24 de noviembre de 2018

Los Beatles y los impuestos: teoría y práctica

Los Beatles, como para tantas otras personas de mi generación, fue un grupo muy influyente en mi infancia y en mi adolescencia. Mis primeros recuerdos tangibles se remontan al año 1965 cuando oí por primera vez la mítica canción “Help”. Era un domingo por la tarde, y mi hermano estrenaba un picú, que más tarde dio paso a un soberbio tocadiscos de maleta Stibert con dos altavoces. Tras una cesión posterior, gratamente aceptada, durante bastantes años sería luego compañero inefable de largas horas de deleite musical. Aún hoy, después de haber ido experimentando todo tipo de dispositivos reproductores y de disfrutar ahora con los grandes adelantos tecnológicos, sigo añorando aquel sufrido aparato que tantas satisfacciones me dio.

“Help” ha sido desde aquella tarde una de mis canciones predilectas. Más de cincuenta años después, me sigue emocionando el recuerdo de cuando tomé el disco entre mis manos, y el impacto que me supuso ver en la portada la imagen de los cuatro integrantes del conjunto de Liverpool, para percibir luego su inimitable torrente sonoro.

Desde aquella lejana fecha muchas han sido las canciones de Los Beatles que he escuchado. Y aunque los gustos musicales se van moldeando con el paso del tiempo, sigue siendo un deleite, aunque haya que pagar el peaje de la nostalgia, recuperar los sones emblemáticos de aquella efímera banda musical. No puedo decir, sin embargo, que sea un especialista en la discografía beatleiana. Ni mucho menos.

Tanto es así que, salvo que se trate de alguna jugada de la memoria, no tenía conocimiento de una canción titulada nada menos que “Taxman”. No entiendo cómo, con semejante título, ha podido pasarme desapercibida durante tanto tiempo. Ha tenido que ser una persona veinte años más joven que yo, una de las que me animó y estimuló a poner en marcha este blog (lo que, en verdad, no sé si agradecerle o, más bien, reprocharle), la que, circunstancialmente, me la refiriera.

Aunque tardíamente, esa canción, cuya letra escribió George Harrison y se publicó un año después que “Help”, es para mí un hallazgo, del que únicamente hay que lamentar la extremada concisión del texto, en línea con los cánones del legendario grupo. Escueto, pero jugoso.

Veo que al pie de la letra, descargada de Internet, AZLyrics señala que el texto se facilita exclusivamente “para fines educativos y uso personal”. Y vaya sí tiene utilidad en ambos planos. Veamos los aspectos que podemos identificar en relación con el primero:

i. Comienza la canción enfatizando el reparto que impone el “taxman”, el fisco: “Hay uno para ti, diecinueve para mí”; la razón, evidente: quien así lo determina es la Hacienda Pública.

ii. Luego recoge una admonición del propio fisco en la que se dice que si un 5% nos parece poco, hay que dar las gracias, ya que podría quedarse con todo.

iii. A renglón seguido se enumeran una serie de actuaciones que pueden quedar sometidas a la fiscalidad: “Si conduces un coche, gravaré la calle; si tratas de sentarte, gravaré tu asiento; si tienes demasiado frío, gravaré la calefacción; si das un paseo, gravaré tus pies”.

iv. Posteriormente el fisco advierte de que “no se me pregunte para qué lo quiero” (con una referencia a Mr. Wilson), “si no quieres pagar más” (referencia a Mr. Heath).

v. También recomienda a “aquellos que fallecen que declaren los peniques en sus ojos”.

vi. Y finalmente recuerda que  “¡estás trabajando para mí, el fisco!”

Los dardos lanzados por George Harrison en las estrofas de la canción, o más bien disparos -no en vano está incluida en el álbum “Revolver” (“Revólver”)- merecen algún que otro comentario:

a. De entrada, uno referente a la carga impositiva, definida inicialmente de una manera un tanto inusual. Traducida a porcentajes, equivale a un tipo de gravamen del 95% y, consiguientemente, a solo un 5% neto para el contribuyente. Posteriormente sí se utiliza expresamente ese 5%, con la advertencia de que podría ser incluso menor.

b. Antes de comentar la magnitud de dicha carga, habría que salir en cierto modo en defensa del “taxman”, del recaudador, del fisco, de ese ente abstracto investido de la potestad recaudatoria. Ninguna recaudación per se, en un Estado democrático, se deriva originariamente de la voluntad de la Administración tributaria, sino de las decisiones que, en el ámbito impositivo, adoptan los ciudadanos a través de sus representantes políticos. Por tanto, si alguien quiere quejarse de los impuestos, debe dirigirse a los parlamentarios que hayan aprobado las normas, no a los funcionarios encargados de su aplicación.

c. A mediados de los años sesenta del pasado siglo, la política impositiva vigente en Gran Bretaña era la impulsada por los laboristas, bajo el liderazgo del Primer Ministro Harold Wilson. Los conservadores, liderados por Edward Heath, quien más adelante accedería a ese puesto, estaban en la oposición.

d. Alguien puede considerar que los porcentajes vertidos en la letra de la canción son producto de la hipérbole compositora. No es así. Por aquel entonces, y también a mediados de los años setenta, el tipo de gravamen máximo del impuesto sobre la renta era del 83%. A éste había que añadir, para las rentas procedentes del capital mobiliario, un recargo del 15%, con lo que el tipo marginal acumulado para tales casos podía llegar al 98% (pero “be thankful I don’t take it all”).

e. El tipo de gravamen del IRPF se mantuvo en niveles muy elevados en el Reino Unido durante décadas. Su evolución en el tiempo responde a un “modelo partidista”, según explican K. Scheve y D. Stasavage en su obra “Taxing the rich” (comentada en un artículo incluido en el número 19 de la revista eXtoikos): “En el Reino Unido, los gobiernos de izquierda elevaron los tipos máximos en los años treinta del siglo veinte y los gobiernos de derecha los redujeron significativamente en 1979 y 1988”. La historia impositiva británica ofrece así un amplio campo para estudiar el principio de la no confiscatoriedad, y también para contrastar los efectos de los incentivos económicos asociados a la bajada de impuestos.

f. En el texto se despacha George Harrison con el señalamiento de posibles hechos imponibles, poniendo de manifiesto las facilidades existentes para el establecimiento de exacciones impositivas, no tanto si se busca una auténtica fundamentación en la capacidad económica. Algunas de las propuestas pueden parecer descabelladas, pero otras no tanto. Así, la posibilidad de gravar las calles sería años después puesta en práctica en Londres y otras ciudades, aunque en este caso se trate más bien de una tasa y no de un impuesto. Y los impuestos sobre los consumos energéticos, como es bien sabido, están a la orden del día, aunque sea a través de la imposición indirecta. En fin, en otros sitios he apuntado que algunas fórmulas impositivas no están tan alejadas de la realidad como podría parecer. Pongamos por caso el impuesto económico subyacente en el sistema de reclutamiento militar obligatorio, aderezado con el componente de la estatura. Por lo demás, las “propuestas fiscales harrisonianas” pueden ser de utilidad para comentar la diferencia entre impuestos neutrales (sin coste de eficiencia) y no neutrales (con coste de eficiencia).

g. La letra es breve, pero no falta una referencia mitológica, al aludir a las monedas requeridas para emprender el último viaje.

h. Finalmente, la coletilla de la canción da pie para calibrar el alcance de los posibles desincentivos económicos originados por unos elevados tipos impositivos. La diferenciación entre el efecto renta y el efecto sustitución es particularmente interesante cuando nos encontramos tipos de ese tenor, que quieren ser rescatados por la “corbynomía” en Inglaterra y por corrientes similares en otros países. En particular, es relevante ver en qué medida los contribuyentes reaccionan a la carga impositiva. El “efecto Depardieu” representa un caso extremo, pero hay otros muchas reacciones en distinto grado. Sin ir más lejos, el de los Rolling Stones, que, dotados quizás de una mayor elasticidad, haciendo honor a su nombre, se convirtieron en exiliados fiscales.

En fin, “Taxman” es una valiosa pieza de referencia para el debate impositivo. Como parte de “Revólver” permitió a Los Beatles lanzar algunos disparos comedidos; también nos sirve para “Revolver” las conciencias fiscales en el plano meramente cognitivo.

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