6 de abril de 2019

Maximín vs maximax: la aceptación de la excepción a la regla de la igualdad absoluta

Las percepciones sobre cuál debe ser el alcance efectivo de la justicia distributiva son sumamente heterogéneas. Hay muchas personas provistas de fuertes convicciones igualitarias que ponderan por encima de todo la existencia de una situación homogénea de todos los individuos, anteponiendo la ausencia de diferencias de renta y riqueza interpersonales a la consideración de los niveles absolutos de bienestar económico alcanzados por cada uno. Desde esta perspectiva de justicia, es preferible que todas las personas sean iguales en la pobreza a que haya diferencias de estatus, aunque ello implicara que los peor situados estuvieran mejor, en términos absolutos, que en la referida hipotética situación de igualdad total.

Quien profese esta visión tenderá a rechazar la alternativa propuesta por Rawls en el sentido de favorecer todo lo posible a la persona que quede peor situada (criterio del maximín). Este último criterio respaldará aquellas medidas que representen una mejora para el peor situado aunque ello conlleve que se amplíe la distancia con los colocados en las posiciones de privilegio. Con mayor motivo, quien defienda el igualitarismo rechazaría una “mejora paretiana”, aquella que da lugar a un avance para alguien sin perjudicar a nadie.

Se trata, en fin, de un planteamiento que prima ante todo la igualdad como valor intrínseco y que podría utilizarse para la organización de una sociedad, preferiblemente, de manera ideal, con carácter previo al conocimiento de la posición real a ocupar por cada uno. Si se adopta dicho planteamiento, sí resulta, sin embargo, extraño que las mismas personas que, con las mejores intenciones, lo defienden a rajatabla admitan una importante quiebra en su aplicación efectiva, avalando una especie de “criterio del maximax”: no solo no se cuestiona, sino que puede llegar a fomentarse, que los integrantes de la cúspide política tengan derecho a disfrutar de condiciones privilegiadas. Algunos de los episodios narrados por Bertrand de Jouvenel en su obra “La ética de la redistribución”, de la que se recoge una reseña en una entrada de este blog (27-2-2019), son bastante significativos al respecto.

La historia ofrece ejemplos -con más o menos márgenes de libertad- incluso de lo que podríamos denominar “cambios antiparetianos”, esto es, cuando una medida debe ser respaldada, aunque implique un retroceso de algunas personas, si permite una mejora del líder supremo.

Entradas más vistas del Blog