La historia de la curva de Phillips está plagada
de curiosidades e incluso de aspectos intrigantes. Hizo acto de aparición en
los medios académicos en el año 1958, pero bastante después, en 1973, se
publicó un artículo con el título “Yo descubrí la curva de Phillips”, “firmado”
por un “autor”, Irving Fisher, que había fallecido en 1947.
A pesar de que Fisher, en un trabajo un tanto
olvidado, rescatado medio siglo después, había identificado en los años veinte
del pasado siglo una conexión estadística entre el paro y la inflación, fue el
economista neozelandés A. W. Phillips quien postuló la famosa curva que lleva
su apellido.
Alban William Housego Phillips, como otros
académicos célebres, fue un economista en segunda instancia, a partir de una
especialización previa, en su caso en el campo de la ingeniería eléctrica. Tras
su dura experiencia como prisionero de guerra se dedicó al estudio de los
problemas macroeconómicos, pero no abandonó su primigenia vocación. Y, de
hecho, llegó a desarrollar un aparato mecánico basado en la hidráulica para
modelizar la economía británica.
Implicaciones de la curva de Phillips en el
mercado laboral
Sin embargo, la curva que lo hizo famoso
respondía a un esquema bastante más simple. Según la misma, la variación de los
salarios guarda una relación negativa con la tasa de desempleo; a mayor tasa de
paro, menores aumentos salariales, y viceversa. Muchas han sido las
ampliaciones y revisiones de ese modelo tan simple y, en el fondo, basado en
una lógica casi inapelable. Por mucho que rechacemos que el trabajo pueda ser
considerado una mercancía, resultaría un tanto extraño que su retribución no se
viera afectada por las condiciones del mercado laboral ni por el implacable
juego de la oferta y la demanda, que acaba resumiéndose en la tasa de
desempleo.
Durante bastante tiempo llegó a prevalecer una
visión ingenua que concebía la curva de Phillips de una economía como una
relación estable que ofrecía a los responsables de la política económica una
serie de combinaciones de paro e inflación entre las que se podía elegir.
Dentro de lo negativo, los dos males económicos bajo el foco, el paro y la
inflación, marchaban en sentido contrario.
La difuminación de la curva típica
Sin embargo, la crisis de los setenta del pasado
siglo dejó claro que ambos males pueden persistir al unísono. El fenómeno de la
“estanflación” llegó a causar verdaderos estragos. Y, ya desde hace tiempo,
encontrar una curva de Phillips bien definida y asentada se convirtió en una auténtica
quimera. La otrora típica curva en forma de media luna empezó a difuminarse, si
no a desaparecer, en los registros estadísticos empíricos.
Pero sería absurdo suponer que se pueda ignorar
por completo una asociación tan trascendental y, así, a lo largo de los últimos
años son numerosos los trabajos de investigación que tratan de recuperar la
pista de su trazado gráfico real. James Tobin llegó a sugerir un símil
sumamente adecuado: al igual que los personajes de Pirandello andaban buscando
un autor, la curva de Phillips era, en un principio, un hallazgo empírico en
busca de una teoría. Sin embargo, hoy día podríamos afirmar que las cosas han
cambiado: hay ya una abundancia de autores y de teorías, a la búsqueda de los
pasos perdidos de la famosa representación gráfica.
La influencia de otros factores
Para algunos economistas, el hecho de que no se
llegue a percibir la curva de Phillips a partir de una inspección superficial
de los datos no significa que aquélla no exista. Así, Gavyn Davies sostiene la
tesis de que el comportamiento de la inflación puede venir condicionado por
otras variables que contrarresten el efecto de la situación del mercado laboral.
Es decir, muchos otros factores pueden
influenciar la evolución de la inflación, y algunas perturbaciones sobre ellos
pueden ocultar la relación subyacente entre la inflación y el paro. La
globalización, las alteraciones en la composición de la actividad económica y
de la ocupación, la caída estructural de precios en algunos sectores, los
cambios demográficos y las expectativas inflacionarias, entre otros, pueden
desempeñar un papel relevante al respecto. Asimismo, el estancamiento de la
productividad, que condiciona a largo plazo la capacidad para sostener los
incrementos salariales, asume un protagonismo más que notable, al igual que la
persistencia de altas cifras de desocupación y de amplios colectivos de
personas transitoriamente retiradas de la población activa.
Lo que sí parece desprenderse es que, debido a
algunos de los desarrollos recientes, la curva de Phillips se ha vuelto más
plana, de manera que una caída en la tasa de desempleo tiene actualmente mucho
menos impacto en la elevación de la inflación que en los años setenta del
pasado siglo.
Impacto en la política monetaria
La forma efectiva de la curva de Phillips es de
gran importancia para la instrumentación de la política monetaria. En este
contexto, The Economist ha subrayado
que, cuanto más plana sea dicha curva, el coste para los bancos centrales, en
términos de una mayor inflación, por el hecho de retrasar el aumento de los
tipos de interés, es considerablemente reducido.
En el gráfico adjunto se representa la relación
entre la tasa de desempleo y la variación del coste salarial en España en los
últimos años. Nos encontramos con una nube de puntos que es posible sintetizar
en una curva con pendiente negativa. Sin embargo, la gran dispersión existente,
esto es, las fuertes desviaciones de las observaciones respecto a la curva
estimada, hace que no exista seguridad respecto al resultado que nos podríamos
encontrar ante una posible elección entre las dos variables analizadas.
Hace años, cuando la aplicación de medidas
generales de expansión de la demanda acababa traduciéndose en un incremento de
la inflación y en una escasa incidencia en la ocupación, se pusieron en marcha
las medidas de creación directa de empleo con objeto de “engañar” a la curva de
Phillips. Se pretendía implementar medidas selectivas de manera que se lograra
crear puestos de trabajo sin desatar la espiral inflacionista.
Hoy existen otras fuerzas, como las señaladas,
que ayudan en ese propósito, pero, a decir verdad, la curva de Phillips es la
que ha logrado engañar y esquivar a los investigadores económicos. Sesenta años
después del artículo seminal de Phillips, el desafío intelectual sigue abierto.
Después de las certezas llegaron las incertidumbres. Tal vez, sin saberlo, seguimos
esperando a Godot.
(Artículo publicado en “UniBlog”, basado en una entrada publicada en el blog "Tiempo Vivo")