La diversificación de riesgos forma parte de los conceptos clave seleccionados en los cuestionarios internacionales para la evaluación del nivel de competencias financieras de la población. De hecho, la relativa a dicha diversificación es una de las “tres grandes” preguntas incluidas en los estudios de mayor alcance, a partir del planteamiento metodológico de Lusardi y Mitchell: “¿Considera que la siguiente frase es verdadera o falsa?: ‘Comprar una acción de una compañía concreta ofrece usualmente un rendimiento más seguro que un fondo de inversión’”.
Como hemos apuntado en otro lugar (revista “e-publica”, nº 20, 2017), el desconocimiento de las características de un fondo de inversión puede condicionar la respuesta a una pregunta así formulada. No obstante, con una redacción más adecuada [“Suponga que Vd. tiene algún dinero. ¿Qué es más seguro: colocar ese dinero en una empresa o una inversión, o colocarlo en múltiples empresas o inversiones?”], el estudio realizado por la agencia Standard and Poor’s con la colaboración del Banco Mundial (Klapper, Lusardi y Oudheusden, 2015) pone de relieve que, en el mundo, dos de cada tres personas desconocen el fundamento de la diversificación del riesgo. En las principales economías avanzadas, ese desconocimiento afecta a un 40% de la población.
Una pregunta similar [“Por lo general, es posible reducir el riesgo de invertir en Bolsa mediante la compra de una amplia variedad de acciones. ¿Verdadero o falso?”] se recoge en la Encuesta de Competencias Financieras 2016 del Banco de España y la CNMV, como se señala en una entrada de este blog de fecha 27 de mayo de 2018. En ella se incide en que, pese a contemplarse solo dos respuestas, el porcentaje de aciertos no llega a la mitad (49%) y en el elevado porcentaje de personas que no responden (27%). También se hace una reflexión acerca de las garantías del conocimento de la acción como instrumento financiero por parte de los encuestados.
Para cualquier persona con unos mínimos conocimientos económico-financieros, o que aplique el sentido común, las preguntas anteriores pueden parecer una trivialidad. ¿Qué podría pensarse, pues, de alguien que afirmara que “Es un error pensar que podemos limitar nuestro riesgo mediante una diversificación acentuada entre empresas que conocemos poco y sin que tengamos ninguna razón para una confianza especial”?
¿Qué habría ocurrido si, a pesar de los matices apuntados, esa persona hubiese decidido, en lugar de declinar la respuesta, contestar como “falsa” la pregunta relativa a la diversificación de las inversiones. ¿Cabría suponer que se trataría de una persona con escasas competencias financieras?
¿Cuál sería nuestra reacción -siguiendo con la elucubración- si nos dijeran que esa “incompetente persona” firma con las iniciales “JMK”? ¿Una mera coincidencia, un seudónimo, tan al uso actualmente, basado en el nombre de un gran economista?
No es así; la frase reseñada fue pronunciada por el mismísimo John Maynard Keynes, quien, además de sus grandes contribuciones a la teoría y a la política económicas, fue un activo gestor de carteras, a quien se le encomendó la inversión de los fondos del King´s College de la Universidad de Cambridge. En el período 1921-1946, su cartera logró batir en una media de 8 puntos porcentuales anuales el índice de la bolsa británica.
Como hemos apuntado en otro lugar (revista “e-publica”, nº 20, 2017), el desconocimiento de las características de un fondo de inversión puede condicionar la respuesta a una pregunta así formulada. No obstante, con una redacción más adecuada [“Suponga que Vd. tiene algún dinero. ¿Qué es más seguro: colocar ese dinero en una empresa o una inversión, o colocarlo en múltiples empresas o inversiones?”], el estudio realizado por la agencia Standard and Poor’s con la colaboración del Banco Mundial (Klapper, Lusardi y Oudheusden, 2015) pone de relieve que, en el mundo, dos de cada tres personas desconocen el fundamento de la diversificación del riesgo. En las principales economías avanzadas, ese desconocimiento afecta a un 40% de la población.
Una pregunta similar [“Por lo general, es posible reducir el riesgo de invertir en Bolsa mediante la compra de una amplia variedad de acciones. ¿Verdadero o falso?”] se recoge en la Encuesta de Competencias Financieras 2016 del Banco de España y la CNMV, como se señala en una entrada de este blog de fecha 27 de mayo de 2018. En ella se incide en que, pese a contemplarse solo dos respuestas, el porcentaje de aciertos no llega a la mitad (49%) y en el elevado porcentaje de personas que no responden (27%). También se hace una reflexión acerca de las garantías del conocimento de la acción como instrumento financiero por parte de los encuestados.
Para cualquier persona con unos mínimos conocimientos económico-financieros, o que aplique el sentido común, las preguntas anteriores pueden parecer una trivialidad. ¿Qué podría pensarse, pues, de alguien que afirmara que “Es un error pensar que podemos limitar nuestro riesgo mediante una diversificación acentuada entre empresas que conocemos poco y sin que tengamos ninguna razón para una confianza especial”?
¿Qué habría ocurrido si, a pesar de los matices apuntados, esa persona hubiese decidido, en lugar de declinar la respuesta, contestar como “falsa” la pregunta relativa a la diversificación de las inversiones. ¿Cabría suponer que se trataría de una persona con escasas competencias financieras?
¿Cuál sería nuestra reacción -siguiendo con la elucubración- si nos dijeran que esa “incompetente persona” firma con las iniciales “JMK”? ¿Una mera coincidencia, un seudónimo, tan al uso actualmente, basado en el nombre de un gran economista?
No es así; la frase reseñada fue pronunciada por el mismísimo John Maynard Keynes, quien, además de sus grandes contribuciones a la teoría y a la política económicas, fue un activo gestor de carteras, a quien se le encomendó la inversión de los fondos del King´s College de la Universidad de Cambridge. En el período 1921-1946, su cartera logró batir en una media de 8 puntos porcentuales anuales el índice de la bolsa británica.
Ahora el aserto del gran economista británico antes transcrito iba precedido de la siguiente directriz: “el método correcto para invertir es colocar sumas bastante grandes en empresas que uno piensa conoce algo y en cuya gestión cree completamente”.
En cualquier caso, aunque sólo sea como un mero entretenimiento especulativo, cabría plantearse cómo habría contestado JMK a la pregunta comentada en un cuestionario cerrado. En fin, nos encontramos ante uno de los bien conocidos problemas de los test carentes de la posibilidad de explicaciones o consideraciones adicionales.
Como recuerda su biógrafo más afamado, Robert Skidelsky, “A lo largo de su vida, Keynes fue un inversor con un éxito espectacular, a pesar de que sufrió tres grandes reveses… La deprimida situación del capitalismo de la década de 1930 no impidió que Keynes llegara a ser ‘horriblemente próspero’”.
Para quienes no nos hemos dedicado a las inversiones financieras, y sí a las educativas como agentes implicados en su provisión, quizás la principal enseñanza a extraer es la conveniencia de diversificar los métodos de evaluación.