una de las frases de su denso discurso, en el que no había puntada dada sin hilo. Me hubiese gustado poder extraer la esencia de sus palabras, fruto de su experiencia inigualable, a lo largo de casi tres décadas, como tutor de una de las más grandes figuras de todos los tiempos que ha dado el deporte mundial. A falta de esa oportunidad, me dispongo únicamente a recoger, a modo de flashes un tanto improvisados, algunas de las ideas sugeridas al hilo de dicha alocución, que, a mi entender, resultan altamente instructivas como orientadoras dentro y fuera de las canchas deportivas:

i. La excelencia no está reñida con la sencillez ni la modestia.

ii. El honor y el respeto a los demás están siempre por encima de cualquier otra meta.

iii. Solo resulta inalcanzable aquello que no se intenta.

iv. La autocomplacencia es el peor enemigo del progreso personal.

v. El talento no es nunca una condición suficiente -y, a veces, ni siquiera necesaria- para el éxito profesional.

vi. Ante el fracaso, las excusas solo son un impedimento para no volver a fracasar.

vii. Nadie puede decir que el camino del éxito sea fácil, pero si no se parte con confianza en lograr grandes metas difícilmente podrá encontrarse la senda apropiada.

viii. Hay que prepararse para afrontar la adversidad, y es probable que la que encontremos en la realidad supere holgadamente la esperada.

ix. Todo aquello que facilita en exceso nuestra actuación a veces nos debilita.

x. El sacrificio personal no garantiza el triunfo, pero sí la satisfacción de haber dado lo mejor de uno mismo.

xi. La verdad es un elemento imprescindible para evitar frustraciones y equívocos.

xii. A partir de determinados niveles, la práctica del deporte de élite es incompatible con la formación reglada especializada, pero el deporte puede ser una fuente formativa de primer orden.

Las anteriores no son sino simples impresiones personales -puede que, en algunos casos, interpretaciones no acertadas- del discurso de Toni Nadal, cuyo testimonio no viene sino a corroborar la idea de que detrás de la trayectoria de Rafael Nadal, tenista excepcional, debía de haber también un entrenador, más que entrenador, un maestro, un filósofo y un psicólogo, también excepcional.

Hasta ahora, ha tendido a prevalecer la idea de que Toni Nadal era “el tío de Rafael Nadal”; sin embargo, después de atender su narrativa, es casi inevitable plantearse la pregunta de si Rafael Nadal no es también “el sobrino de Toni Nadal”. Visto lo visto, después de semejante andadura, no quede tal vez más remedio que constatar que “tanto monta, monta tanto…”. Eso no quita para reconocer que, en un deporte como el tenis, es el jugador, como héroe solitario, expuesto ante el peligro y sin ayuda de colaboradores ni de consejos, el que se deja la piel en la pista y el artífice de los guarismos que quedan en el marcador final.

El resultado de cada partido es una mezcla de factores, con distintas ponderaciones e intensidades: talento, dedicación, preparación, compromiso, superación, convicción, ambición, técnica, estrategia, táctica, y seguramente algunos más. Es el fruto de lo que se ve y de otros atributos que no se ven, tangibles e intangibles. Como Toni Nadal recordaba en un artículo, del que me hacía eco en una entrada de este blog (24-2-2018), la pasión desmedida por lo que uno hace es lo único capaz de explicar carreras tan largas y fructíferas como las de Roger Federer y Rafael Nadal.

Con todos esos componentes reunidos, para llegar a las cotas más altas y a priori inalcanzables, hace falta encontrarse con auténticos “outliers”, casos atípicos que revientan los registros estadísticos. Pertenecen a la especie de los “cisnes negros”. Su hallazgo es sumamente difícil o casi imposible. Aún lo es más encontrar un ejemplar de estas características acompañado de otro que desempeña su papel, más discretamente, fuera de las canchas.

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