La Encuesta de Competencias Financieras (ECF) promovida por el Banco de España y la CNMV ofrece información de gran relevancia acerca de los conocimientos y hábitos financieros de la población española. Sus principales resultados fueron objeto de comentario en una entrada de este blog de fecha 27 de mayo de 2018.
En una jornada reciente organizada por el proyecto de educación financiera Edufinet (5 de octubre de 2018), en la exposición de las principales conclusiones de la Encuesta, Gloria Caballero, Subdirectora de Educación Financiera de la CNMV, ponía de relieve un resultado un tanto sorprendente: el producto financiero menos conocido (dentro de los incluidos en el estudio) por los ciudadanos españoles es la cuenta de ahorro o imposición a plazo (capítulo 3 de la ECF 2016). De hecho, un 27% de los encuestados no había oído hablar del mismo, mientras que los porcentajes de desconocimiento son inferiores o muy inferiores respecto a otros productos (acciones, 10%; planes de pensiones, 11%; seguro de vida, 3%; hipoteca, 2%; renta fija, 22%; fondos de inversión, 16%).
Ciertamente, de manera especial para aquellos que hemos vivido de cerca el desarrollo del sistema bancario a lo largo de las últimas décadas, dicho resultado es llamativo, aunque en parte puede obedecer a las transformaciones registradas en la estructura de los instrumentos financieros utilizados por las familias al hilo de la modernización del sistema y de la propia economía española. Ver en esa posición al que otrora era un producto estrella no deja de ser una invitación para tomar conciencia de los cambios vividos y hacer balance de las hojas del calendario que se han ido acumulando.
En otros tiempos, la tangibilidad de la libreta era un atributo muy demandado como respaldo de la materialidad de los ahorros. Sin embargo, las dudas no se disipan, sino que se acrecientan, cuando comprobamos cómo el grado de desconocimiento del producto no sólo no disminuye sino que se acentúa con la edad (ECF 2016, cuadro 4, página 28). En cualquier caso, la distinción entre la cuenta de ahorro a la vista y la imposición a plazo fijo llevaba en la práctica a la oferta de dos productos diferenciados.
Pero mayor es la sorpresa cuando, a pesar de lo señalado, comprobamos que la cuenta de ahorro es el vehículo de ahorro más frecuente entre los individuos, que, en un 26%, lo tienen como activo. La tasa de éxito es, pues, notoria, de un 35% (si calculamos el porcentaje de tenencia respecto al de conocimiento declarado del producto, bajo la hipótesis de que todo el mundo “ha oído hablar” de todos los activos que posee). Dicha tasa es mucho más baja en otros instrumentos, como los fondos de inversión (10%).
Al margen de lo expuesto, la cuestión más importante es si es pertinente establecer una equiparación entre el “conocimiento” de un producto y “haber oído hablar” del mismo. A simple vista, parece evidente que los porcentajes de dicho conocimiento (que van del 73% -depósitos- al 98% -hipotecas-) son bastante superiores a los del grado de conocimiento efectivo de las características concretas de los instrumentos. En este sentido, podría ser interesante, en futuros estudios, complementar las preguntas relativas a la familiarización con los distintos productos con otras encaminadas a contrastar el conocimiento de los rasgos esenciales de cada uno y la capacidad de diferenciar adecuadamente entre ellos.