1 de septiembre de 2018

Por sus acciones los conoceréis: el secreto del gran cocinero de la manzana tentadora

Un adicto al “velo de la ignorancia” rawlsiano como criterio destilador de las valoraciones y actitudes personales, como quien suscribe estas líneas, no podría enfocar la cuestión aquí planteada sin recurrir al mismo. Dicha cuestión guarda relación con una comunicación bastante especial presentada recientemente por una gran corporación a la SEC (Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos). En ella se declara que se atribuye al primer ejecutivo de esa empresa una importante cantidad de acciones de la propia compañía, que, según el valor actual de mercado, ascendían a la suma de 121 millones de dólares, como parte de su paquete retributivo plurianual.

Supongamos que seleccionamos una muestra representativa de personas, todas ellas capaces de desempeñar funciones directivas, de lo que están plenamente convencidas, y les pedimos que nos valoren la percepción de la referida compensación económica, en dos supuestos diferentes: i) existe una probabilidad nula de que una de esas personas pueda ser la beneficiaria; ii) existe una probabilidad del 99,99% de que cada persona lo sea. ¿Cómo reaccionaría “ex ante” cada una de esas personas?

La respuesta dependerá, lógicamente, del perfil de cada uno, pero la verdad es que, a pesar del juego hipotético, jugamos con algo de ventaja. En la mencionada declaración a la SEC, que podemos descargar a través de Internet, figura el nombre de “COOK TIMOTHY D”. Fin de la partida.

Tim Cook fue designado CEO de Apple en el año 2011 y ya entonces se le adjudicaron 1 millón de acciones de la compañía, que se consolidarían con el paso de tiempo, la mitad al cabo de los cinco primeros años y la otra mitad, pasados otros cinco. En 2013, el acuerdo fue revisado, de tal manera que la mitad seguía quedando vinculada al devengo temporal, y la otra pasaba a depender de los rendimientos obtenidos por los accionistas de Apple en comparación con el índice S&P 500.

Lo cierto es que, según la comunicación a la SEC, de fecha 28 de agosto, el CEO de Apple ha recibido ya un total de 560.000 acciones, que, según el precio de mercado a esa fecha, alcanzaban un valor de 121 millones de dólares. Al haber superado los rendimienntos totales de los accionistas los de la mayoría de las otras compañías incluidas en el S&P 500, se ha devengado la máxima cantidad prevista de acciones para el período 2013-2018.

No todos son buenas noticias para el agraciado receptor del paquete accionarial, ya que la empresa le retuvo las correspondientes para cubrir sus obligaciones tributarias, por importe de 64 millones de dólares (un 53% en total). De todas formas, le quedaba un neto nada despreciable, valorado en 57 millones de dólares.

Ese importe, como se desprende de lo expuesto, correspondía a incentivos en forma de acciones. En 2017, en concepto de retribución salarial obtuvo 3 millones de dólares, más un bonus de 9,3 millones de dólares en metálico.

Hasta aquí la descripción de los hechos y procedería, en su caso, adentrarse en otros derroteros. ¿Tienen algún sentido unas retribuciones tan exorbitantes? ¿Son estrictamente necesarias para que la firma de la manzana siga innovando y aportando utilidades a los usuarios de sus productos? ¿Podrían lograrse los mismos resultados con menores desembolsos? ¿Son éticamente asumibles? ¿Van en interés de la plantilla? ¿Qué opinaríamos si fuésemos accionistas que han visto casi triplicar el valor de sus títulos en los últimos cinco años? ¿Debería aplicarse alguna cláusula de “claw-back” (retorno de cantidades percibidas en el supuesto de eventos negativos aflorados ulteriormente)? ¿Es coherente una política retributiva de ese calibre con prácticas de planificación fiscal agresiva? En fin, son muchos los interrogantes planteados.

De la retribución de los CEOs me he ocupado en alguna entrada de este blog y en otros trabajos previos. A ellos me remito, no sin antes lanzar una última reflexión. En 2015, Tim Cook declaró que tenía previsto donar (por tanto, transmitir antes de su fallecimiento) la mayor parte de su fortuna personal, estimada en unos 700 millones de dólares, para causas benéficas. ¿Debería esta declaración de intenciones modular nuestra valoración sobre las impactantes retribuciones comentadas?

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